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Vivimos tiempos confusos

Mundo · Elena Santa María
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7 octubre 2016
El pasado domingo todos nos sorprendimos por la inesperada victoria del “no” en el referéndum para ratificar los Acuerdos de Paz con las FARC en Colombia. Algunos han aplaudido esta decisión de los colombianos, muchos se han llevado las manos a la cabeza. Joaquín Villalobos expresaba en El País: ´la polarización es claramente la amenaza más grave al posconflicto y ha venido creciendo exponencialmente entre las principales fuerzas políticas, dividiendo no solo a la sociedad, sino a las familias (...) El empate del referéndum obliga a que los políticos se reconcilien para detener y revertir la polarización y esto es buena noticia. La guerra ha concluido y ha comenzado la política´.

El pasado domingo todos nos sorprendimos por la inesperada victoria del “no” en el referéndum para ratificar los Acuerdos de Paz con las FARC en Colombia. Algunos han aplaudido esta decisión de los colombianos, muchos se han llevado las manos a la cabeza. Joaquín Villalobos expresaba en El País: ´la polarización es claramente la amenaza más grave al posconflicto y ha venido creciendo exponencialmente entre las principales fuerzas políticas, dividiendo no solo a la sociedad, sino a las familias (…) El empate del referéndum obliga a que los políticos se reconcilien para detener y revertir la polarización y esto es buena noticia. La guerra ha concluido y ha comenzado la política´.

Hablar de política, así entendida, en España nos interesa mucho. ´¿Puede alguien que aspira a la presidencia del Gobierno tener como única guía la negación del adversario?´, se preguntaba Santiago González en El Mundo. ´En España se ha extendido el `no` como método y principio –se quejaba José Ignacio Torreblanca en El País– el `no` es la nada´, añadía.

Otro gran desafío de nuestros días es la guerra en Siria. El filósofo Bernard-Henri Lévy explicaba la situación en El País: ´Alepo asediada, rota, sin rendirse, muriendo de pie´. ¿Y Europa? ´Europa en primera línea que, aunque solo sea por la presión de un pueblo al que no ha sabido proteger y que llama a sus puertas para que lo acoja, se juega su futuro y una parte de su identidad´.

´Vivimos tiempos confusos –parece responder Joana Bonet, en La Vanguardia, a Lévy– En su último ensayo, Gilles Lipovtesky reflexiona sobre el hecho diferencial de que `el ciudadano hipermoderno ya no siente la ambición de cambiar el mundo`´. Cuartango decía algo parecido en El Mundo: ´vivimos sin ser conscientes de muchas de las cosas que pasan a nuestro alrededor (…) Nos protegemos de la realidad externa mediante una capa de insensibilidad que nos aísla porque no queremos que nada perturbe nuestras rutinas cotidianas´. Y añadía: ´en la medida que perdemos la capacidad de sentir las cosas empezamos a estar muertos. Y ello porque vivir es experimentar dolor y frustración consustanciales a todo lo humano´.

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