La libertad, Sancho…

España · Gabriel Richi Alberti
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5 noviembre 2021
Con motivo del 80 cumpleaños del cardenal Angelo Scola el 6 de noviembre, la edición francesa de la revista Communio ha publicado un número especial para rendirle homenaje, donde se incluye este artículo

«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida» (Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha II parte, capítulo LVIII). Estas celebérrimas palabras, que Don Quijote pronuncia tras abandonar el palacio de los Duques y recobrar la libertad, vienen con naturalidad a la mente del lector de lengua española cuando descubre el título que el cardenal Angelo Scola ha dado a su autobiografía: He apostado por la libertad (2018 y 2020; esp.2019). Y vienen a la mente, obviamente, a quien ha tenido la gracia de poder trabajar, durante años, al servicio de las diferentes tareas que la Iglesia ha encomendado al cardenal: desde la etapa como rector de la Pontificia Universidad Lateranense, al período como patriarca de Venecia, hasta el final de su ministerio pastoral como arzobispo de Milán. He apostado por la libertad no es simplemente un título, sino una descripción precisa de la comprensión del cristianismo y de la naturaleza de la misión que ha caracterizado el ministerio pastoral de nuestro homenajeado. Aún más, en este acento sobre la libertad es posible identificar uno de los hilos conductores –si no el principal– de su amplia producción teológica y cultural.

A mostrar la plausibilidad de esta última afirmación están dedicadas estas páginas.

Una libertad generada

La consideración de la libertad como “tema” central del pensamiento y de la teología de Scola no debe llevarnos a minusvalorar un dato esencial y originario. Nos referimos al primado de la iniciativa, libre y gratuita, de la Trinidad que sale al encuentro del hombre en el hoy de la historia, a través de la comunidad cristiana. En efecto, según nuestro autor, la libertad humana es constitutivamente responsorial y no puede ser concebida como un punto de partida absoluto: ella es donada a sí misma por el amor del Creador y redonada permanentemente por la gracia redentora de la Pascua. Apostar por la libertad, así pues, es apostar –en palabras de Don Quijote– por «uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos».

La libertad, por tanto, está originariamente constituida por el don gratuito que la funda y la hace existir en cada instante: en virtud de ese don es capaz de responder a la vida como vocación. Esta es, en efecto, una expresión recurrente en los textos de Angelo Scola: la vida es vocación, y ello precisamente porque Otro nos constituye como libertades llamadas a responder.

Cabe, además, destacar que la libertad, con la que el hombre viene a este mundo, renace históricamente en el encuentro humanísimo con la comunidad cristiana, signo e instrumento de la presencia del Resucitado a lo largo del tiempo y del espacio.

Scola desarrolla esta precedencia de la gracia que funda la libertad a partir de dos claves: el cristocentrismo y la forma eclesial de la fe. Ambos ejes de su pensamiento aparecen como elementos esenciales desde sus primeros escritos. Baste recordar el título de su primer volumen de eclesiología Avvenimento e Tradizione (1987), en el que encontramos la asunción decidida de la enseñanza conciliar sobre la sacramentalidad de la Iglesia junto a la reflexión sobre el empeño político de los católicos, empeño de la libertad que nace de la asunción de la communio como principio orgánico de la materialidad de la existencia. Algunos años más tarde publica las dos ediciones de Cuestiones de Antropología Teológica (1996 y 1997; esp. 2000), volumen cuya primera parte está dedicada precisamente a “El hombre en Cristo” y en el que, a continuación, se afronta explícitamente la libertad y su itinerario moral.

El punto de partida, por tanto, de la libertad y de su desarrollo histórico en la vida del cristiano es la participación, como miembro de la familia de los hijos de Dios, en la vida misma del Resucitado en virtud del don del Espíritu. De ahí que se pueda sostener sin temor alguno el carácter central de la libertad.

Una antropología dramática

Una de las disciplinas en las que la centralidad de la libertad se percibe con mayor claridad, y al mismo tiempo constituye el eje de la reflexión, es el ámbito de la antropología teológica.

A dicho ámbito llega Scola a través de sus estudios en teología moral –in primis con su tesis de doctorado La fondazione teologica della legge naturale nello Scriptum super Sententiis di San Tommaso d’Aquino (1982)–, aunque pronto se convierte en uno de sus campos específicos de reflexión.

