Amerrika

En lo referente a las interpretaciones, habría que decir que resultan inmejorables, aunque yo destacaría el de la actriz Nissreen Faour, ya que refleja con habilidad la problemática de una persona que no comprende el miedo de la gente hacia ella como consecuencia de los atentados de Nueva York. Curiosamente, el actor Melkar Muallem posee cierto parecido con el jugador de baloncesto Ricky Rubio.
La cinta explica el otro punto de vista de la lucha de poder de Medio Oriente y sus alrededores frente a la cultura occidental. Los protagonistas expresan la dificultad para adaptarse en un lugar donde algunas personas le dan la espalda, mientras otras les aceptan. Por tanto, los desencuentros, que se producen, son consecuencia de un conflicto bélico y no de un choque de razas o culturas.
En definitiva, la realizadora consigue relatarnos, con un ritmo lento y pausado para facilitar la reflexión, una realidad desde una óptica muy humana, muy familiar, explicando que todos somos personas que sufrimos, reímos y nos enfadamos. Además deja claro que no todos los árabes son favorables o están de acuerdo con las posturas más radicales del islamismo.
Por otra parte, el largometraje se posiciona muy escorado hacia el lado palestino y profundiza sólo en esa parte del conflicto judeo-palestino. No capta la versión israelí que es víctima de innumerables atentados terroristas y que reciben presiones de toda la comunidad musulmana que les rodea. También se cuestiona la construcción del muro, cuando, según los expertos en geoestrategia, se ha reducido de manera considerable el número de agresiones. Llama la atención la escena del aeropuerto, donde los protagonistas se reconocen palestinos que vivían en el estado de Israel, un problema que se solucionaría con la creación del estado Palestino.