Algo nuevo bajo el sol
Es totalmente legítimo tanto mirar al encuentro de Cuba con la mirada del laico como con la mirada del creyente. Para ambos es evidente que en este mundo hay muy pocos acontecimientos que suceden por primera vez. Y este encuentro es una novedad absoluta. En la historia de la Iglesia ortodoxa rusa representa un acontecimiento de primerísimo nivel, el único de alcance mundial que aún no se ha producido a pesar de que se haya discutido sobre él durante al menos veinte años.
Sin embargo, este encuentro no es histórico solo ahora, en febrero de 2016, sino que es una novedad absoluta dentro de todo el periodo post-soviético. Desde el punto de vista de los contenidos, nos preguntamos a qué nos podrá llevar. Pero ya es absolutamente excepcional el simple hecho de que los primados de dos grandes iglesias se encuentren, aunque sea en un aeropuerto, como si fuera casi por casualidad. De hecho, parece el clásico “encuentro casual” cuidadosamente planificado. Naturalmente, los problemas no se van a resolver, lo sabemos. El encuentro tendrá más que nada un valor simbólico. Pero eso también es importante. ¿En qué consiste este simbolismo? En el testimonio de que existe una cristiandad única. Estando en Rusia, esto no resulta tan evidente, pues tenemos una sospecha tan encastrada hacia los católicos que se une estrechamente a la sospecha hacia Occidente en general. Por una parte sospechamos y por otra imitamos a Occidente, o al menos desde los siglos XVIII-XIX hemos copiado ciertas praxis y concepciones teológicas. Por ejemplo, miramos con interés la obra social de la Iglesia católica, el servicio social de los cristianos en el mundo occidental, que en los últimos 15 años también estamos haciendo en Rusia.
En efecto, vivimos una conjura del silencio respecto a la Iglesia católica. Mientras por un lado se preparaba este encuentro, por otro se temía que los fundamentalistas ortodoxos fueran totalmente contrarios, y que acusaran al Patriarca de traición a la ortodoxia, de hacer amistad con un hereje. Y seguramente oiremos cosas así. Pero por otro lado podemos afirmar que en los últimos 15-20 años, aunque sin demasiada publicidad, ha nacido una amplia colaboración entre ortodoxos y católicos tanto en el ámbito cultural como educativo, a nivel personal, entre simples cristianos, parroquias o incluso diócesis. Tal vez, ojalá, esta experiencia de colaboración que hasta ahora ha permanecido en el ámbito privado llegue a salir un poco más a la luz, para que podamos darnos cuenta de que hay una sola cristiandad, única. El encuentro de Cuba será testimonio precisamente de esto, de una unidad no solo auspiciada, esperada en el futuro sino ya presente.
Por supuesto, la prensa habla del Papa Francisco como de un “político global” que sabe jugar sus cartas en la arena internacional, pues gracias a él se han retirado las sanciones americanas a Cuba. Si quieren, también podemos mirar este encuentro desde este punto de vista. O bien podemos decir, como muchos han hecho, que la Iglesia rusa ha aceptado dejar a un lado los problemas que obstaculizaban el encuentro precisamente por amor a los cristianos de Oriente Medio y su sufrimiento. De hecho, si para nosotros los cristianos de Siria son una Iglesia hermana, pero siempre distinta, local, para la Iglesia católica se trata de sus parroquias, sus monasterios, sus sacerdotes, sus fieles, que sufren junto a los cristianos de otras confesiones. El Papa, en esta situación, es una figura importante, significativa. Si queremos dar un significado no teológico sino político, o cultural-político, al encuentro, podemos decir que la voz del Papa es de esas que se hacen oír. Será interesante ver el efecto que tendrán las dos voces juntas. No puedo imaginármelo, pues una cosa así no se ha oído nunca. Estoy de lo más intrigado.