De tierra de oportunidades a crisis humanitaria
Soy un lector asiduo de Páginas Digital desde hace varios años. La razón por la cual sigo visitando este medio es que encuentro que muchos reportajes me ayudan a vislumbrar aspectos del acontecer actual que no había considerado antes. Esto parece una trivialidad, pero no lo es en absoluto. Con la explosión de medios digitales que ha tenido lugar en la última década, también parece haber tenido lugar una explosión de la superficialidad en los medios de comunicación. Muchos periodistas parecen estar más interesados en “contagiar” a los lectores con su ideología preferida antes que contar lo que está pasando en la realidad. Entiendo que es una quimera la objetividad total, pero cada vez es más común encontrar relatos superficiales que son más un reflejo de la opinión o prejuicios del escritor que otra cosa.
Quizás quede más claro mi comentario si comparto parte de mi experiencia personal. En particular quisiera comentar una época que me tocó vivir de cerca porque lo encuentro relevante en relación con la situación actual de España.
Mi relato se centra en el periodo inicial de la Venezuela de Chávez, desde su primera campaña electoral en 1998 hasta el llamado conflicto petrolero que finalizó en 2003. Mi propósito es ilustrar la diferencia entre lo que nos ha tocado vivir y sufrir a nivel personal a muchos venezolanos en contraste con lo que se ha escrito en muchos medios de comunicación occidentales durante estos años.
Antes de Chávez, Venezuela era todavía un país plural, con una democracia imperfecta pero donde todavía estaba permitido opinar de manera distinta. Un ejemplo de la pluralidad y tolerancia de entonces es que el mismo Chávez había liderado dos golpes de estado y no solo había sido indultado, sino que además se le permitió presentarse a las elecciones presidenciales. Antes de estos golpes de estado, Venezuela era el país con la democracia más consolidada de la región, con un sistema bipartidista que se alternaba en el poder cada 5 años.
Recuerdo que la campaña electoral del 98 fue muy diferente a las anteriores. En ese entonces estaba cursando mi último año en la universidad y los candidatos no eran muy ilusionantes según mi parecer. Entre los principales candidatos había una ex-miss universo, un político en edad de retiro y un militar golpista e indultado.
Uno de los recuerdos más frescos en mi memoria es la frivolidad con la que fue tratada esa campaña electoral por muchas personas de mi círculo social. En la universidad muy poca gente parecía estar al tanto de lo que estaba pasando. Recuerdo dos tipos de opiniones en particular. Algunas personas creían que dentro de cinco años nadie se iba a acordar de Chávez, simplemente porque así había ocurrido en el pasado con anteriores presidentes. Otros pensaban que hacía falta un cambio, que no podíamos seguir con las mismas políticas fracasadas que habían sido intentadas hasta el momento; que había que intentar algo nuevo y que no había mucho que perder. Sobre el programa electoral de Chávez solo recuerdo tres elementos: “El Proceso” –una vaga alusión a una especie de programa electoral que nunca fue definido con términos concretos–, “La Constituyente” –una propuesta de cambiar la Constitución; nunca supe muy bien para qué hasta después de verla realizada–, y su promesa de luchar contra la corrupción y la oligarquía que tenían acaparado el poder.
Yo me pregunto hoy: ¿Era realmente muy difícil anticipar que Chávez representaba una verdadera amenaza para la convivencia pacífica y para el futuro de los venezolanos? ¿Qué esperaba el 56% del electorado al depositar su confianza en una persona que había liderado dos golpes de estado donde murieron cientos de personas? ¿De verdad creían que era la persona ideal para producir “el cambio” tan deseado en Venezuela?
Mucha gente por esa época se había olvidado de las causas del contexto global de la crisis económica que afectaba a Venezuela. Para ilustrar brevemente el contexto histórico, la economía venezolana está fuertemente correlacionada con el petróleo. Al final de los 90, el precio del barril de petróleo llegó a estar por debajo de los 10 dólares cuando el promedio histórico era de 20 a 30. Mucha gente se olvidó del hecho histórico de que recientemente había tenido lugar una crisis financiera y el gobierno se había visto obligado a financiar un importante rescate bancario. Tampoco ayudó la factura económica e inestabilidad política que habían traído las revueltas y golpes de estado fomentadas por Chávez y sus amigos.
