Yo y mi Doppelgänger

Sociedad · GONZALO MATEOS
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9 febrero 2024
Se observa en muchas personas una especie de difusión de la realidad que conlleva una partición, una línea divisoria infranqueable entre el ellos y el nosotros. Dos realidades paralelas que discurren sin tocarse. Se reflejan, pero no se cruzan. Se condenan para poder afirmarse. Yo y mi doppelgänger.

Últimamente no hago más que escuchar hablar sobre qué es la realidad. Es como si la echáramos de menos. Como si la hubiéramos perdido u olvidado y tuviéramos que volver a encontrarla. Una suerte de morriña de una realidad real indiscutible. Ocurre por todas partes. Hasta Pedro Sánchez se arranca a decir: “Creo que lo más relevante es saber tanto en la vida como en la política que la verdad es la realidad”. Acabáramos.

Naomi Klein (Montreal, 1970) la célebre ensayista referente de los descontentos con la globalización acaba de escribir un libro titulado Doppelgänger (del alemán doppel, que significa “doble” y gänger “caminante”, el que “camina al lado”).  Sería como una especia de gemelo malvado. En el libro se intenta describir el laberinto de espejos en el que se ha convertido la política y la idea de realidad en la incertidumbre del universo digital.  ¿Qué pasaría si te despertaras una mañana y descubrieras que has adquirido otro yo, un doble que casi eres tú, pero que en realidad no lo es? ¿Qué pasaría si ese doble compartiera muchas de tus preocupaciones, pero de forma totalmente opuesta, promoviera aquellas causas contra las que has luchado toda tu vida?

Observa Klein cómo personas a las que creías conocer de un día para otro las encuentras radicalmente cambiadas. Amigos antes ecuánimes y razonables de repente se vuelven fanáticos creyentes en inverosímiles teorías de la conspiración, en almas desesperadas que dan casi todo por perdido. Puristas ortodoxos asustados que ven confabulaciones, enemigos y herejías siempre a la vuelta de la esquina.

Todos ellos establecen una especie de difusión de la realidad que conlleva una partición, una línea divisoria infranqueable entre el ellos y el nosotros. Dos realidades paralelas, con ambientes, medios, redes y discusiones que discurren sin tocarse. Se reflejan, pero no se cruzan. Se condenan para poder afirmarse. Yo y mi doppelgänger. Un yo distinto de mí, pero igual a mí, que me provoca terror porque parte de lo que antes era y que de pronto se vuelve ajeno. Como nos ocurre muchas veces con nuestro yo en las redes sociales, en el trabajo o en las conversaciones con algunos amigos ¿Qué nos está pasando?

Ocurre en personas tanto de izquierdas como de derechas. Klein pone como ejemplo la arrogancia de la izquierda, pero podría ser también la de la derecha, que dice: “No, nosotros no hemos caído por la madriguera, la realidad está de nuestra parte, estamos comprometidos con la libertad, con la ciencia”. Pero Klein afirma que en el fondo es una distracción pensar que se está en el lado correcto del espejo. Le preguntan entonces a Klein: entonces ¿qué es la realidad? “Me hace gracia la pregunta de qué es la realidad. Se la hice al escritor ojibwe Jesse Wente. Me dijo: La realidad es una montaña. Tal vez necesitemos volver a lo básico, porque ya no estoy segura de que Canadá sea real o de que el dinero lo sea. No sé lo que es la realidad, pero sé que las montañas son reales”.

El problema no es saltarse la realidad. Nadie puede. Es insoslayable. El problema es vivir como si no existiera, caer en la madriguera en la que creemos han caído los otros. La madriguera de censurar la parte de la realidad que no quiero ver. Evitar crear esas gigantescas zonas de sombra donde uno no puede o no quiere mirar porque empezaría a dudar de uno mismo. La inmigración, las guerras, la revolución digital o la diversidad de la sociedad. Los homosexuales, los machistas, los woke, los herejes o los fascistas. En momentos de gran quebranto colectivo buscamos explicaciones a por qué se torcieron las cosas. Y buscamos culpables. Y si no llega una propuesta que invite a buscar y construir juntos una solución es posible que inesperadamente se pueda comenzar un conflicto. Y la cosa se puede poner muy fea. Y coincido con Klein en que vivimos uno de esos momentos.

En cartelera se está exhibiendo dos películas que afrontan este tema protagonizadas por la misma actriz, Sandra Hüller. La primera es “La zona de interés” (Glazer, 2023). Rudolf Höss, director del campo de concentración de Auschwitz, trata de construir una vida familiar de ensueño junto a su familia en una idílica casa situada pared con pared con el campo de exterminio. La cinta no nos enseña nada de lo que ocurre al otro lado del muro del jardín de la casa. Solo los sonidos y gritos de los presos y los guardias, el humo de los hornos crematorios y el de los trenes de la vergüenza mientras la familia celebra cumpleaños, juega y lee cuentos antes de dormir, pasea, cocina e invita a amigos a la piscina mientras cotillean y ríen. Un paraíso ordinario en el que vive el organizador de un infierno atroz.

Inevitablemente nuestra conciencia se pregunta si nosotros hoy podemos estar viviendo algo parecido. Puede que hayamos sacralizado nuestra tranquilidad y comodidad al precio de olvidar lo que ocurre al otro lado del muro. Puede que hayamos creado un yo aislado para evitar que nos hiera lo que hace nuestro doppelgänger.

La segunda película es “Anatomía de una caída” (Triet, 2023). Sandra, Samuel (ambos escritores) y su hijo ciego de once años viven alejados de todo en la montaña. Un día encuentran a Samuel muerto al pie de su casa. Se abre una investigación por muerte sospechosa y no tardan en inculpar a Sandra, a pesar de la ambigüedad del caso. Se nos relata el juicio que intenta averiguar si se ha tratado de un suicidio o de un asesinato.

En un momento de la película una estudiante le pregunta a Sandra sobre la diferencia entre la ficción y la realidad. La protagonista le responde “Soy real, estoy delante de ti ahora”. La estudiante le responde: “Sí, así es. Así que, para empezar a inventar, primero necesitas algo real. Tus libros siempre mezclan verdad y ficción. Eso hace que queramos averiguar qué es qué”. ¿Qué es más real, tú que estás frente a mi o mis respuestas prefabricadas? ¿lo que me deja tranquilo o lo que me remueve y abre una pregunta? ¿yo o mi doppelgänger?

El hijo ciego de la pareja tiene responder dramáticamente sobre lo que verdaderamente ha pasado. Ha de tener certeza sobre la culpabilidad o inocencia de su madre. Y no es concluyente la evidencia empírica. Tiene que utilizar una razonabilidad existencial en la que su corazón ha de arriesgar y verificar una hipótesis sobre la realidad más allá de lo que le dicen propios y extraños. Saber, conocer, ese es el reto. Saber quién soy y quien es el otro. Tener certeza sobre la realidad material pero también sobre la existencial.  Una conciencia que pregunta y desea a campo abierto y no encerrada en la cárcel de los principios.

Foto: Cortesía de Gonzalo Mateos

Se puede visitar estos días una exposición de fotografía en el Círculo de Bellas Artes titulada “Colita. Antifémina”. Un día de trabajo en una plaza  al salir a comer me topo con un gran cartel de presentación con una cita de la escritora Maria Aurèlia Capmany: “Y esto que vamos a ver no es otra cosa que el contacto con la realidad y nada hay más estimulante, más corrosivo, más revolucionario que la realidad”. Pues eso.  Vayamos a descubrirla.


Lee también: La cárcel de los principios


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