Entrevista a Joseba Arregi

`Ni la derecha se fia de la lealtad de la izquierda ni la izquierda de la legitimidad de la derecha`

Entrevistas · Juan Carlos Hernández
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30 septiembre 2019
En el espacio público de la democracia, dentro de la Constitución, todos los actores son igualmente legítimos. La falta de compresión de esta norma básica es lo quiebra continuamente la democracia en España, afirma Joseba Arregi.

En el espacio público de la democracia, dentro de la Constitución, todos los actores son igualmente legítimos. La falta de compresión de esta norma básica es lo quiebra continuamente la democracia en España, afirma Joseba Arregi.

La situación de bloqueo político ha mostrado unos líderes alejados de la realidad y ha desvelado una clara falta de confianza que no permite poder construir nada en común. ¿Es esta la primera tarea, recobrar la confianza hacia el otro?

Estoy convencido de que la democracia española tienen un mal de raíz. Su origen igual no está en la transición pero de tanto celebrar lo bien que fue se nos olvidó una cosa muy importante. Y es que la democracia no sobrevive si no se hace pedagogía democrática día a día. Franco nos dejó una herencia mortal en ese sentido y es que nos hizo creer que por estar contra él éramos demócratas. Y no sabíamos lo que era la democracia realmente. Hemos acertado con la transición pero luego hemos creído que como ya somos demócratas ya no tenemos que hacer pedagogía y no tenemos nada que aprender. Y yo creo que ese es uno de los grandes agujeros de la democracia española la falta de pedagogía democrática y el ir continuamente a menos.

Dentro de la pedagogía democrática hay un punto que me parece esencial y que no se ha terminado de aprender. La democracia es el espacio público de las verdades penúltimas. Ese principio de la aconfesionalidad del Estado algunos creen que se refiere solo al cristianismo (hay que quitar las cruces, no hay que ir a los funerales, no hay que celebrar las fiestas religiosas…). No, la aconfesionalidad del Estado, tomado con toda seriedad, dice mucho más y es que en el espacio público de la democracia no hay ninguna verdad última ni legitimidad última y nadie es, por tanto, poseedor ni de la verdad última ni de la legitimidad última. Y eso no se ha predicado en el sentido literal de la palabra. No se ha hecho pedagogía de que eso es lo que constituye el espacio público de la democracia y donde todos los que actúan dentro del marco que nos hemos dado, que es la Constitución, son igualmente legítimos. Pero ni la derecha se termina de fiar de la lealtad al Estado de la izquierda ni la izquierda admite la legitimidad democrática de la derecha. Y esto es lo que quiebra una y otra vez la democracia en España. Y cuando se llega a situaciones donde hay que pactar no es que no quieran o no sepan, es que no han interiorizado los principios que constituyen el espacio público de la democracia.

Por tanto no es algo coyuntural sino que existe un problema mucho más profundo.

Ha aparecido con aquello que los periodistas predicaban como la llegada del paraíso democrático con finiquitar el bipartidismo. Esto simplemente ha creado la oportunidad para poner de manifiesto nuestra incapacidad democrática de interiorizar los principios básicos de lo que es y constituye el espacio público de la democracia.

Como cualquier bien moral la democracia no es un bien que una vez alcanzado ya es eterno sino que debe ser cultivado constantemente.

Efectivamente, yo he reflexionado muchas veces sobre la herencia que nos dejó Franco, que fue una herencia venenosa, de hacernos creer que éramos demócratas porque estábamos contra Franco. Sin embargo, estar contra Franco se puede hacer desde una posición mimética, siendo exactamente igual de dictador que él. La democracia es otra cosa y hay que aprenderla diariamente.

Esta situación podría ser el caldo de cultivo para un aumento del voto protesta, para generar un desencanto con la democracia… ¿Qué repercusiones podría tener este bloqueo político a nivel social?

Me llama mucho la atención estos días y me tiene aturdido cómo aumenta, según las estadísticas, la secularización de la sociedad española. Se observa un descenso de las prácticas religiosas, del número de creyentes, de la pérdida de poder social de la Iglesia que se celebra por determinados medios… Sin embargo, eso no ha acabado con la necesidad de la fe en la sociedad. Sino que hoy en día se cree en la ciencia, se cree automáticamente como verdad lo que pone en un panel que dice que dentro de ochenta años el mar va a crecer tantos metros. ¿Y en ochenta años no va a aparecer ninguna otra variable? ¿Controlan los científicos todas las variables que influyen en el cambio climático? Probablemente no, porque eso sería ser como dioses. Estamos creyendo en la omnipotencia de la ciencia.

