Los huesos han hablado: por fin tenemos gobierno y un Presidente.

España · Angel Satué
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26 febrero 2016
Cuento con 300 palabras para hacer de brujo. Como en la serie de Vikingos, echaré unos huesos al suelo y veré el futuro, sentado al fuego en mi tienda de pieles. Después, no pido a mis atentos lectores que laman la palma de mi mano como signo de veneración, ni que me paguen el óbolo de Caronte, pues bastante tienen ya con lamerse las heridas provocadas por la crisis, que amenaza con hacerse crónica al mutar de económica a política, en ambos casos, sistémica. 

Los huesos han hablado.

Sánchez-Rivera no conseguirán salir el próximo 1 de marzo ni a por pipas.

Rivera y el Partido Popular, con Rajoy tocado por algún caso mediático de corrupción, podrán llegar a algún entendimiento, sobre la servilleta de un papel de reservado (categoría superior de papel, en el mundo de los papeles). Siempre hay papeles y papeles. Y el que representan partido popular y partido socialista, siempre según mis huesos, es el de votantes de la investidura de Rivera, con paridad roji-azul en el gobierno, presidido y coadyuvado por dos ministros naranjas, tirando a limones.

A S.M. (¡Viva!) le permitirá moderar como se ha de moderar, y ya sabemos que arriesgar por el centro, no es arriesgar demasiado, si el centro se sostiene en sendos pilares, derecho e izquierdo. Se queda de frontón Podemos, que puede hacer de alegoría de lo que pudo ser y no fue. Estilo griego Varufakis. El rey reina pero no gobierna. PPSOE no pueden decir que no coinciden con Cs, ¡¡¡si han pactado!!!. El color naranja, hasta ahora asociado al butano, ahora es un color de poder, como antaño el púrpura.

Por raro que parezca, se ha quedado un hueso en el cubilete. Es un hueso de gallina. Da que pensar. Debe representar nuevas elecciones. La opción gallinácea por excelencia.

 

Cuento con 300 palabras para hacer de brujo. Como en la serie de Vikingos, echaré unos huesos al suelo y veré el futuro, sentado al fuego en mi tienda de pieles. Después, no pido a mis atentos lectores que laman la palma de mi mano como signo de veneración, ni que me paguen el óbolo de Caronte, pues bastante tienen ya con lamerse las heridas provocadas por la crisis, que amenaza con hacerse crónica al mutar de económica a política, en ambos casos, sistémica.

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