Más allá de los esquemas ideológicos

A mí personalmente me interesa conocer la verdad en este asunto ysobrepasar, en la medida de lo posible, los esquemas ideológicos que, por otraparte, todos tenemos aunque no lo creamos. Y sé también que estetambién es el objetivo de los que escriben en Páginas Digital. Y la explicación de Eduardo Sánchezsinceramente no me parece ni suficiente ni convincente, y me gustaría conocercon mayor detalle el porqué de estas justificaciones. No obstante, puedoextraer de la carta de Eduardo, así como de otras explicaciones que hemosoído de gobernantes argentinos, una justificación común para este caso que seresumiría en la obligación de cualquier inversor extranjero de alienar suactividad con los intereses del país en donde realiza la inversión.
Esto a los españoles (ni a ningún otro país que haya tenidoinversores extranjeros) no nos resulta ajeno. Por poner un ejemplo, afinales del siglo XIX muchas compañías mineras vinieron a "explotar"nuestros recursos mineros, generaron ingentes beneficios y poco repercutió alEstado de entonces. Pero este saqueo de nuestros recursos mineros tambiénpropició la creación de escuelas para los hijos de los mineros, construcción decarreteras y el aguzamiento del ingenio de nuestros gobernantes de entoncespara aprobar leyes que regulasen de forma más equitativa esta actividad,instaurar un sistema fiscal más eficiente, etc. Ellos sacaron mucho dinero denuestros recursos pero creo que supimos aprovechar lo aprovechable de esasituación. Todavía hay inversores extranjeros en España, y creo que desde elpunto de vista empresarial nos seguimos aprovechando de ello, y aprendemos atrabajar mejor y a crecer como país, además de beneficiarnos de los impuestosque pagan en España y de los puestos de trabajo que crean. No sé si losargentinos están dispuestos a aprender algo de los inversores extranjeros, otienen una mínima apertura a ello. Y ello pese a que, insisto, pueda conllevarun sacrificio pensar que los beneficios que obtiene una empresa extranjeralos podría haber obtenido el país mismo, aunque muchas veces esto seaideológico.
Los países que supuestamente intentamos vivir en democracia apostamospor lo que llamamos Estado de Derecho, es decir, la soberanía de la ley sobrelas actividades y derechos de los individuos y de las empresas, de modoque puedan tomar decisiones en base a las leyes establecidas, esto se llamaseguridad jurídica. Y cada estado es soberano para dictar las leyes queconsidere convenientes para los intereses del país como, por ejemplo, subir losimpuestos sobre los beneficios a una empresa, obligar a las empresas arealizar inversiones, invertir en I+D, o lo que se quiera. Pero expropiar esromper todas las reglas del juego, y un aviso muy claro a cualquier inversorextranjero de que en Argentina, como en Cuba, como en Venezuela, las reglas nosirven. Y esto no es bueno para nadie, ni creo que para Argentina tampoco.
Finalmente acompaño, por su interés, una cita que he leido en el blogde Jesús Alfaro (catedrático de Derecho Mercantil), que a su vez ha traducidode un post de Michael Heller titulado"Oil, Keynes and Argentine History" y está sacado de un libro de historia de Argentina tituladoArgentina desde la independencia,editado por Leslie Bethell. Y lo sorprendente es que no se refiere a lasituación actual, sino que se refiere a la situación argentina a mediados delos años 20 del pasado siglo bajo el gobierno de Hipólito Yrigoyen:
"Confrontadoa un conflicto ya enquistado y publicitado sobre la prevalencia de losintereses petroleros privados e YPF, la opinión pública en Buenos Aires se convirtió a la hostilidad hacia el capitalextranjero. De manera general, entusiasta y vivaz [el partido de gobierno] se lanzó a una campaña para obtener dividendospolíticos de ese estado de ánimo popular. Pusieron el asunto ante el electorado con garbo característico,cultivando sin pausa las aspiraciones populares para que hubiera control nacionalde los recursos del país y el resentimiento latentecontra las empresas extranjeras. Se describió la nacionalización del petróleo como la gransolución a los males de la nación. Se hicieron grandes promesas en el sentido de que una vez que los ingresosprocedentes del petróleo estuvieran bajo controlnacional, se podría cancelar la deudaexterna, y no seríanecesario emitir nueva deuda en el futuro. Losfabricantes nacionales dispondrían de una fuente ilimitada de energía barata, lo que permitiría unatransición milagrosa y sin dolor hacia una sociedad industrial. El monopolioestatal del petróleo haría posible la eliminación de los impuestos, incluidos los aranceles a lasimportaciones que generaban inflación y fastidiaban a las clases populares. Lacausa de la nacionalización se hizo enormemente popular entre las clasesmedias; los ingresos del Estado procedentes del petróleo no estarían sujetos a vaivenes impredecibles ni al flujo de comercioexterior; a partir de entonces, no habría prácticamente ningúnlímite a la expansión del sector público y de la burocracia. Con las regalías del petróleo en sus propias manos, [el partido gobernante] se sentía seguro de perpetuar su supremacía".