Cohetes en el cielo
El fin de semana pasado estuvimos pendientes del ingreso en la atmósfera del cohete chino Long March 5B. El pasado 29 de abril China lanzó con éxito el primer módulo de su propia estación estatal y para llevar el material a la órbita terrestre utilizó el Long March 5B, que era un cohete tan alto como edificio de 18 pisos. Pero el Long March, a diferencia de otros cohetes, no es reutilizable y los chinos lo dejaron sin control. El Pentágono creó cierto temor al subrayar que los restos estaban descontrolados y China le quitó importancia. Seguramente toda la información forma partía del enfrentamiento entre China y Estados Unidos.
Pero el caso del cohete chino es un caso interesante. Hace un año seguramente no le hubiéramos prestado mucha atención a esta noticia porque no nos creíamos invulnerables. Ahora sabemos bien que somos vulnerables y que hay amenazas invisibles que cambian la vida y el mundo. La vulnerabilidad, sea por un virus o por un cohete chino, parece que ha destapado el culto a la vieja diosa fortuna. Muchos vuelven a creer que el destino de su vida está en manos de una rueda de la fortuna que de un modo ciego reparte buena suerte entre algunos y desgracias entre otros. ¿De verdad nuestro destino depende del azar, de que nos caiga en la cabeza un trozo de basura espacial? ¿No hay otra alternativa? ¿No hay una esperanza más firme cuando cae basura espacial del cielo y cuando sigue circulando el Covid?