De la mano de Hans Urs von Balthasar –con el que tuvo ocasión de colaborar y a cuyo pensamiento ha dedicado varias contribuciones, entre ellas Hans Urs von Balthasar: un estilo teológico (1991; esp. 1997)–, Scola propone una consideración del hombre en términos de antropología dramática, según la cual el hombre puede preguntarse sobre su esencia solo desde el interior de su existencia (cf. La persona humana. Antropología teológica, 2000; esp. 2003). En este marco cobra una importancia de primer orden la atención a la categoría de experiencia humana común, caracterizada por Scola como experiencia integral y elemental. A este respecto las aportaciones de Luigi Giussani y de Karol Wojtyła –a ambos ha dedicado sendos volúmenes: La experiencia humana elemental: la vena profunda del magisterio de Juan Pablo II (2003; esp. 2005) y Luigi Giussani. Un pensamiento original (2004; esp. 2006)– son significativas en la elaboración del pensamiento de nuestro autor. Un texto sintético sobre la comprensión de la experiencia por parte de Scola –entre los numerosos artículos dedicados a su profundización– es la siguiente contribución: “Per un’antropologia drammatica: Teologia 36 (2011) 559-572.

En este mismo contexto, nuestro autor parte del peso objetivo de la libertad en la experiencia humana a la hora de afrontar algunas cuestiones específicas más propias, tales como la posibilidad de releer los contenidos fundamentales de la ley natural en términos de experiencia humana elemental, la acción humana, el peso de la libertad y su relación con la fe en el matrimonio, el fundamento antropológico de la economía, o las cuestiones antropológicas ligadas a la bioética y a las neurociencias.

Otro aspecto significativo que conviene citar en este ámbito es la atención que el cardenal Scola ha prestado a la realidad de la salud y la medicina. Vale la pena citar, a este respecto, libros como Se vuoi, puoi guarirmi (2001), La buona salute (2002) y Morte e libertà (2004), en los que reflexiona sobre el nexo entre salud y salvación, y el cuidado médico en términos de arte terapéutica.

El misterio nupcial

Scola, sin embargo, afrontó el estudio de la antropología teológica en un ámbito académico muy concreto: el entonces Pontificio Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre Matrimonio y Familia, del que fue presidente desde 1995 a 2002. En dicha sede impartió, durante años, el curso “Análisis teológico de la comunión interpersonal”, en el que comenzó a profundizar su reflexión sobre la polaridad hombre-mujer y sobre lo que acabará denominando el misterio nupcial (cf. Hombre-mujer. El misterio nupcial, 2000 y 2014; esp. 2001). Este es, quizá, el aspecto más original de su reflexión sobre la libertad.

Según nuestro autor, el vínculo indisoluble entre diferencia sexual, don de uno mismo y fecundidad constituye la característica de todas las formas posibles de amor, desde la Trinidad a aquellas deformadas por la experiencia del pecado. El misterio nupcial es la estructura misma del amor y en dicha estructura la libertad juega un papel insustituible: la libertad –emblema de lo humano– provocada por la presencia del otro –que en ningún modo puede ser considerado como una prolongación de uno mismo (diferencia sexual)– a la salida de sí y a la entrega (donación), florece en el posible fruto gratuito del hijo (fecundidad).

Precisamente la centralidad de la libertad permite a Scola un pensamiento sobre la diferencia sexual que, sin minusvalorar el dato biológico, da todo su peso al “proceso de sexuación”, en el que la libertad se hace cargo de la propia identidad sexual. Son temas fundamentales a la hora de pensar el camino de cada hombre y de cada mujer, la tarea educativa de los padres y, ciertamente, el desafío de los gender studies.

Libertad y verdad

La reflexión sobre la antropología dramática y, concretamente, sobre la diferencia sexual, conduce a nuestro autor a emprender el camino del estudio del principio de la diferencia en su nivel ontológico o, por decirlo de otra manera, del estudio del fundamento. En este ámbito se percibe la robusta armazón filosófica recibida en la Università Cattolica del Sacro Cuore, de Milán, de la mano de su maestro Gustavo Bontadini, y profundizada a lo largo del tiempo, también gracias a las aportaciones de la fenomenología francesa, sobre todo en torno al tema del don.

Una de sus publicaciones principales a este respecto vio la luz en la revista Communio, iniciativa con la que ha estado comprometido desde los inicios de su edición italiana: “¿Qué fundamento?”: «Communio» 22 (2002) 1, 98-112.

En este contexto –el ámbito de la teología fundamental–, una de las líneas de desarrollo del pensamiento de Scola ha consistido en subrayar el hecho de que la verdad es ofrecida siempre a la libertad y que de ella ha de recibir reconocimiento. Se encuentra aquí la raíz de su propuesta de diálogo interreligioso que considera clave el testimonio –como camino libre de acceso a la verdad– y el encuentro interpersonal. Precisamente el nexo verdad-libertad constituye el antídoto más eficaz para cualquier tipo de fundamentalismo y de relativismo, y abre el espacio para la contribución de los hombres de las religiones al bien común de la sociedad. Este es el ámbito en el que el cardenal Scola ha promovido una de sus iniciativas más originales y fecundas. Nos referimos a la Fondazione Oasis, que publica la revista homónima. Surgida para responder a la petición de ayuda, en el ámbito cultural, por parte de algunos obispos de países de mayoría musulmana, Oasis lleva ofreciendo su valiosa contribución desde el año 2004. Se trata de una expresión emblemática de esa vía estrecha –como la cuerda de la montaña– que Scola ha identificado a menudo como el camino de la Iglesia en nuestro tiempo. ¿En qué consiste? Él mismo lo describe en su autobiografía: «La vía de la cuerda es la de quien propone el acontecimiento de Jesucristo en toda su integridad, irreductible a cualquier facción humana. ¿Cómo? El sujeto eclesial, viviendo los misterios de la fe en su integridad, llega hasta explicitar todas sus implicaciones».

