Municipales en Cataluña: abstención e indignación

España · Francesc Torralba Roselló
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24 mayo 2011
Primera observación: la abstención ciudadana. Sigue siendo una cifra muy alta que da que pensar. Casi la mitad de los ciudadanos de Barcelona no han acudido a las urnas (47 %). Esto es altamente significativo, especialmente en contextos de crisis económica y social como el presente. ¿Qué se oculta tras esta potente abstención? ¿Pura indiferencia? ¿Desconfianza en torno a la llamada clase política? ¿Indignación? ¿Dejadez moral de la ciudadanía? ¿Voto de castigo a los partidos políticos?

Es difícil aventurar cuál es la correcta hipótesis de trabajo, pero no cabe duda de que esta abstención en unos comicios municipales, donde la acción política tiene efectos directos en la vida cotidiana de los ciudadanos, en los barrios, en las aceras, en los colegios, en la seguridad y en los servicios sociales, es muy sintomática. ¿Qué ocurrirá cuando los comicios sean de índole europea? Esta primera observación merece un pormenorizado análisis no sólo por parte de politólogos, sino de los responsables políticos, tanto de los que han triunfado como de los lo que han perdido.

Segunda observación: es preocupante la representación municipal que ha conseguido un partido político de clara expresión xenófoba como Plataforma per Catalunya, que vehicula un discurso claramente opuesto a la cohesión social, a la integración y a la convivencia pacífica de todos los ciudadanos. El ascenso de esta fuerza política en Catalunya ya se detectó en las elecciones autonómicas, pero no alcanzó representación en el Parlament porque hubo una participación relativamente más alta. Este fenómeno, que tiene sus expresiones en distintos países europeos, está calando también en Catalunya y exige, por parte de todos los representantes políticos, una serena reflexión. Esta anomalía política exige reflexionar sobre la vulnerabilidad de las sociedades abiertas y sus mecanismos de defensa frente a los enemigos y sobre las políticas de inmigración que se han desarrollado en los últimos lustros.

Tercera observación: es pertinente en el caso de estas elecciones reflexionar sobre el movimiento de los indignados. Es evidente que no representan el conjunto de la sociedad, pero sí expresan un malestar colectivo que no sabemos, en el presente, de qué modo se va a encauzar, ni qué magnitudes va a tener en el futuro. Los indignados anhelan una democracia real, un sistema más transparente y una proximidad entre la clase política y la sociedad. No se les puede desautorizar de un plumazo. Se debe estar atento a sus reivindicaciones y los políticos profesionales deberían reflexionar sobre este latido de la sociedad. Lo esencial es el paso de la indignación al compromiso, pero esto exige racionalidad, estrategia, planificación y, sobre todo, un liderazgo moral que tenga autoridad y sea reconocido por todos.

Francesc Torralba Roselló, filósofo y teólogo

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