El Oro a la voracidad
Hubo un tiempo en que el progresivo crecimiento de Messi hacía inviable que Cristiano pudiera engrosar sus vitrinas con no más de un balón de oro. Hubo un tiempo en que el paso de los días hacía cada vez más grande la distancia entre el primero y segundo. Quién sabe si Cristiano se rindió en algún instante. Lo cierto es que cuando el portugués ganó el Balón de Oro en 2013 resumió con sus lágrimas el esfuerzo realizado. El sacrifico al que había expuesto su vida personal y profesional para llegar a la cumbre futbolística. Lágrimas hace un año y este año un grito para desquitarse. Dos formas, una seguramente con mayor legitimidad que la otra, que significan liberación. Triplete de oro bien merecido para uno de los jugadores más completos de los últimos tiempos.
Seleccionadores, capitanes y periodistas no han dudado en volver a elevar a Cristiano al primer puesto del fútbol mundial. A sus veintinueve años Ronaldo está empeñado en intentar igualar a Messi y así lo hará si el argentino no recupera la versión de lo que fue mucho tiempo, un perenne creador y embellecedor del juego, en los últimos tiempos venido a menos y con un CR en constante evolución.
Desde que llegara a Madrid, el siete blanco ha ido transformando su juego y su mentalidad adaptándose a las exigencias del mejor club del siglo XX. Más colectivo, más educado pero sin perder ni un ápice de descaro en el verde, el binomio Cristiano y Real ha resultado ser un paradigma del triunfo. El extremo, que acabará convirtiéndose en punta de ataque, deberá seguir siendo tan meticuloso como hasta ahora con su físico y su vida casi monacal, que ya le ha incitado a parar en algún momento.
Ojalá Messi vuelva a ser el que fue de nuevo para seguir disfrutando de un duelo futbolístico que ya forma parte de las mejores memorias de la historia del fútbol. Los dos juntos, sus equipos, sus enfrentamientos se han convertido en una constante loa a este deporte.
Cristiano, un vehemente moldeado, espera a Leo para seguir librando esta vibrante batalla que se dejó por el camino a grandes jugadores. Xavi, Iniesta, Casillas, Never, incluso Ramos pudieron ganar el balón de oro de no ser por la existencia de estos dos genios, ilusionistas, talentos, fantasía, inspiración, voluntad y ejecución. Arropados de grandes jugadores que sirven para acrecentar su magnitud. No queda otra que rendirse a estos dos, cuyos pies siempre andan por delante del resto. A los que quedaron a su espalda habrá que darles las gracias por su compañía y el tributo que también merecen.