Hay una fe ciega en todas estas cosas y hay una opinión pública que obliga a entrar por ahí, me refiero al cambio climático, ya sé que estoy hablando como un hereje, lo mismo pasa con el feminismo. Hoy en día hay nuevas ortodoxias y existimos nuevos herejes que no queremos tragar con todo lo que la opinión pública nos presenta como dogma de fe permanente. El vacío dejado por Dios, desde los tiempos de Hegel, en la cultura moderna se está llenado de nuevos dioses que son pretendidamente tan omnipotentes o más que el anterior.

Václav Havel decía que nuestro modo de vivir el día a día es la primera forma de hacer política. Si vivimos con dignidad allí donde estamos contribuimos al bien común. En el contexto en el que nos encontramos muchos ciudadanos están muy enfadados y se plantean no ir a votar o votar en blanco. Pero esto no construye. ¿Cuál es el camino para construir?

En primer lugar, preguntar a todos esos que están enfadados cuál es su comportamiento en la familia. Si es un comportamiento de pacto, de ayuda al otro, de crear espacios comunes… Segundo, cuál es su comportamiento en las reuniones de la comunidad de vecinos. Es decir, la convivencia parte de cosas muy básicas y fundamentales que hay que construirlas, como dice Havel, en ese yo de la vida cotidiana… en la empresa. Hace poco he leído en un periódico que al regreso de vacaciones un porcentaje alto no se presentaba al trabajo, ¿somos responsables en el día a día? Reclamamos que otros arreglen todo pero nosotros no aportamos. Es decir, habría que hacer un examen de conciencia de todo lo que está pasando.

Se escucha a muchos comentaristas en tertulias serias y en tertulias no tan serias y casi todas las frases empiezan: “Yo, en mi opinión”. En realidad no es su opinión porque es su sentimiento o su percepción porque luego no se argumenta. La libertad de expresión está por encima de cualquier cosa, así no hay convivencia, no se piensa desde el otro. En la construcción de la cultura y de la economía moderna hemos hecho cosas que han tenido efectos colaterales, unos previsibles, otros no. Hemos cometido fallos y ha habido efectos colaterales que se dice son responsables del cambio climático. Vale, y las acciones que vamos a hacer ahora, ¿no van a tener efectos colaterales? De repente nos hemos convertido en dioses y de ahora en adelante todo lo que hagamos va a ser según queremos que se haga y solo con los efectos que nosotros queremos que se produzcan. Como si fuéramos Dios omnipotente, ¿vamos a eliminar de repente la idea misma de efecto colateral? No, lo que hagamos hoy dentro de cien años también tendrá efectos colaterales que no prevemos ahora. Porque seguiremos siendo humanos y meteremos la pata y un poco de humildad no nos vendría mal, incluida Greta Thunberg.

Una vez eliminado Dios necesariamente aparecen otros dioses como afirmaba antes pero da la sensación de que también renace hoy en día un deseo de autenticidad, un deseo de belleza, de que las relaciones sean un bien… Incluso un movimiento como el 15M, con todas sus limitaciones y confusiones, podría haber sido expresión de esto.

Recuerdo una frase que me hizo dudar desde el principio de lo que pudiera aportar el movimiento del 15M. Era “Democracia ya”, el grito “democracia ya”. Esta instantaneidad, este “presentismo”, no hay pasado ni futuro, la democracia ahora… es un regreso a la infancia, es de un infantilismo increíble. Es la maduración lo que nos hace retrasar la satisfacción de las necesidades y de los deseos. “Democracia ya” indica que no están dispuestos a trabajar ni a sufrir ni a dar tiempo a que se madure lo que se quiere conseguir. Es negar la diferencia radical con respecto al mundo instintivo. Claro que hay un vacío pero lo quieren rellenar ya. Es la cultura de “lo quiero ahora”. Quiero un piso ahora, quiero una satisfacción ahora. Para conseguir un piso las generaciones anteriores han tenido que vivir durante mucho tiempo de alquiler. Un mundo que sí tiene vacíos pero quiere la satisfacción inmediata de ese vacío. Hace falta distancia, hace falta maduración, hace falta trabajo y esfuerzo… términos que quizá no son los habituales hoy en día.

“La democracia es el espacio público de las verdades penúltimas”

“La secularización no ha acabado con la necesidad de la fe en la sociedad”

“El vacío dejado por Dios en la cultura moderna se está llenado de nuevos dioses”

“No hay convivencia si no se piensa desde el otro”

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