Querer es poder

Sociedad · F.H.
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28 mayo 2021
El pequeño Nicolás en los últimos días seguramente habrá alimentado la florida ideación delirante de megalomanía que es lo que posee según los médicos forenses.

Al pequeño Nicolás le esperaba una nube de cámaras y micrófonos, hizo el paseíllo hasta los juzgados con el ademán del personaje importante que siempre quiso ser. Es la cuarta vez que se le llevaba ante el juez, en las tres anteriores suspendió el proceso. Ahora se le juzga por unos hechos que ocurrieron hace siete años, en aquella ocasión se hizo pasar por enlace entre la Vicepresidencia del Gobierno y la Casa Real para conseguir que el presidente de Alsa comiera con él en Ribadeo. Es una de las muchas hazañas, por llamarlo de algún modo, de Francisco Nicolás Gómez, que es su verdadero nombre.

¿Por qué nos llama la atención tanto el caso del pequeño Nicolás? Desde luego por la tenacidad en la mentira, en el postureo. Hace falta una voluntad muy tenaz para pasearse por muchos despachos aparentando lo que no eres. Esta vez ha declarado ante el juez que lo hizo todo por hacerse el poderoso, por tirarse el pisto, por parecerse a los mayores y aparecer como una persona importante. El pequeño Nicolás que de tonto no tiene un pelo, cuando dice que quería parecer una persona mayor y que ser una persona mayor es ser importante, tira con bala. Juega ahora a la denuncia social, a desenmascarar a una sociedad en la que la importancia, el ser verdaderamente adulto es proporcional al poder que se detenta.

Pero el interés del caso del pequeño Nicolás es otro. El pequeño Nicolás es una hipérbole del querer es poder, del espejismo de una identidad construida a base de voluntad. El pequeño Nicolás quería ser importante, pero hubiera podido querer ser ciudadano de una nación independizada, hubiera podido querer ser cocodrilo, hubiera podido querer ser un transhumano con un alma no hospedada en huesos y carne sino en la nube. El pequeño Nicolás es un ejemplo exagerado de sociedad en la que autodeterminación personal lo es todo, en la que autodeterminación no tiene límites, el pequeño Nicolás es la caricatura que nos hace entender lo disparatado que es pensar que querer es poder, poder ser cualquier cosa, también una persona importante, o un ciber-Nicolás.

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