¿Qué futuro para Europa?
La Conferencia sobre el Futuro de Europa (CoFoE) pasó sin pena ni gloria hace pocos años. Fue “un ejercicio de opinión en sentido ascendente centrado en los ciudadanos”, según dijeron los representantes Costa, por el Consejo europeo, Sassoli, por el Parlamento europeo y Von der Leyen, por la Comisión. Un lenguaje claramente “bruselense”.
El presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo, Patxi Aldecoa, entrevistado en estas Páginas recientemente, consideró que en ella estuvo infrarrepresentada la sociedad civil, que el sistema de selección de los ciudadanos –por sorteo-, como poco fue sui generis, y, finalmente, que los europeos sentían mayoritariamente que las instituciones europeas no les escuchaban, si bien, que la UE necesitaba tener más competencias para afrontar los retos y desafíos ya presentes.
La CoFoE, con todo, llegó a proponer en su informe final 326 medidas que se han ido cumpliendo y evaluando a lo largo de estos años. Recogían el sentir de los europeos, reunidos junto con las instituciones comunitarias.
Entre el 6 y el 9 de junio de 2024, los europeos, esta vez de manera más tradicional, fueron llamados a las urnas para conocer su opinión. Los ciudadanos europeos, que son sujetos de derechos y de obligaciones, se han manifestado en torno a los programas electorales de los más diversos.
No he hecho el ejercicio de comparar las 326 medidas con los programas de PPE, PSE, Renew y Greens, pero apostaría una caña y un pincho de tortilla de patata con cebolla, que habrá una gran coincidencia.
Pero existe un problema en todo esto. ¿Algún partido político, algún político, algún medio excepto este, le ha hablado de estas 326 medidas? ¿Alguien se leyó al menos el programa del partido al que votó? ¿Alguien habló de Europa? ¿Alguien de las impactantes medidas del Informe Letta, para la reforma del Mercado Europeo?
Euroescépticos, uno da un puntapié, y salen 100. Federalistas europeos, uno los busca, y no hay manera de encontrarlos. Conclusión empírica: es más fácil criticar que construir. Y la razón es porque seguramente no sea bastante que nos hablen de Europa para ser europeístas, o que no baste con disfrutar las bondades racionales de la libertad de movimientos de capitales, mercancías y personas. Parece que las 12 estrellas quedan muy altas.
Y esto nos lleva al palabro de “construcción europea”, palabro federalista por excelencia, y también, constructivista y racionalista. Vendría a significar que el legislador todo lo puede, hasta construir la Unión Europea por la vía de las regulaciones, las armonizaciones y las leyes. Y, esto, sería algo tan evidente y bueno de apreciar y observar, que habría de generar europeos europeístas a raudales.
Pues bien, esto no sucede, por desgracia, pero lo bueno es que no sucede lo contrario, es decir, no se generan olas de furibundos anti Unión Europea, a tenor del deseo que refleja el Eurobarómetro de los europeos, que apoyan a la Unión de largo, pues un 73% reconoce que la UE impacta en su vida diaria, y un 71% que lo hace de manera beneficiosa.
Tampoco, si uno observa los resultados electorales de las recientes elecciones, cabe inferir un repunte exagerado de posiciones nativistas, identitarias, soberanistas, patrióticas o anti Unión Europea. No de manera preocupante en una Unión Europea comprometida con la defensa de Ucrania, y en plena reestructuración industrial de su industria de defensa.
Vistos los resultados, el Grupo Popular Europeo, que sustenta la moderación y la centralidad en Europa, ha ganado las elecciones europeas, aumentando en 10 escaños, mientras que el resto de sus socios, como el Grupo Socialista Europeo, perdía 4, los Liberales, 23 y los Verdes, 18. Por otra parte, la Izquierda (radical) ha perdido 1 escaño, mientras que las derechas populistas-nacionalistas de los conservadores “a lo Meloni”, y los de la derecha dura “a lo Lepen”, han subido 4 y 9 escaños. Finalmente, el grupo de los no adscritos ha subido en 38, de los cuáles, al menos 37, son de extrema-extrema derecha, derecha alternativa, xenófoba, y/o pro-rusa. Con este plantel tan derechista, es posible que pronto VOX sea la derechita cobarde en Europa y acabe en el PPE… Al tiempo.