La concentración antropológica de la eclesiología

La insistencia en la communio como forma histórica en la que la libertad renace permanentemente da razón del interés de nuestro autor por la eclesiología. El volumen ¿Quién es la Iglesia? Una clave antropológica y sacramental para la eclesiología (2005; esp. 2008) constituye, en cierta manera, la exposición más madura de su pensamiento sobre la Iglesia. Scola habla de la doble concentración, sacramental y antropológica, que permite pensar el misterio del Pueblo de Dios en la integridad de sus factores. Y utiliza precisamente el término “concentración” para subrayar que se trata no tanto de un contenido concreto de esta disciplina, cuanto de una orientación metodológica que reconoce el carácter dinámico de evento salvífico propio de la Iglesia y la perspectiva pastoral que, sobre todo tras el Concilio Vaticano II, está llamada a asumir la eclesiología. De este modo, la Iglesia, por una parte, no encuentra su fundamento en sí misma, sino en el don histórico de la autocomunicación de la Trinidad, según la lógica sacramental de la revelación, y, por la otra, acontece siempre en los fieles cristianos según el ritmo propio de la acogida de sus libertades. Hasta tal punto es central esta percepción del nexo entre lo sacramental y la libertad que, como preparación para la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía, de la que fue Relator General, publica un volumen titulado: Eucaristía, encuentro de libertades (2005; esp. 2005).

La propuesta de Scola ayuda a recibir la herencia conciliar sobre el misterio de la Iglesia (LG I) y sobre el Pueblo de Dios (LG II) en profunda unidad. En este contexto es necesario citar su notable contribución al debate sobre la adecuada recepción del Vaticano II, que ha visto enfrentados a historiadores y teólogos precisamente a causa de una incomprensión última de la riqueza del evento Iglesia: Reforma de la Iglesia y primado de la fe. A propósito de la hermenéutica del concilio Vaticano II (2013).

El itinerario teológico y ministerial del cardenal Scola permite describir su pensamiento como una reflexión sobre la experiencia en acto del pueblo cristiano y, al mismo tiempo, ayuda a reconocer en sus “escritos pastorales” las líneas fundamentales de su teología. Vale la pena citar tres ejemplos que responden a los tres períodos de su ministerio como obispo residencial. En su primera nota pastoral como obispo de Grosseto, y a partir de un versículo joánico (Jn 8,36), identifica explícitamente la libertad como fruto del encuentro con Cristo: Sarete liberi davvero! (1991). En Venecia, como patriarca, recoge en un volumen sus intervenciones en la que denominó “escuela de método”: Come nasce e come vive una comunità cristiana (2007). Por último, durante su episcopado milanés –con ocasión de la fiesta anual de san Ambrosio–, propone su visión de la Iglesia reflexionando sobre la contribución que la comunidad cristiana ofrece a la sociedad civil: por ejemplo No nos olvidemos de Dios (2013; esp. 2014) y Un nuovo umanesimo per Milano e le terre ambrosiane (2014).

Edificación de la vida buena

Los discursos a la ciudad en la fiesta de san Ambrosio, recién citados, fueron una tradición que Scola recibió de sus predecesores. No obstante, hay que reconocer que se trataba de una iniciativa que engarzaba perfectamente con su comprensión de la vida cristiana y de su tarea en la búsqueda del bien común y en la edificación de la vida buena. Ya pudo comprobarse en los “discursos del Redentor” que propuso durante su ministerio como patriarca de Venecia.

