encuentromadrid 2010

¿Se puede salir de la crisis?

España · Luis Rubalcaba
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6 abril 2010
Este sábado he sido invitado a una mesa redonda del encuentromadrid que se titula "¿Se puede salir de la crisis?". No es una pregunta fácil.  En la crisis española el  Estado ha sido parte del problema -no tanto por acción como por inacción- (en la crisis internacional las responsabilidades están más compartidas entre muchos agentes). El Estado debe ser parte de la solución, pero si salimos bien de ésta no será por el Estado. Seguramente saldremos a pesar del Estado, gracias a la recuperación de la economía internacional y al empuje de muchos empresarios y trabajadores. La crisis afecta a todos y es competencia de todos colaborar para salir de ella. También del Gobierno.

Estado y política fiscal

Respecto al Gobierno, a corto plazo fue inevitable aumentar el gasto. Todos los países lo hicieron al comenzar la crisis y España no podía ser una excepción. Y es lógico que ese gasto suponga una mayor carga fiscal -directa o indirecta- antes o después. La cuestión es doble: ¿ha sido conveniente aumentar el déficit como se ha hecho? ¿Conviene subir el IVA como se ha aprobado como medida recaudatoria? Demasiado déficit nos acerca a Grecia, es una temeridad, aunque los griegos tengan mucha más deuda y su situación sea mucho peor y no comparable con la española.

Pero lo que cuenta hoy son las tendencias. En nuestro caso la deuda privada es peor que la pública. Pero la credibilidad es esencial, especialmente para cuando el Banco Central Europeo cierre el mecanismo de barra libre para préstamos a bancos. Ahí se verá la capacidad de financiación de nuestra deuda y la fortaleza o no de nuestro sistema financiero.  Tenemos niveles de deuda pública relativamente buenos, pero juntados con la deuda privada nos colocamos en el apalancamiento masivo de la sociedad española que ha originado gran parte de la crisis que tenemos. Mucha deuda y mucha deuda externa. Por ello, una tendencia muy mala en déficit y en deuda hace que el exceso de déficit esté siendo mirado con lupa por los analistas internacionales. El exceso de gasto nos compromete a todos hoy, además de comprometer el futuro de las generaciones que vienen por detrás.

Tardaremos muchos años en salir de ésta. No nos queda otra que ajustarnos al Programa de Estabilidad (2009-2013) para reducir el déficit público, sin que haya desviaciones significativas. Bajar los 50.000 millones de déficit recientemente aprobado por el Gobierno va en la dirección adecuada pero serán insuficientes si no se hacen otras reformas. Tenemos que reconocer que nuestra credibilidad está en juego y que nuestra economía podría verse en escenarios aún peores que el actual.

Necesitamos hacerlo para mantener la ventaja que aún nos da el tener un sector público con un peso relativo más reducido que el de otros países europeos. Como explicó recientemente Fernández Ordoñez, en la época de bonanza, un mayor peso del sector privado explicó una parte del mayor dinamismo de nuestra economía en un contexto en el que, además, se ha producido una descentralización del gasto público similar a la de Alemania después de la segunda guerra mundial, lo que ha permitido -hasta la fecha- una mayor eficiencia en la asignación del gasto. Pero hoy en día la tendencia de gasto en la administración central y en las autonómicas es preocupante, como he explicado antes.

En este contexto la subida del IVA es un nuevo parche que no soluciona el problema de fondo. Frente a esta crisis hemos visto ya muchos parches que no nos están sacando del atolladero. No están claros los efectos de la subida. Pueden ser incluso perjudicarles, más fraude, menos consumo, menos recaudación al final. Si ni siquiera sirve para aumentar la recaudación, entonces, ¿dónde está la utilidad? Además, la subida de impuestos debería ligarse a algo que se ofrece a la sociedad a cambio. ¿Qué se está ofreciendo a cambio? La mayor carga fiscal, ¿realmente va dirigida la mayor carga fiscal a algo que merezca la pena? Pensemos que tenemos ahora un problema de consumo, pero, aún peor, un problema esencial de la economía española es la pérdida de competitividad, y para ello necesitamos reformar el sistema tributario bajando impuestos a las empresas y autónomos y reduciendo las cotizaciones a la Seguridad Social. Esta bajada de impuestos es necesaria, luego la única forma de cuadrar el círculo es reduciendo el gasto público.

Las políticas de gastos tienen que respetar tres principios: realismo, racionalidad y moralidad. Son los tres principios que Luigi Giussani fijaba como premisas de todo conocimiento, de toda acción humana. Realismo, en este caso  tener en cuenta los límites del gasto, lo que hay y lo que no hay. Racionalidad, hay que tener todos los factores en cuenta. Es un despropósito  gastar sin medir las consecuencias. Moralidad, es necesario dejar espacio para que los sujetos se impliquen en la construcción social. No se trata de desarrollar  un Estado que sustituya la libertad de la gente, sino que la promueva. No es lo mismo unos gastos que otros, unos impuestos que otros. No es lo mismo gastar en nuevos funcionarios o gastar en infraestructuras.  No es lo mismo el gasto corriente o el apoyo a líneas de crédito o subvenciones a la I+D. El gasto debe buscar promover el afecto de la gente hacia su propio desarrollo, facilitando las cosas. No lo contrario.

