El cristianismo relativiza el poder
En su intervención, Aguirre defendió que la separación de la Iglesia y el Estado no debe implicar la negación del hecho religioso en el ámbito público. "Asistimos a intentos de negar, cuando no de atacar, el hecho religioso. El único objetivo en ese ataque es el cristianismo, base de la civilización occidental". Tras defender la aconfesionalidad del Estado recogida en el artículo 16.4 de la Constitución Española, respaldó las ideas del presidente francés Nicolas Sarkoky. "Separación, sí. Negación, no. Hay que garantizar el hecho de vivir la religión como un derecho fundamental", señaló Aguirre.
En el encuentro Roberto Formigoni destacó que es posible una convivencia verdaderamente laica cuando se reconoce en la persona su dimensión religiosa, como conjunto de exigencias elementales de justicia, belleza y verdad. "El Estado neutro, indiferente, no es parte de la tradición occidental. El Estado verdaderamente laico valora las expresiones religiosas y sus aportaciones. El objetivo de un Estado es tutelar toda libertad, también la religiosa". El presidente de Lombardía afirmó que en los últimos tiempos hay una mayor estima del hecho religioso en Europa. Según Formigoni, ejemplos significativos son las manifestaciones sobre este hecho del presidente francés Nicolas Sarkozy o el ex primer ministro británico Tony Blair. "A la hora de hacer política debemos testimoniar qué personas somos y qué concepción del hombre tenemos", destacó el dirigente italiano. "Debes decidir si utilizas el poder para hacerte más grande o para aumentar las condiciones de libertad de los hombres a quienes sirves".
Formigoni subrayó que la experiencia cristiana es la base para una verdadera laicidad, ya que el cristianismo, al introducir la separación entre la esfera política y la esfera religiosa, establece un dique a la pretensión totalitaria del poder político. Por eso "el cristianismo es el mejor antídoto contra el totalitarismo", ya que relativiza el papel del poder. Éste debe ser usado para facilitar y promover el protagonismo de los individuos y de los grupos, que son los únicos que pueden cambiar la historia y el mundo. A su juicio, el poder totalitario siempre ha comenzado con una pretensión ética de cambiar el mundo, cuando ese cambio sólo puede ser legítimamente realizado por las personas y las comunidades.
El presidente de Lombardía desgranó su propia experiencia política, que arranca de su implicación en la construcción civil: la etapa de las luchas universitarias para defender el derecho a la palabra de los católicos, la gestación de cooperativas estudiantiles y laborales, el surgimiento de los centros culturales… Según Formigoni, éste es el campo prioritario para la entrada de los católicos en la política: que el poder favorezca el protagonismo de las iniciativas sociales. En este sentido señaló la urgencia de que surjan vocaciones políticas en el ámbito de las comunidades cristianas, y advirtió que, cuando esto no sucede, es preciso hacer un examen sobre el tipo de educación que se está proponiendo.