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En el apartado interpretativo destaca la soberbia actuación de los protagonistas. Vincent Lindon es un popular actor francés muy bien relacionado. Llegó a ser pareja de Carolina de Mónaco y su ascendencia llama la atención por ser nieto del político Jérôme Lindon. Este profesor de natación representa a la típica persona que se siente incómoda con la inmigración y que baja la cabeza cuando se le presenta la oportunidad de ayudarles. Sin embargo, su actitud cambia definitivamente en el momento en que un kurdo le toca la fibra sensible, mientras que su mujer aparece como una gran activista a favor de los derechos de los extranjeros.
El cineasta francés recurre a un estilo narrativo sencillo. Sus personajes han sido presentados como personas enrevesadas y sus personalidades parecen muy positivas. Se trata de un cine social sin estridencias, pero que apunta temas que merecen la pena ser analizados.
En primer lugar, la producción refleja las distintas actitudes que se tienen ante esta triste realidad. El esfuerzo aparece como un elemento esencial para conseguir lo que uno se proponga en la vida, aunque sea una utopía. Un valor muy demandado por parte de los educadores españoles, grandes conocedores de las desastrosas consecuencias de los dos últimos sistemas educativos propuestos por la ideología del que ahora nos gobierna y del partido socialista, que nos han colocado a la cola de Europa.
En segundo lugar, esta cinta, narrada con elegancia, refleja el problema del divorcio, expresando las razones tan escasas por las que algunas parejas se separan, lo que está provocando que muchas relaciones vuelvan a plantearse retomar la relación porque se siguen queriendo. Y es que, aunque las leyes de muchos países faciliten en demasía el divorcio, en muchas ocasiones los vínculos amorosos resultan difíciles de romper.
Por otra parte, y en relación con la pareja kurda, el autor apunta temas como el sufrimiento ante la ausencia del ser querido, el problema de los matrimonios de conveniencia o lo que se puede llegar a hacer por amor. La caridad queda plasmada de la mano de los voluntarios, que colaboran con los extranjeros ilegales y de Simon, que arriesga su libertad al ayudar a su alumno.
Finalmente, la película cuestiona la labor de la policía, pero se equivoca en ese punto, ya que, por desgracia, guste o no, las medidas de seguridad son necesarias para hacer cumplir la legalidad tan necesaria para regular la inmigración. Tampoco se puede negar el problema del temido terrorismo islámico.