Cinco minutos de gloria

Cultura · Víctor Alvarado
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11 abril 2010
Al alemán Olivier Hirshbiegel le gusta crear historias de temática complicada, como fue el caso de El hundimiento (2004). En esta ocasión regresa con Cinco minutos de gloria, un drama premiado en el Festival de Sundance y basado en hechos reales.

La cinta gira en torno a la posible reconciliación 33 años después del suceso entre un asesino de Irlanda del norte y la víctima católica, que fue testigo del crimen cometido contra su hermano. Por esa razón, y en pleno proceso de paz del conflicto católico-protestante de Irlanda del norte, una cadena de televisión prepara un programa en directo en el que se intercambie una verdad por un perdón, coincidente con una práctica propuesta por el arzobispo Desmond Tutu cuando se trataba de solucionar el problema del Apartheid en Sudáfrica.

El sólido guión corresponde a Guy Hibbert, que viajó varias veces a Belfast desde Londres, buscando el reencuentro entre ambos, que no se produjo. La película nos parece un profundo estudio sobre el alma humana porque analiza razonablemente bien el pensamiento y los sentimientos de los protagonistas. No obstante, se podía haber sacado más en su desenlace.

Por un lado, el guionista desgrana de manera notable el malestar del asesino, al que su conciencia no le deja tranquilo a pesar de haber cumplido la pena y de estar arrepentido de su acción terrorista, puesto que busca el perdón de su víctima. También, aunque de pasada, parece que justifica su acción.

Por otra parte, la victima no olvida el sufrimiento del ser querido y sus ansias de venganza no le dejan ser feliz, por lo que llora desesperadamente en una de las escenas porque quiere que sus hijas estén orgullosas de él, pero hay que deducir el porqué.

Por último, las interpretaciones de Liam Neeson y de James Nesbitt nos parecen excelentes y se tomaron tan en serio una de las peleas de la película que aparecieron al día siguiente con el cuerpo lleno de moratones. Además, el final abierto de esta producción británica no debe dejar a ningún espectador indiferente, donde cada uno libremente puede sacar sus conclusiones.

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