La raíz de América, según Bergoglio
Dejando a un lado las tentaciones chovinistas y las revisiones instrumentales, hay que eliminar los problemas que impiden la democratización, el desarrollo y la integración para construir un futuro más justo y solidario. Sin elogios a las ideologías del presente (como el socialismo bolivariano) y sin sacar a relucir viejos mitos ya refutados por la historiografía, como la leyenda anticatólica y antiespañola. El cardenal Jorge Mario Bergoglio ha aprovechado el bicentenario de la independencia para lanzar un fuerte llamamiento a la solidaridad social recordando que la Virgen protege a todos "empezando por los más pobres" y ha incitado al pueblo argentino a construir una patria fuerte y solidaria. Una patria en la que "todos tienen su lugar, todos comparten la esperanza y todos son reconocidos como hijos". Dejando aparte las voces que lo declaran como un cardenal de peso aliado con la izquierda eclesiástica, en realidad Bergoglio es un purpurado que siempre ha tenido en su ADN la defensa de los verdaderos principios de la Iglesia, la ortodoxia que la Iglesia llamada conservadora considera que nunca tendría que ser puesta en discusión.
En esa Sudamérica, cuna de la Teología de la Liberación, y a menudo de interpretación mundana de la doctrina católica, Bergoglio lanza desde hace tiempo su ofensiva contra gobiernos más o menos laicistas respecto a temas relacionados con la vida y la familia. Una ofensiva que tiene origen precisamente en la idea de que el continente no puede olvidar sus raíces cristianas.
En el 2009 Bergoglio hizo frente a la sentencia de la jueza Gabriela Seijas del 13 de noviembre, en la que ordenaba al registro civil que celebrara la unión entre dos hombres. El cardenal Bergoglio convocó a los obispos e hizo público un comunicado conjunto definiendo este hecho como "absolutamente ilegal". No sólo, fue el purpurado quien dijo que el Ejecutivo "ha faltado gravemente a su deber" no recurriendo la decisión.
Mauricio Macri, gobernador de Buenos Aires, trató de hacer de mediador pidiendo una audiencia al cardenal. Fue recibido por él, pero terminado el encuentro Bergoglio de nuevo tomó la palabra. Y dijo que Macri había traicionado su papel de "guardián de la ley". El documento de los obispos analizó la sentencia, y buscó el origen semántico de la palabra matrimonio: "Remonta a las disposiciones del derecho romano en las que la palabra 'matrimonium' se refería al derecho de cada mujer a tener hijos, un derecho reconocido en el respeto de la ley". Erróneamente se asocia la palabra matrimonio al sacramento católico: el término fue codificado por el derecho. Y, por lo tanto, "afirmar la heterosexualidad del matrimonio no quiere decir discriminar, sino tomar como punto de partida un elemento objetivo que constituye su presupuesto". Sin olvidar la dimensión social de la predicación.
Como cuando hace un año Bergoglio levantó su voz para denunciar que la capital argentina se había convertido en un "matadero" mientras presidía una misa por las víctimas de la trata de seres humanos, del trabajo en condiciones de esclavitud y de los cartoneros, que viven buscando entre la basura. "Para muchos, Buenos Aires es un matadero que destruye sus vidas, que destruye su voluntad y les priva de libertad", gritó durante la celebración eucarística llevada a cabo en la estación ferroviaria de Constitución. Haciendo referencia a la parábola del Buen Samaritano, Bergoglio señaló que "en esta ciudad se llevan a cabo sacrificios humanos, se mata la dignidad de esos hombres y de esas mujeres, de esos muchachos y muchachas sometidos a la trata, a la esclavitud. No podemos permanecer tranquilos". Buenos Aires es "una fábrica de esclavos, un matadero", en el que se defiende a "los señores de la mafia", que "no muestran nunca su cara y salvan siempre su piel, quizás por esa receta tan nuestra llamada soborno". El purpurado exhortó a sus conciudadanos a señalar "los focos de sumisión, de esclavitud", "los altares en los que se ofrecen sacrificios humanos y se destruye la voluntad de las personas", pidiendo que "cada uno haga lo que pueda, pero sin lavarse las manos, porque de otro modo nos convertimos en cómplices de esta esclavitud". Además señala con el dedo a la "cultura del descarte" de la que son víctimas los niños y los ancianos de su país. Dicha cultura consiste en la aplicación de la "pena de muerte" por medio del aborto y la "eutanasia encubierta" de los ancianos con el abandono y los malos tratos.
La "cultura del descarte" se expresa en un "progresismo ahistórico sin raíces", y en un "terrorismo demográfico". Hoy, "lo que menos valor tiene en América Latina es la vida", y se vive una "cultura del descarte de todo lo que no es funcional". En Argentina "existe una eutanasia encubierta, las obras sociales pagan hasta cierto límite; se descartan los ancianos cuando, en realidad, son la sede de la sabiduría del pueblo". La mentalidad del descarte influye también en el modo en el que son considerados los niños: "son maltratados; no son ni educados ni nutridos. Muchos son obligados a prostituirse y son explotados". El cardenal ha pedido a los sacerdotes que no sean "puritanos" que no pongan en el centro de sus homilías aspectos morales a la par del anuncio de Jesucristo. "Hablamos de moral porque es más fácil -subraya-. Además, y esto es mal gusto, se tratan temas relacionados con la moral matrimonial y con el sexto mandamiento porque parece que tienen más colorido. Así se da una imagen tristísima de la Iglesia".