Prevaricación continuada
Lo importante no era instruir de un modo adecuado el sumario para ir hasta el fondo de la trama de corrupción del entorno del PP. Lo importante era que los periódicos más afines al Gobierno tuvieran en el momento político más relevante datos de ese sumario que implicaban a los líderes populares. El desprestigio de la justicia, el incumplimiento de la obligación del secreto para el sumario y el resultado final de la investigación en realidad no importaban lo más mínimo. El problema no es el PP, que debería de estar más interesado que nadie en esclarecer el asunto. Lo relevante es el desprestigio de nuestros tribunales, del que depende nuestro bienestar, que provoca Garzón.
El Superior de Justicia de Madrid no precisa qué pruebas quedan anuladas, le pide al instructor, el juez Pedreira, que decida qué ha quedado contaminado del sumario y qué debe quedar anulado. Pero el mal ya está hecho. En este caso, en muchos otros. Especialmente en el de la causa general contra el franquismo. Ejemplo paradigmático de cómo se puede utilizar la toga no para hacer justicia sino para intentar destruir ese milagro de reconciliación que fue la transición. Pero parece que la impunidad, por fin, se ha acabado. La que ha sido una moral de continua prevaricación -resolución injusta a sabiendas- puede convertirse en una prevaricación demostrada y sentenciada. El Supremo está en ello.