De estos resultados caben extraer varias conclusiones:
Una. Los europeos han optado por opciones moderadas mayoritariamente. Precisamente, la DSI pide de las opciones políticas paciencia, modestia, moderación, caridad, generosidad (Exh. Ap Christifideles laici, san Juan Pablo II). Siempre se puede decir que no lo es apoyar el aborto, ciertamente, pero el proyecto de convivencia de los extremos es simplemente insufrible para la gran mayoría social, y la lacra del aborto, como la esclavitud requiere de un cambio de mentalidad que bien poco logran las batallas culturales. Más zanahorias y menos palos, diría el castizo.
Dos. Si se unieran las derechas populistas, por simplificar, serían el segundo grupo de la Eurocámara. Pero son muy heterogéneas, y les une solo frenar el proceso de “construcción europea”, criticando la vertiente tecnocrática, que “haberla ayla”, y proponiendo una vuelta cacofónica a un pasado legendario, que se escurre por entre los dedos de la mano (Puy de Fou).
Tres. El Partido Popular Europeo se verá tentado a pactar con algunas de las fuerzas conservadoras, lo cual es natural entre partidos conservadores, y para algunas cuestiones. Exigirá un respeto exquisito a los postulados demócrata y socialcristianos para el siglo XXI. Además, exigirá de la socialdemocracia, los verdes y los liberales no empujar al PPE hacia los populistas, así como autocontrol para una Comisión muy probablemente presidida por Von der Leyen en un difícil equilibrio de apoyos. Era Norberto Bobbio quien sostuvo que eran más posible los pactos en el mismo eje ideológico que con los opuestos, cuando estos son posibles.
Cuatro. Hay riesgos. Desafíos. Wücker nos dijo en Páginas que “las personas que no son conscientes de sí mismas son prisioneras de sus percepciones del riesgo”. Los votantes son personas y por eso, sobre ellos, se han desplegado técnicas electoralistas que buscan su manipulación y su voto en lugar de sacar los mejor de ellos como ciudadanos. El rinoceronte gris del que habla Wücker es el populismo, pero era Putin, y tantos otros desafíos, por mucho que haya verdad en la inestabilidad laboral, el acceso a la vivienda o la calidad de la educación, la sanidad o la administración de justicia.
Por tanto, siempre hay riesgos, y en el plano europeo, el riesgo mayor es fiarlo todo, por parte de los europeístas, a la regulación constructivista, y que la “construcción europea” abandone el dialogar a todas horas, en todas partes, con el deseo de la opinión pública europea, de su sociedad civil organizada, de su tejido social.
Cinco. La Unión podría entrar en estériles debates que en España ya se ve a dónde llevan sobre la naturaleza y el ser europeos.
Seis. La cuestión que creo se debe responder en un plano político, es la de despejar si tenemos una clase política capaz de dialogar con la opinión pública nacional, y llevarla de la mano a una escala europea, como si de un trabajo hercúleo se tratara. Se trataría de conjugar lo orgánico, con lo tecnocrático y lo político. Se trata de que los partidos políticos dialoguen con la opinión pública, y la publicada. Es el “contacto orgánico” que decía el anti europeísta (o pro británico) John Laughland. Y el Reino Unido se acabó yendo.
Siete. El Partido Popular Europeo, tiene los mimbres de un mensaje basado en el pensamiento personalista, la solidaridad, la propiedad, la libertad, la subsidiariedad, la familia, las relaciones de trabajo y con el medioambiente,… capaces de construir la Unión Europea, en diálogo.
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