Diario de un pontificado (2008 – 2011): la aventura continúa
El volumen que ahora presento a los lectores recoge el arco que va de la primavera de 2008 al otoño de 2011. Un periodo apasionante y lleno de momentos dramáticos, en el que al Papa no se le han ahorrado sufrimientos, pero en el que también ha sorprendido a propios y extraños por su libertad, su capacidad de hablar al hombre de hoy, su impulso reformador, y la potencia de razón y belleza que encierra su magisterio.
Esta serie de artículos, dispuestos de manera cronológica, refleja mi esfuerzo personal para seguir y entender los pasos del pontificado y para narrarlos a un público que desea acoger con sencillez e inteligencia la propuesta de Benedicto XVI, o al menos, que no deja de sorprenderse e interrogarse ante ella. Un público que frecuentemente resulta maltratado por los grandes medios de comunicación, ya que por ignorancia, pereza o interés ideológico, muestran una indiferencia pasmosa cuando no un profundo sectarismo ante la figura del Papa.
Algunos de estos artículos han nacido del dolor (a veces incluso de la rabia, aunque no sólo), otros de la conmoción o del desafío intelectual. Pero siempre de la gratitud por vivir en el hogar de la Iglesia, que el Papa cuida como verdadero padre. Me siento privilegiado de haber podido dedicar tiempo y energías a esta tarea, y espero que al presentarla en este formato pueda alcanzar a un mayor número de personas, con el deseo de que así aumente su certeza, su alegría y su esperanza.
Esta vez he decidido poner punto y seguido a este Diario tras la memorable visita de Benedicto XVI a Alemania, y cuando acaba de anunciar la convocatoria de un Año de la fe, con la publicación de la Carta apostólica Porta fidei. El viaje a Alemania ha sido un hito trascendental, no tanto porque el Papa haya deshecho de nuevo los presagios de los agoreros, porque haya desbaratado las oposiciones más clamorosas y haya concitado mucha más acogida y entusiasmo del esperado. Lo importante es que en este viaje ha mostrado a un tiempo su capacidad para desafiar cordialmente a la cultura del relativismo y su lucidez para rehacer el tejido eclesial herido. Atrio de los gentiles y Año de la fe, testimonio a campo abierto en la ciudad secularizada y renovación eclesial, nueva evangelización y renovación en la continuidad de la gran tradición católica. En cierto modo Alemania resume lo que han sido estos tres años que recoge este libro que ahora cerramos.
También vemos que Benedicto XVI tiene más olfato e intuición para las grandes imágenes de lo que muchos pensaban. Para octubre de 2012, coincidiendo con el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, ha convocado un Año de la Fe, en continuidad con la iniciativa que tomó en su día Pablo VI. Pero el Papa no se contenta con lanzar una imagen, sugiere un itinerario muy concreto para fortalecer la fe y para comprender y profundizar su contenido, con el fin de ofrecer al mundo un testimonio coherente en las nuevas condiciones históricas.
Porta fidei es una auténtica carta de navegación para la Iglesia en este momento histórico. ¿Sabremos aprovecharla? ¿Nos dejaremos asombrar, interrogar y corregir por ella? ¿O como tantas veces la intentaremos reducir a nuestros esquemas previos, la quitaremos la espoleta y convertiremos en pólvora mojada? Son preguntas abiertas que sólo en el tiempo encontrarán respuesta.
Redescubrir la fe y avivar la misión. Sumergirse en la vida de Cristo que actúa en su Iglesia y comprender las coordenadas culturales de esta hora. Sanar el tejido de la comunión eclesial y salir al aire (fresco o viciado) del mundo que nos toca vivir, sin otra garantía ni protección que la fe vivida en la compañía de los santos. Esa es la doble e indisoluble tarea que Benedicto XVI propone. Esperemos seguir contándolo en los próximos años.
Por último deseo reflejar ahora mi agradecimiento a cuantos con su testimonio de vida, compañía y amistad, han hecho posible esta modesta obra. A mi familia, testigo de mis horas buenas y malas, la compañía más fiel en el camino de la vida. Al movimiento de Comunión y Liberación, el hogar en el que aprendo y vivo la fe cada día. Al equipo de programas religiosos de COPE, con el que comparto el trabajo de contar cada día con pasión la vida de la Iglesia. Y a mis amigos de Páginas Digital, el medio en el que han visto la luz los textos que ahora recojo en este libro, con los que comparto la aventura de ofrecer una mirada ancha y profunda a la realidad en su misterio, como nos alienta y pide cada día Benedicto XVI.