Una corriente de opinión se quedaba en datos anecdóticos. Algunas personas sentían indiferencia por la política (como diciendo: y a mí, ¿qué me cuentas?) porque estaban convencidas de que era un oficio corrompido. Otros simplemente repetían cual robots los argumentos que le escuchaban al personaje de moda de turno. Una minoría se tomaba la cuestión en serio y trataba de cambiar la cultura clientelista reinante, que se podría resumir en lo siguiente: “Yo nací en un país rico y el Estado es responsable de distribuir. Si no tengo lo que me corresponde es porque alguien me lo quitó”.
El hecho es que Chávez logró vender la idea de que él era el mesías que hacía falta para hacer de Venezuela la tierra prometida, acabar con la corrupción y restituir a sus habitantes la riqueza que una oligarquía malvada se había robado.
Los resultados a corto plazo de los primeros años de gobierno de Chávez están a la vista. Entre sus muchos “logros” cabe destacar: una nueva Constitución que incluye cambios tan importantes como los nombres de las instituciones (del país, del tribunal supremo, del poder electoral, y un largo etc…), cambios en el escudo y la bandera o la posibilidad de reelección presidencial (luego comprendí que fue parte de una operación gigantesca para colocar en posiciones clave a gente de confianza del régimen). También hubo una gran crisis política que se saldó con el despido de más de 19.000 profesionales de la industria petrolera –a los cuales todavía hoy se les sigue conculcado sus derechos fundamentales, tales como el derecho al trabajo o a tramitar sus documentos de identificación personal–. También recuerdo la ignominia de la famosa “Lista Tascón” (una recolección de firmas de 2003 y 2004 para convocar a un referendo por la renuncia del presidente) que luego fue usada para discriminar a más de 3 millones de personas por sus ideas políticas.
Los resultados a largo plazo de los sucesivos gobiernos de Chávez también están a la vista. Las políticas de los gobiernos chavistas han logrado revertir el flujo migratorio; de ser un país de inmigrantes Venezuela pasó a ser un país de emigrantes. De ser un país receptor de refugiados, ha pasado a ser uno de los países con más peticiones de asilo a EEUU. De ser una tierra de oportunidades, ha pasado a ser un lugar donde la Asamblea Legislativa se ve obligada a declarar una crisis humanitaria. Otro fabuloso logro fue la pérdida de la zona en reclamación, una extensión de más de 100.000 km² donde hay enormes yacimientos petroleros que fue cedida a Guyana después de décadas de litigio en tribunales internacionales a cambio de apoyos puntuales para proseguir una lucha titánica contra “El Imperio”.
Lo que me parece increíble del asunto es que muy pocos medios informativos occidentales hayan ofrecido durante muchos largos años una visión más o menos imparcial de la involución política en Venezuela. Este tipo de datos objetivos han sido dejados de lado al momento de “informar” acerca de una realidad lacerante. Hasta hace muy poco tiempo, todavía se podía encontrar a un sinfín de periodistas e intelectuales alabando “los logros” de la revolución bolivariana y poniendo como ejemplo al socialismo del siglo XXI como la vanguardia de los movimientos sociales a nivel mundial.
¿Es posible aprender algo de esta experiencia? ¿Cuál es el precio personal de ser indiferentes a lo que está pasando a nuestro alrededor? ¿Es una buena alternativa “tragar” lo que nos ofrecen los medios u opinadores de oficio? Como ciudadanos o electores, ¿vale la pena hacer el esfuerzo de verificar por nuestra cuenta la historia que nos tratan de vender?
En relación a la situación política española yo me pregunto: ¿Es realmente muy difícil anticipar que un partido político que asesoró a Chávez representa una verdadera amenaza para la convivencia pacífica y para el futuro de los ciudadanos? ¿Qué espera el electorado de Podemos al depositar su confianza en personas que “asesoraron” a aquel presidente que había liderado dos golpes de estado donde murieron cientos de personas y que dejó a uno de los países más avanzados y prósperos de Latinoamérica hecho un solar? ¿De verdad creen que este tipo de personas son ideales para producir “el cambio” tan deseado en España? ¿Qué clase de futuro le espera a un país que deja las riendas del poder a esta clase de “ingenieros sociales”?
En el caso de Venezuela la situación demoró más de 15 años en agravarse gracias al maná que provenía de la bonanza petrolera más importante que ha tenido en toda su historia. En el caso de España, sin ese fabuloso recurso económico, ¿cuánto tiempo tardarán estos genios en dejarla desolada?