Reconectar el voto y la experiencia social

`Es tremendo que ciertos sectores rehúyan el contacto con la política: favorecen poderes opacos`

Entrevistas · F.H.
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15 marzo 2019
Juan José Laborda, expresidente del Senado

Juan José Laborda, expresidente del Senado, histórico socialista y director de la cátedra Monarquía Parlamentaria, analiza con paginasdigital.es el contexto en el que se desarrollan las próximas elecciones.

En las campañas electorales se produce una situación de polarización, pero parece que desde diciembre de 2015 estamos en un escenario nuevo. La polarización ha aumentado tanto que parece haberse disuelto el “nosotros” de un país compartido.

Desde 2015, pero vendría de más lejos, nuestra democracia se rige por la lógica del enemigo, una lógica que Carl Schmitt desarrolló perfectamente, y hay que saber que Schmitt fue el teórico y doctrinario más eficaz y brillante contra la democracia liberal o representativa. En pocas palabras, la democracia está sufriendo mucho porque hoy se rige con premisas contradictorias a su lógica. Eso afecta a la convivencia social y también a la convivencia nacional y territorial. Sólo una cierta adhesión a la idea de Europa nos salva de una crisis total.

¿Cuál es el nuestro nivel de diálogo social?

Hay poco diálogo porque no hay debate en las instituciones parlamentarias o representativas. La red y los medios de comunicación, la videopolítica de Giovanni Sartori, hemos comprobado que no crean el demos democrático. Tendrían que ser los sismógrafos de la opinión pública nacional, regional y local, y resulta que producen terremotos.

¿Votamos más por pulsiones de última hora que haciendo una valoración en función de nuestras experiencias concretas de implicación social?

Tengo la impresión de que a partir de ahora el votante elige por motivaciones que son sólo interesadas, sin el componente ético o ideológico de hace unos años. Hay desconfianza en los líderes, no se conoce a la gran mayoría de los candidatos, y se elige en el cerrado espacio del supermercado de los partidos políticos. Como no hay ideales o metas políticas, el votante opta o prueba la mercancía de este día, la que le parece mejor, más barata o más divertida.

¿La polarización política refleja la polarización social o es un falso espejo de la vida social?

Hay muchos sectores y actividades valiosos social y moralmente que rehúyen el contacto con la política. Es tremendo, porque esa realidad sólo favorece a los poderes opacos, sean mediáticos, económicos o ideológicos. Los estudios sociológicos reflejan un interés sostenido por la política, pero una desafección hacia los líderes políticos.

Parece imposible pensar en la política como una vocación animada por un ideal. ¿Qué nos ha pasado? ¿Tenemos graves carencias culturales y educativas?

Pienso desde hace veintitrés años que los partidos políticos están anticuados; en realidad no cumplen lo que estipula la Constitución en su artículo 6. ¡Y está en el capítulo más importante de la Constitución de 1978, el de los principios de nuestro sistema constitucional!

A menudo parece que, desaparecido el voto de pertenencia, lo que prima es el instinto o el sentimiento, quizás un deseo de defender ciertos intereses o el miedo a la derecha o a la izquierda. ¿Es esto reversible?

Quizá sea efecto de ese voto que no se decide por causas morales o ideológicas, sino que elige cómo se compra, sin demasiada convicción, aunque esté muy irritado con los fabricantes o los vendedores del producto elegido. Así, electorado izquierdista se hace votante de Le Pen en Francia, o lo que ha sucedido también en Andalucía con Vox. El comportamiento electoral será cambiante e imprevisible porque no hay un debate sobre el futuro, y eso se mantendrá mientras los europeos carezcamos de un proyecto para la UE en este mundo global que no sabe a dónde ir.

En una sociedad cada vez más fragmentada parecen interesar no tanto ofertas políticas con soluciones generales sino opciones de sectores sociales que quieren hacer oír su voz. ¿Es posible reconstruir una agenda común?

Lo común ya no puede ser sólo nacional, y muchísimo menos autonómico. Lo común es Europa. ¿Cómo no es posible crear un discurso político común sobre la base de las grandes aportaciones espirituales de Europa? La filosofía griega, el derecho romano, la igualdad de los hombres del cristianismo, la universidad, la ciencia y la técnica, el Estado, los Derechos Humanos, la libertad de pensamiento, la democracia representativa, etc, son creaciones del genio europeo, y son las claves con las que se está construyendo la actual globalización. O aprovechamos la oportunidad, o nos convertiremos en el parque temático o el museo mundial.

¿Qué nos permitiría reconstruir un nosotros, una tensión a lo que antes se llamaba el bien común?

Hace falta que las autoridades gubernamentales y parlamentarias convoquen a los que piensan sincera y libremente sobre ese común denominador de esta época, y que propongan después medidas a desarrollar en los próximos años. Lo común implica un acuerdo o lo que nosotros denominamos un consenso político.

¿Qué permitiría conectar las experiencias de participación, de vida social, con el voto?

Alain, un escritor moralista francés, cuya influencia en los pensadores del siglo XX fue enorme, quiso defender a la democracia de la III República de las consecuencias desmoralizadoras del II Imperio, y de la derrota de Sedán (con la pérdida de Alsacia y Lorena), con ideas como el famoso “compromiso”; el “compromiso” consistía en saber que la democracia necesitaba una ética personal de defensa de sus valores, asumir que implicaba sacrificios y que, en lugar de la disciplina militar, el ciudadano democrático defendería la democracia con la educación y la cultura. Alain combatió la superstición y la alienación tradicionales. Hay que entender que escribió en tiempos del “asunto Dreyfus”, pero muchas de sus opiniones servirían para la superstición y la alienación de la videopolítica y de la información-espectáculo de nuestros días.

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