Noviolencia o destrucción
“No-violencia o destrucción” era la alternativa que presentaba Gandhi y que repetían sus discípulos. No-violencia era la respuesta del movimiento de liberación de la India, cuando las bombas de Hiroshima y Nagasaki apenas acababan de golpear la conciencia de la humanidad. La violencia se había desatado hasta el paroxismo recogiendo una cosecha de muerte como nunca había conocido la humanidad. En el futuro la destrucción total de la humanidad no era impensable. Por primera vez, decía Mounier, la humanidad tenía la posibilidad de elegir el suicidio colectivo. El camino de la violencia llevaba directamente a la destrucción masiva. Continuarlo era una locura. La cordura aconsejaba que había que cambiar de camino y poner la esperanza en la no-violencia activa.
Más de medio siglo después, hemos aprendido a ignorar el peligro, nos hemos acostumbrado a convivir con el mal en forma de destrucción mutua asegurada, y casi instantánea. A cambio hemos aceptado multitud de guerras diseminadas por toda la tierra que llevan la miseria, el envilecimiento y la muerte por tantos rincones de la tierra alejados de los países enriquecidos, tranquilos y apaciguados.
“Noviolencia o destrucción” es también el lema de la 28ª Aula de Verano del Instituto Emmanuel Mounier (Burgos, 26-29 de julio), con el que pretendemos recordar que esa alternativa está en letargo, pero sigue vigente, aunque lo hayamos olvidado. La violencia es acumulativa en relaciones sociales internas de las naciones y en las relaciones internacionales, basta una chispa para que estalle. Por eso, para desmontar la bomba de relojería, cuya hora está cubierta de incertidumbre, es necesario analizar la agresividad y la violencia latente en la naturaleza humana y la artificialmente creada por las sociedades actuales, un análisis que estará a cargo de los profesores Carlos Beorlegui y J. A. Zamora.
Uno de los mecanismos esenciales que generan la violencia es la codicia (David Montesinos). El mundo, decía Gandhi, puede satisfacer las necesidades humanas, pero nunca podrá satisfacer los deseos de la codicia humana. La codicia, la opulencia y la violencia están sólidamente fundidas. La humanidad debe aprender la pobreza –que no equivale a la miseria–, como capacidad de compartir solidariamente los bienes de la tierra. Desde el sermón de la montaña, hace 2000 años, la receta de la pobreza, la humildad y la mansedumbre está por aplicarse para sanar a una humanidad enferma. Hay enormes posibilidades de aplicarla en la cultura, en la economía, en la política y en la vida cotidiana para civilizar nuestras sociedades. Moisés Mato lo explicará, pero también lo mostrará de manera plástica en su Teatro del Abrazo.
Otros conferenciantes disertarán sobre la posibilidad de una guerra justa en las condiciones históricas actuales (Gonzalo Tejerina), sobre el comportamiento humano agresivo contra la naturaleza y sus consecuencias para la humanidad (Joaquín Araujo). Las experiencias de la lucha no violenta frente a la mafia en Sicilia llevada a cabo por Danilo Dolci y la objeción de conciencia promovida por D. Lorenzo Milani serán las aportaciones del profesor siciliano Nunzio Bombaci.
No podría quedar en el olvido que los fundamentos de la no-violencia se encuentran en el Evangelio, como Martín L. King pregonó, y como reconocieron Gandhi, Vinoba Bhave y sus discípulos hindúes, todos ellos fervientes admiradores de Jesús, que tenían el sermón de la montaña como una escritura sagrada universal que, por desgracia, el cristianismo había menospreciado. Ciertamente, hay enseñanzas no violentas en todas las religiones, más en unas que en otras, pero sorprende la torpeza de la cristiandad para entender lo que con meridiana claridad proclama el Evangelio. El jesuita Joan Morera intentará ayudarnos a entender el Evangelio de la noviolencia.