Michael Lüders, el pensamiento esférico y las guerras de Occidente

Cultura · Roberto Graziotto
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30 junio 2016
Dice un proverbio chino que cuando el viento sopla, algunos construyen muros y otros, molinos de viento. De que en la política y en la historia mundial soplan vientos fuertes, por no decir explícitamente vientos de guerra, no cabe duda. Para el hombre acostumbrado a reflexionar, es imposible no plantearse la pregunta sobre la propia identidad y sobre los criterios con lo que “discernir” lo que se lee, se ve y se oye.

Dice un proverbio chino que cuando el viento sopla, algunos construyen muros y otros, molinos de viento. De que en la política y en la historia mundial soplan vientos fuertes, por no decir explícitamente vientos de guerra, no cabe duda. Para el hombre acostumbrado a reflexionar, es imposible no plantearse la pregunta sobre la propia identidad y sobre los criterios con lo que “discernir” lo que se lee, se ve y se oye.

Cuando se reavivó violentamente la batalla para reconquistar Alepo, el Frankfurter Allgemeine Zeitung dio la noticia posicionándose contra el régimen de Assad y su “padrino” Vladimir Putin. El periódico de Frankfurt no consideraba necesario comprobar quién había destruido dos hospitales en Alepo, le parecía evidente que el régimen sirio, que contradice todas las normas del derecho internacional, y Putin habían decidido acabar con todos los esfuerzos internacionales por resolver el conflicto y poner fin a la tregua que había permitido a Alepo un momento de respiro.

Michael Lüders, que fue corresponsal del semanario de Hamburgo Die Zeit, publicó un libro cuyo título en español viene a decir “Quien siembra vientos. Lo que la política occidental provoca en Oriente”, donde intenta reconstruir un itinerario donde se ve de manera crítica el papel de Occidente en la política mundial a partir de la caída del primer ministro iraní Mohammed Mossadegh en 1953, causada por el gobierno británico de entonces, que no quería una distribución más equitativa de los recursos energéticos iraníes a favor del Estado iraní, hasta la guerra en Gaza en 2014, pasando por la lucha contra Saddam Hussein, Muamar Gadafi, y hasta Bashar al-Assad. Con un enorme bagaje de informaciones concretas, el autor muestra que es Occidente (USA y UE) quien actúa continuamente en contra del derecho internacional para defender sus propios intereses. Por citar solo algunos datos que abundan en el libro: en los 50 días de guerra en Gaza en julio y agosto de 2014 murieron 2.200 palestinos, 500 niños, y 71 israelíes, seis de ellos civiles. El autor también presenta cifras precisas, en la medida de sus posibilidades, de los muertos que costaron las intervenciones americanas y europeas en las guerras de “liberación” en Afganistán, Iraq, Libia y Siria.

Lüders analiza la incapacidad absoluta por parte de Occidente para comprender lo que está en juego con el islam, las diferencias confesionales entre chiítas y sunitas. Refleja lo que implican las alianzas occidentales con el wabahismo (Arabia Saudita), la criminalización de movimientos como los Hermanos Musulmanes, que también hicieron un gran trabajo social y caritativo pero que, una vez llegados al poder en Egipto no supieron proponer un modelo político adecuado. La simpatía occidental por un dictador como el presidente egipcio Abdel Fattah Al-Sisi, la actitud totalmente acrítica contra las tendencias etnocráticas religiosas de Israel, son otros factores importantes de esta historia de la intervención occidental, estadounidense y europea, en Oriente Medio y Próximo, analizados en el libro de este periodista alemán.

Los errores de comprensión occidental sobre lo que sucede en Oriente Medio y Próximo tal como los presenta Lüders revelan una colosal falta de “discernimiento de los espíritus” en juego. Su crítica es mucho más interesante por su atención a los hechos y a las fuentes que cuentan los hechos, siempre buscadas con especial atención. Por ejemplo, en su crítica al papel de Israel en el conflicto medioriental, Lüders cita siempre fuentes críticas israelíes, y no solo árabes.