Trabajo y reforma laboral

Todos hablan de reformar el mercado laboral. Somos el país avanzado con más paro, con más temporalidad, con más rigidez y segmentación del mercado. Uno de los de países con menos trabajo a tiempo parcial.  Otros países que han sufrido también  la crisis no han perdido tanto empleo. ¿Por qué? Porque tenemos un mercado muy rígido.

Somos el país que está generando casi la mitad del paro de toda Europa. La crisis no la ajustamos vía salarios o precios, sino cantidades. Los despidos generan una espiral de desconfianza negativa. Esto afecta a todos, pero sobre todo a PYMES (el 98 por ciento de las bajas empresariales en la crisis han sido de empresas con menos de 10 asalariados). Los sistemas de negociación colectiva vía convenios sectoriales están obsoletos porque no tienen en cuenta los datos de la realidad de la empresa concreta. Fijan parámetros genéricos y obstaculizan los ajustes. Con un marco laboral más flexible se habrían cerrado menos empresas y se habría hecho menos daño al capital productivo y humano en España. Los despidos y los cierres son una descapitalización que hay que evitar por muchas razones, primero por las humanas, pero por las económicas también.

La misma temporalidad laboral, enorme en España, es una respuesta a la rigidez laboral. Todas las reformas del mercado laboral son pasos hacia mercados laborales más eficientes, lo que en muchas ocasiones implica mayor liberalización y flexibilidad, y mayor solidaridad también, puesto que se trata de perder seguridad en el propio puesto para ceder parte de la seguridad a los que tienen menos empleabilidad.  Siempre ha sido así y será así. Si hay que optar entre empleo regular para muchos o buen empleo para pocos, la segunda opción parece la más justa y la más eficiente, la más
barata para empresas y para el Estado. Y para el conjunto de los trabajadores. En cierto sentido es un problema de solidaridad. ¿Por qué en Holanda o Dinamarca no están teniendo paro en esta crisis? ¿Tendrá algo que ver los altísimos porcentajes de población con empleados a tiempo parcial de Holanda o con las reformas de flexiguridad hechas en Dinamarca? ¿Qué hay que  reformar? España necesita cosas como que las indemnizaciones por desempleo se fijen en función de la vida laboral, que se mejore la seguridad jurídica en el mercado laboral, que se luche por eliminar la temporalidad, para lo que el contrato único puede ser una opción a considerar,  que se desarrollen realmente políticas activas y de formación.

Esto último es realmente importante porque al final, ¿de dónde nace la seguridad de encontrar trabajo? De tener la capacidad y aptitud para adaptarse a un nuevo entorno. De mejorar la empleabilidad. Con ello se pueden promover  la movilidad geográfica y funcional, en contextos donde los sistemas de  negociación estén más descentralizados y donde la flexibilidad y el cambiar de trabajo y de sueldo no se perciba como una amenaza sino como una oportunidad.

Y junto al ámbito de las reformas legales, creo que es necesario realizar un trabajo cultural, fomentar la cultura del empleo frente a cultura del desempleo; apoyar el valor positivo del trabajo; preparar frente al riesgo; fomentar  la movilidad laboral o del trabajo a tiempo parcial, que concilia la vida privada y familiar con la vida laboral. Todo forma parte de opciones culturales que vehiculan una  pluralidad de formas de empleo y nuevos protagonismos en el mundo del trabajo. Se trata de construir, dice el lema del encuentromadrid.

Sectores y cambio del modelo productivo

Por último, los economistas españoles siempre decimos que hay que cambiar el modelo productivo. Pero el necesario cambio del modelo productivo pasa, no por desechar, sino por mejorar nuestra construcción y nuestro turismo. Para cambiar no se puede pasar por encima de estos dos sectores tan decisivos en nuestra economía. Ambos requieren reajustarse, especialmente la construcción, y lanzarse a la exportación, para compensar la falta de negocio en España. Esto implica internacionalización e innovación. ¿Y el paso a otros sectores? España tiene sectores potentes: las telecos, los bancos, la consultoría, los creativos, las industrias del ocio.  No podemos pretender ser los líderes en biotecnología o en aerospacial, aunque tengamos cosas buenas en estos sectores que también hay que apoyar. Nuestro país es hoy un país de servicios. Por ello hay que cambiar en gran medida las políticas de I+D+i que se hacen en España y orientarlas hacia aquello en lo que podemos ser fuertes. Hay vida más allá de las energías renovables y semejantes. Además de la innovación hay que hacer reformas estructurales en otros ámbitos: alquiler y vivienda; impulso a la competencia en los servicios; transporte ferroviario de mercancías; energía y administración pública.

Más allá de la política de I+D+i, o de otras políticas, hacen falta políticas educativas, ¿qué puede hacer que un empresario de la construcción o un trabajador busquen reciclarse en otro sector? ¿O que empresarios activos busquen salir al exterior y empezar negocios en China? Hay que ser conscientes de lo que tenemos y de lo que no. Vivimos demasiado fuera de la realidad. Una mentalidad cortoplacista nos ha llevado a la crisis internacional y la crisis nacional. Y a las políticas económicas contraproducentes. El medio y largo plazo son importantes y por ello las reformas económicas de la que he hablado, entre las cuales la innovación y la educación me parecen las fundamentales. ¿Qué implica apostar por el futuro? Los retos en educación son evidentes y nos indican que es necesaria una calidad formativa diferente y una mentalidad abierta a la corresponsabilidad en el trabajo. Es necesaria una mayor conciencia de lo que es la vida y el propio trabajo para poder construir una economía con cimientos sólidos desde la sociedad.

Luis Rubalcaba es catedrático de Economía

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