Sako invoca de los líderes musulmanes la libertad religiosa

Mundo · Robi Ronza
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15 febrero 2016
Dados los límites que existen tanto en términos de apoyo popular como de eventual sujeción al proyecto político de uno u otro gobierno, bienvenido sea todo lo que desde el mundo musulmán contribuya a deteriorar la pretensión del integrismo islámico de ser hoy la única voz auténtica. Por tanto, no se puede más que valorar y compartir la iniciativa del patriarca caldeo Louis Raphaël I Sako, líder de la martirizada iglesia católica caldea, la comunidad cristiana más numerosa de Iraq, que no dudó en dirigir un largo mensaje a la Conferencia por la defensa de los “derechos de las minorías religiosas en los países de mayoría musulmana” convocada en Marrakesh a finales de enero por el rey de Marruecos, Mohamed VI, con el apoyo de un gran centro cultural con sede en los Emiratos Árabes Unidos.

Dados los límites que existen tanto en términos de apoyo popular como de eventual sujeción al proyecto político de uno u otro gobierno, bienvenido sea todo lo que desde el mundo musulmán contribuya a deteriorar la pretensión del integrismo islámico de ser hoy la única voz auténtica. Por tanto, no se puede más que valorar y compartir la iniciativa del patriarca caldeo Louis Raphaël I Sako, líder de la martirizada iglesia católica caldea, la comunidad cristiana más numerosa de Iraq, que no dudó en dirigir un largo mensaje a la Conferencia por la defensa de los “derechos de las minorías religiosas en los países de mayoría musulmana” convocada en Marrakesh a finales de enero por el rey de Marruecos, Mohamed VI, con el apoyo de un gran centro cultural con sede en los Emiratos Árabes Unidos.

En dicha Conferencia participaron más de 250 personalidades musulmanas, tanto religiosas como políticas, y también se invitó a personalidades representativas de las minorías en cuestión. El encuentro terminó con la firma de una “Declaración de Marrakesh” donde, remitiendo a la Constitución o Carta de Medina, sellada por el mismo Mohamed, se lanza un llamamiento a los “estudiosos e intelectuales musulmanes de todas partes del mundo para que desarrollen jurisprudencia sobre un concepto de ciudadanía que sea inclusivo para los diversos grupos. Tal jurisprudencia deberá fundarse sobre la tradición y sobre los principios islámicos, y tener en cuenta los cambios que se están produciendo a nivel global”. En la misma línea, la Declaración continúa con llamamientos análogos a las “autoridades y a las instituciones educativas musulmanas”, a los “políticos y responsables de las tomas de decisiones”, a las “personas cultas, artistas y creativos”, etcétera, para terminar afirmando que “es inconcebible servirse de la religión para reprimir los derechos de las minorías religiosas de los países musulmanes”.

Quedan en la sombra puntos importantes como, sobre todo, el reconocimiento de la libertad para convertirse del islam a otra fe religiosa, pero aun así el llamamiento conserva toda su importancia crucial, verdadero punto clave de la Declaración, para construir en el ámbito de la fe y del pensamiento islámico un concepto de ciudadanía inclusivo también para los no musulmanes. Desde este punto de vista, la Declaración de Marrakesh va aún más allá que el importante Mensaje de Amman publicado en 2014 en la ciudad de la que toma su nombre, al término de una conferencia similar convocada por el rey de Jordania, Abdalá II, con el fin de “confirmar los valores fundamentales de compasión del islam, de mutuo respeto, de tolerancia, de aceptación y libertad de religión”.

Dicha Conferencia, en la que participaron casi 200 expertos musulmanes procedentes de 50 países distintos de todo el mundo, se reunió, como afirmó el propio Abadlá II en su discurso inaugural, en respuesta al hecho de que “el mensaje islámico de tolerancia ha sido sometido a un duro e injusto ataque por un lado de una parte de Occidente que no entiende la esencia del islam, y por otra de personas que, afirmando sus vínculos con el islam, se esconden detrás del islam para cometer actos irresponsables”.

En su mensaje a la Conferencia de Marrakesh, el patriarca Sako señaló con mucha firmeza y precisión los límites que no solo en el derecho sino también en la praxis administrativa y judicial, más allá de las costumbres, los cristianos y otras minorías se encuentran en su vida cotidiana en Iraq. Sobre la base de tales ejemplos, pedía a los musulmanes de buena voluntad que pusieran remedio con un compromiso puntual a todos los niveles contra la discriminación de la que los no musulmanes son objeto en los países de mayoría islámica. En los llamamientos mencionados, a los que la Declaración de Marrakesh pone su último eslabón, el eco de la concreción de las exigencias de monseñor Sako parecía evidente.

En todo caso, el camino que queda todavía es largo, pero estos intentos de auto-reforma del islam merecen ser mirados con simpatía y también apoyados, aun con toda la discreción necesaria. Reconocidos ambos como descendientes directos del Profeta, ambos reyes de Marruecos y Jordania tienen en el mundo musulmán un papel simbólico y un prestigio sin parangón respecto a cualquier otra autoridad actual. Hay que desear que estas iniciativas suyas alcancen el mayor éxito posible.

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