El error de fondo en la comprensión occidental consiste en una forma “esférica” del pensamiento: en el centro estamos los occidentales y alrededor, los demás, siempre vistos como un problema y no como un bien para nosotros. La complejidad del escenario político mundial no puede replantearse y comprenderse con este método esférico. El Papa Francisco ha propuesto en sus discursos “políticos” (Estrasburgo, Washington) un método poliédrico alternativo al esférico, que tenga en cuenta más realidades del poder mundial. El autor, que no cita nunca al Papa (igual que nunca cita a Juan Pablo II al hablar del conflicto en Iraq en 2004), propone una solución parecida cuando dice que hay que tener en cuenta a todos los actores del escenario mundial: China, Rusia (Lüders dice que hay que dialogar con Putin), los llamados estados Brics como Brasil, India, Sudáfrica. Al leer el libro, me vino espontáneamente a la cabeza la idea de los “estados continentes” del filósofo latinoamericano Alberto Methol Ferré, amigo del Papa, como superación de este modelo esférico.

La tesis del libro de Lüders es clara. Occidente está recogiendo lo que ha sembrado. Bajo el manto de la democracia y de los derechos humanos, se ha escondido y se esconde la guerra más brutal por intereses económicos. Una guerra donde, según el autor, la Alemania de Merkel sería acríticamente favorable tanto a Estados Unidos como a Israel, e igualmente co-responsable de un conflicto donde mandan los intereses económicos y militares de Occidente contra el mundo musulmán.

Obviamente, el autor sabe que una crítica a Israel por parte de Alemania es algo que debe hacerse con mucha cautela, dada la responsabilidad alemana en el exterminio de gran parte del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial, pero considera que una toma de posición clara respecto al genocidio hebreo en el pasado puede ir unida a una crítica al actual estado de Israel tanto por lo que respecta a la cuestión palestina como a la iraní.

Además de Merkel, Lüders critica también a la candidata demócrata a la presidencia de EE.UU, Hillary Clinton, que cita dos veces en su libro y que podría tener, si fuera elegida presidenta, un papel en la escalada de los conflictos. Dicho de otro modo: el Isis y Al Qaeda llevan la marca “made in Europe”, “made in Usa”.

El autor pone su esperanza en la conciencia política de la “Mittelschicht” (clase media), que crece con dificultades en los países árabes, en primer lugar por una debilidad de la propia clase media. Además, confía en el tribunal internacional de La Haya, donde deberían aparecer como imputados Georg W. Bush, Dick Cheney, Tony Blair, Donald Rumsfeld, “si la comunidad occidental de valores quiere estar llena de vida” y no solo de palabras.

Aparte de una vez en que Lüders cita algunas iglesias americanas, las iglesias en cuanto tales no tienen ninguna relevancia en su libro. Pero esto hace preguntarse si la superación del modelo esférico, que es el objetivo de Lüders, es entonces realmente posible. El autor debería confiar más en la iglesia entendida en sentido ecuménico, esa que vemos en los encuentros del papa Francisco con los patriarcas Kiril y Bartolomé, o con el responsable de la iglesia evangélica luterana alemana, Heinrich Bedford-Strohm, por citar alguno.

En definitiva, quizás debería tomar más en serio esa ley ontológica inscrita en el don mismo del ser, que no es donado de forma monolítica y esférica, sino poliédrico y múltiple; y que no se ofrece como idea del ser, sino con la forma de personas de cultura y procedencia distintas, con la variedad infinita de lo creado. Esta opción de fondo se topa con lo que escribe Lüders en la última página de su libro, donde dice que debemos aprender a discernir lo que sucede en el escenario del mundo con “humildad y modestia”. Si pensamos en los millones de muertos por las guerras que hemos tenido por querer gestionar el poder en el mundo, si pensamos que, solo en Oriente Medio y Próximo, millones de hombres intentan sobrevivir, no podremos más que pensar en nosotros mismos y en los demás como un gran nosotros de hermanos y hermanas, diferentes pero con un destino común: construir molinos de viento para aprovechar la fuerza del viento, y no muros, que no podrán más que ser abatidos.

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