Puigdemont y Rajoy ante la grieta catalana

El 58,4% en Cataluña cree que el pulso político daña la convivencia. Un 59% ha dejado de hablar de política con algún amigo o familiar. Un 86,9% ha dejado de hablarse o verse con alguien, además de que un 87,7% ha dejado algún grupo de whatsapp por este motivo (encuesta Gesop esta semana para El Periódico). Y sin embargo, las portadas de periódico siguen hablando de enésimas etapas siempre “históricas” por llegar; cada semana es la decisiva. “Histórico” ya no define un día, sino una banalidad. Siempre viene “mañana” el fin de una historia que parece escribirse irremediablemente, a pesar nuestro.
Esta semana, una vez más, llega otro momento final, ahora con la esperanza de un posible acuerdo de camino común que pueda dibujarse en la comparecencia “in extremis” del president Puigdemont en el Senado. ¿Solución? Puede ser el inicio de un encuentro, pero la sociedad en Cataluña está ya fuertemente agrietada en dos polos profundos que hablan en longitudes de onda muy distintas. Unos hablan de ley, de legitimidad, de unidad y de conveniencia económica. Otros, sobre todo, de sentimientos y de un nuevo “derecho a decidir”. Todos, eso sí, esperando un irremediable curso de la Historia al que estamos convencidos de estar sujetos a pesar de nuestra libertad individual. ¿No hay remedio para el abismo?
La aplicación del artículo 155 de la Constitución española, como respuesta a la ilegitimidad del procés, abre la mayor regresión de autogobierno en Cataluña tras la Transición democrática. Es un saldo, como las grietas en la convivencia, que arroja “el procés”, y que no arreglará la intervención del Gobierno, por muy irremediable que fuese precisa. Pueden intervenirse las televisiones y radios públicas, pero su cultura caló hace tiempo en una población, acostumbrada también durante generaciones a ser educada en una Historia y Geografía diseñadas con la mirada en una nueva patria a la que llegar “mañana”.
Quizá la portada “histórica” de la Revolución francesa sea la toma de la Bastilla. Y sin embargo una nueva forma de conocer la realidad con la inmanencia de Descartes y el trabajo de la Enciclopedia diseñaron un conflicto que para miles de ciudadanos acabó en la persecución y la guillotina en aras del progreso.
Hoy la liquidación de personas y el porrazo en nombre de las ideas es un fenómeno en las redes sociales sí, pero que acaba en grupos y familias que se rompen, en empresas que se van o proyectos que se abortan. Se escriben historias reales con la tristeza de lo que se rompe. Ojalá sea esta nueva “fecha histórica” de Puigdemont en el Senado el final de ese “procés” y lleguemos a diseñar un camino nuevo en que quepan todos. Y que lo escribamos todos con una nueva forma de vivir y convivir que no subcontrate a un ideología política nuestra humanidad.