Golpe emocional

Cultura · Cristian Serrano
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29 diciembre 2014
El año 2014 quedará enmarcado como un tiempo glorioso, majestuoso para el Atlético de Madrid. Pero también será recordado por la convulsión que generó un acontecimiento fatídico en las cercanías del Calderón. El ambiente de guerra civil es una realidad. El tiempo en el que se logró una liga ganada con una enorme dosis de épica y se llegó a una final de Champions, ganada hasta el minuto 93, y perdida en condiciones similares al anterior intento en 1974, acaba con una institución desvaída. La mugre del fútbol ha dejado al Calderón afligido. La entidad se ha movido buscando un maestro toque sentimental: regresa Torres.

El año 2014 quedará enmarcado como un tiempo glorioso, majestuoso para el Atlético de Madrid. Pero también será recordado por la convulsión que generó un acontecimiento fatídico en las cercanías del Calderón. El ambiente de guerra civil es una realidad. El tiempo en el que se logró una liga ganada con una enorme dosis de épica y se llegó a una final de Champions, ganada hasta el minuto 93, y perdida en condiciones similares al anterior intento en 1974, acaba con una institución desvaída. La mugre del fútbol ha dejado al Calderón afligido. La entidad se ha movido buscando un maestro toque sentimental: regresa Torres.

Pese a que Gil Marín se empeñe en hablar de términos estrictamente deportivos, la vuelta de Fernando José Torres no se entiende sin ese hálito de deidad que desprende el Niño, quien regresa más por recuperar de alguna forma la alegría en terreno colchonero.

La radiografía de los últimos años nos hablan de un gran ariete venido a menos y mucha culpa de ello tienen las lesiones sufridas. Ahora, él mismo lo dice, regresa buscando la felicidad. Y en eso coincide con la afición atlética que mira turbada los meses finales de la anterior campaña. La fragilidad humana, si algo han sido siempre los atléticos es humanos, ha traído un invierno crudo y la vuelta de Torres supone un enorme aura de gozo y alegría.

Fernando llega como ese gran regalo que los niños esperan la noche de Reyes pero al que hay que cuidar especialmente. El regreso de Torres no se entiende sin ese otro nombre que está transformando al Atlético, Simeone. Sólo este míster argentino, motivador nato, meticuloso de la estrategia, y avezado en sacar del futbolista más rendimiento de lo que el propio futbolista imagina, puede hacer de Fernando un hombre al que temer en el área y sus aledaños.

Torres regresa a un Atlético bien distinto al que dejó en 2007. Entonces, la desesperación y la frustración le dominaron hasta decidir abandonar. Muchos coincidirán en que este futbolista bien mereció jugar en una generación como la actual. Y finalmente ha encontrado su oportunidad. A las enormes expectativas generadas tendrán que seguirle actuaciones labriegas y goles.

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