Silencio político

El lunes, el diferencial de deuda seguía allí. Como en el cuento de Augusto Monterroso- que dice mucho con muy poco-. El discurso de altura del presidente in pectore, la noche del domingo, no había cambiado el paisaje financiero. La agencia de calificación Fitch pedía al nuevo Gobierno que sorprendiera con medidas drásticas. Hasta algunos economistas de los más cercanos a Rajoy proponían que se diera una vuelta por Europa para anticipar lo que iba a hacer. Pero Génova permanecía silente. A los periodistas que habitualmente cubren la información del PP les dijeron que se fueran de vacaciones porque no iban a producirse novedades. El miércoles se reunían en Moncloa Zapatero y Rajoy para empezar el traspaso de poderes. Se aplicaba la doctrina Arriola. De las reuniones que, a partir de ese momento ha tenido Soraya con Jáuregui no se ha dicho nada. Ese mismo día Rajoy recibía a Rato, presidente de Bankia. Después a Isidro Fainé, máximo responsable de la Caixa y a Paco González, presidente del BBVA. Y se contó que las citas con los banqueros se habían producido para preparar el Consejo Europeo del 9 de diciembre. La banca va a ser una de las grandes protagonistas de esa reunión.
Hace unos días Tano Santos, profesor de la Universidad de Columbia, explicaba que España no está intervenida por dos razones. Porque nuestro sistema político es más serio que el italiano y que el griego. Y porque las provisiones de nuestros bancos nos han dado hasta ahora un colchón. Advertía, eso sí, que ese colchón ya ha desaparecido. Es ua tesis que explica bien los pasos que ha dado un Gobierno que no es Gobierno. Las reuniones con los banqueros mandan el mensaje de que se está trabajando ya con nuestro talón de Aquiles. El silencio parece la fórmula elegida para ganar seriedad política. Los italianos y los griegos, como Zapatero, hablaban demasiado y hacían poco. Rajoy piensa que agitarse antes de tocar poder real le haría perder fuerza. La crisis de la deuda es un duelo entre la política y los mercados. Si en Europa hubiera más política, de la buena, todo sería diferente. El líder del PP ya dijo en campaña que no hacían falta gobiernos técnicos, como los que han impuesto los mercados en Grecia o en Italia, sino buenos gobiernos. La apuesta es arriesgada.