Tres monos
Nuri Ceylan se centra en cuatro personajes para desarrollar cuestiones como el perdón, el poder, la religiosidad, el adulterio… y lo hace con sobriedad y una puesta en escena austera, excepto en un momento en el que el director deja entrar acentos más melodramáticos. La película se concibe con muchos primeros planos, bruscas elipsis y sobre todo silencios. Los personajes no hablan, no analizan, no discuten. Sus gestos, sus acciones y sobre todo sus miradas son el único recurso con el que cuentan para sugerir al espectador lo que está sucediendo. A ello hay que añadir una fotografía desaturada en postproducción que da al film un aire expresionista que refuerza el lado oscuro de la condición humana. La interpretación de actores es excelente, y destaca el trabajo de Yavuz Bingol.
La película no propone una tesis clara, y a pesar de los gestos redentores no se puede hablar de optimismo. Más bien se trata de una exposición existencial en la que el director se interroga sobre las grandezas y miserias del hombre, sus luces y sombras. Triunfa por tercera vez en el Festival de Cannes, llevándose en esta ocasión la Palma de Oro al mejor director.