En efecto, el interés por la res publica y la responsabilidad cristiana en este ámbito están inscritos en la historia personal de nuestro autor, basta leer las páginas de su autobiografía. Pero se trata de un interés que es cultivado activamente y perseguido en fidelidad a los encuentros y las provocaciones que la historia ha ido indicando. La importancia de la familia y de las cuestiones educativas y bioéticas son subrayadas desde el período de su servicio académico en Roma (cf. ¿Qué vida? La bioética en cuestión, 1998; esp. 1999) y durante todos los años de su ministerio episcopal (La cuestión decisiva del amor: hombre-mujer, 2002; esp. 2003; Famiglia risorsa decisiva, 2013). Además, solicitado en muchas ocasiones por interlocutores procedentes del mundo económico, social y político, el cardenal no ha dudado en afrontar los temas propios de la doctrina social de la Iglesia (cf. La dottrina sociale della Chiesa: risorsa per una società plurale, 2007), llegando a proponer una visión articulada de la participación de los católicos en la vida pública, en torno a lo que denomina una “nueva laicidad”: Una nueva laicidad (2007), La vita buona (2009), Buenas razones para la vida común (2010; esp. 2012;). La agudeza y pertinencia de sus reflexiones condujeron a un célebre periodista y politólogo italiano a hablar de Scola como el cardinale laico.

Buscando que «la inteligencia de la fe llegue a ser inteligencia de la realidad, clave de juicio y de transformación» (Benedicto XVI al Pontificio Consejo de los Laicos, 21 de mayo de 2010), Scola no ha tenido reparo en afrontar la situación en la que se encuentra el mundo occidental y las debilidades y oportunidades de las comunidades cristianas: ¿Postcristianismo? Malestar y esperanza de Occidente (2017; esp. 2018). En dicho volumen, vuelve a identificar en el testimonio –que, como sabemos, encuentra en el martirio su máxima expresión– la vocación y la tarea propia de los cristianos, así como el camino siempre posible y abierto ante nosotros.

Pasión educativa

Quien le conoce sabe de la pasión educativa que caracteriza la vida del cardenal Scola y que ha sido el motor de las numerosas iniciativas pedagógicas y académicas que ha llevado a cabo a lo largo de su ministerio episcopal. La pasión por la libertad del otro, en efecto, es fuente continua de propuesta educativa de manera que el interlocutor pueda ponerse en juego y decidir qué camino emprender, verificando la tradición recibida y, si procede, haciéndola propia y enriqueciéndola con su aportación.

En ámbito académico contamos con dos publicaciones que reflejan este aspecto de la producción de nuestro autor: Ospitare il reale. Per un’”idea” di Università (1999) y La passione di educare. Scritti del Cardinale Angelo Scola sull’educazione, l’università e la cultura (2012).

Obviamente, la educación no se identifica simplemente con el ámbito docente. Por ello, Scola también ha ofrecido a sus lectores algunas obras que podríamos considerar como ejemplos de educación cristiana básica: Gesù, destino dell’uomo (1999), Chi è il cristiano. Duemila anni un ideale senza fine (2000), La vicinanza del mistero (2001), Vogliamo vedere Gesù (2007), Il Padre Nostro (2009), Maria, la donna. I misteri della sua vita (2009), Vivere da grandi (2011), Capaces de infinito (2015; esp 2016), Anunciar a Cristo en el cambio de época (2019).

Por último, cabe citar en este ámbito dos volúmenes dedicados explícitamente a la formación de los candidatos al presbiterado, en los que Scola ha recogido, entre otros materiales, algunas instrucciones a los estudiantes del célebre Seminario de Venegono en Milán, sobre el seminario como comunidad de seguimiento y las dimensiones afectiva, sapiencial y pastoral de la formación: Dio ha bisogno degli uomini (2016) y Atraídos por Cristo. Reflexiones sobre la formación sacerdotal (2017).

Como ha podido comprobar el lector, nos hemos limitado prácticamente a recorrer los principales títulos de la bibliografía de Angelo Scola con la intención de mostrar que la libertad –considerada por el cardenal como elemento fundamental para la educación en la fe– constituye un hilo conductor que permite, en cierta manera, leer en unidad su amplia producción. Ciertamente, como hemos dicho al inicio, se trata de una libertad que brota del evento salvífico de Cristo, muerto y resucitado, centro del cosmos y de la historia, a partir del designio salvífico de la Trinidad que crea al hombre y le llama a ser hijo en el Hijo. Una libertad que florece en la comunión de la Iglesia, garantía de la dignidad personal y del camino comunitario de los cristianos. Una libertad que, permanentemente educada, se pone en juego en la historia que comparte con todos los hombres y colabora así en la edificación de la vida común.

Al final de estas páginas nos queda simplemente expresar un deseo. Lo hacemos con palabras esta vez de Miguel de Unamuno en su comentario al Don Quijote. Son palabras que quisiéramos describiesen el surgir de la misma pasión por la libertad presente en la vida y el pensamiento del cardenal Scola: «Y la fe, amigo Sancho, es (…) facultad de admirar y confiar. (…) Ten fe, pues, Sancho; ten fe, aunque te falte el ánimo de Don Quijote. La fe cumplió en ti su milagro; el ánimo de Don Quijote es ya tu ánimo» (Miguel de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho, capítulo XIII).

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