La corrupción no es excusa
Según el portavoz socialista en el Congreso, Antonio Hernando, la pestilencia de la corrupción que anega al PP ha roto todos los puentes y hace imposible la confianza mínima para sostener un diálogo constructivo en torno a los presupuestos y a cualquier otro asunto de interés nacional que requeriría el acuerdo de los partidos constitucionalistas. Seguramente Hernando ya no recuerda las sabias palabras del actual presidente de la Gestora del PSOE, Javier Fernández, cuando afirmó que no se podía demonizar a un partido que acababa de cosechar el apoyo de ocho millones de españoles, a pesar de los numerosos casos de corrupción que ya le habían afectado. A Fernández le vamos a echar mucho de menos, porque es un político con la rara virtud de decir verdades incómodas (para su propia parroquia, me refiero), y sobre todo porque ha demostrado encarnar la cultura que hizo posible nuestra Transición.
Al líder asturiano le faltó decir (aunque lo pensara) que, además, no se puede demonizar a un partido que constituye uno de los pilares de nuestro sistema constitucional. Luchar contra la corrupción es una tarea inexcusable, pero no se puede usar como artimaña para contribuir a demoler nuestra casa común. De hecho la Gestora del PSOE actuó en consecuencia y favoreció la gobernabilidad de España según la única lógica razonable, lógica que, por cierto, acaba de defender alguien tan poco sospechoso como el expresidente Zapatero, al afirmar que no tendría sentido (ni ahora ni en el futuro) que gobierne quien no ha conseguido la mayoría de los votos.
Alguien tan políticamente incorrecto, tan heroico en la defensa de las libertades y tan leal con sus principios como el socialista vasco Teo Uriarte, se ha atrevido a decir que la posibilidad de que quiebre el sistema constitucional que custodia nuestra convivencia en libertad es más preocupante que la propia corrupción, con toda su pestilencia. Hace falta valor para decir esto en los días que corren, y más para decirlo desde la izquierda. Pero este es el valor, como el que ha mostrado Fernández, que permite construir un país en medio de la tormenta.
No trato de quitar hierro a la corrupción, que por cierto afecta terriblemente a todos los que han tocado poder, aunque las varas de medir, política y mediática, sean tan distintas. La corrupción tiene raíces culturales y morales profundas, aunque también encuentra su ecosistema en ciertos vicios de nuestro sistema democrático que necesitan ser corregidos con decisión. Tampoco rebajo la gravedad de la concatenación de casos que han afectado al PP madrileño, un partido que ya ha pagado una dura factura en términos electorales, y es posible que deba seguir pagándola. Los ciudadanos dirán.
Se comprende el shock múltiple que provoca ver a todo un expresidente de una gran Comunidad autónoma entre rejas. Aun así, mientras los truenos repican, cabe decir que el PP ya lo había apartado decididamente de escena. Ahora hace falta que funcione el Estado de Derecho, que el partido se regenere a fondo, que presente sus credenciales y se someta al veredicto ciudadano. Y si es posible, que no se tire por la borda el trigo con la cizaña, en una ceremonia que tiene muy poco que ver con el bien común y con el deseo de una buena política.
Es posible que el portavoz socialista Hernando, que ya ha cambiado varias veces de opinión, viera muy achicado su espacio mientras Podemos planteaba el linchamiento público de un partido que representa a ocho millones de españoles (Javier Fernández dixit), pero que sobre todo representa (junto al PSOE) el sistema que la formación morada quiere destruir. La pregunta es si realmente Hernando se cree (él y su grupo) lo que dijo. La pregunta es si realmente los apestosos casos de corrupción (suponemos que incluye también lo sucedido en Andalucía y en Cataluña) significan una enmienda a la totalidad frente a cualquier intento de diálogo constructivo en esta legislatura.
Los históricos datos de empleo en abril son un buen índice de una situación que no debiéramos desaprovechar como país, sin olvidar que el desafío secesionista sigue vivo en Cataluña, que el proyecto europeo atraviesa la peor crisis de su historia. Una cosa es combatir la corrupción (toda la corrupción) y otra aprovechar esa llaga para poner en riesgo tantas cosas. Tendremos que esperar a que el PSOE decida su futuro en las inminentes primarias. Esperemos que lo que está sucediendo en Francia sea motivo de reflexión para todos.