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Elogio del pacto

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16 junio 2013
Almuerzo en el Palacio Chigi. El primer ministro italiano invitó a comer la semana pasada a los ministros de Economía y Empleo de Alemania, Francia, Italia y España. En su casa, para hablar del Consejo Europeo de finales de mes. Acordaron reclamar que se ponga en marcha, cuanto antes, el plan de empleo que incluye 6.000 millones de euros para combatir el paro juvenil.

Almuerzo en el Palacio Chigi. El primer ministro italiano invitó a comer la semana pasada a los ministros de Economía y Empleo de Alemania, Francia, Italia y España. En su casa, para hablar del Consejo Europeo de finales de mes. Acordaron reclamar que se ponga en marcha, cuanto antes, el plan de empleo que incluye 6.000 millones de euros para combatir el paro juvenil.

Letta lanzó un SOS: o se cambia o las elecciones al parlamento de Estrasburgo del próximo año van a ser un terremoto de antipolítica, una revolución contra una Europa que no es capaz de dar soluciones a sus ciudadanos.

Los países del sur, España e Italia, se sentaban a la mesa del Palacio Chigi respaldados por sendos pactos de política interna con los que llegarán al Consejo Europeo. En el caso de Rajoy se trata de su primer acuerdo con los socialistas desde su victoria electoral. En el caso de Letta, del pacto de Gobierno que ha salvado al país del abismo en el que le precipitó el Movimiento 5 Estrellas de Grillo. Se habla mucho del riesgo de que Letta pierda el apoyo de los italianos, de la necesidad de que actúe rápido para llevar a cabo una reforma constitucional de calado. Se agitan los peligros de la división interna en el Pdl (centro-derecha) y en el Pd (centroizquierda). Pero lo cierto es que el acuerdo de hace casi dos meses ha sido una solución exitosa cuando el desastre parecía descontado. La estabilidad de la I República italiana se basaba en una inestabilidad en la que era posible que todos pactaran con casi todos. Eso desapareció en los años 90. Y la generación de italianos que tiene 20 años no ha conocido el juego del compromiso.

Tampoco la generación de jóvenes que en España nació a comienzos o a mediados de los 90 ha conocido el pacto entre los dos grandes partidos políticos, el PP y el PSOE. Y por eso son más escépticos. La izquierda socialista española, primero ante la posible victoria de Aznar y, luego cuando su triunfo era cierto, decidió romper el consenso en torno a las grandes cuestiones de Estado. Se quebró el gran acuerdo que hizo posible la transición de la dictadura a la democracia. El diálogo entre los socialdemócratas, los conservadores, los liberales y los democratacristianos, que fraguó la Europa de postguerra, desapareció pocos años después de la caída del Muro de Berlín. Esa falta de conversación ha provocado que la derecha, al menos la española, se haya dejado llevar en los peores momentos por las nefastas influencias de los neocon estadounidenses. Y que la izquierda haya abrazado un republicanismo radical. La polarización llegó al extremo en 2003, antes y después de la victoria de Zapatero.

Por eso es tan importante que el PP y el PSOE, el Gobierno y la oposición, hayan sellado un pacto en torno a tres cuestiones fundamentales: políticas activas de empleo, Unión Bancaria, y crédito para las PYMES. Los partidos minoritarios y los nacionalistas no se han sumado. No importa. Se trata de dejar claro que la derecha y la izquierda de Gobierno comparten las soluciones esenciales que reclaman de Europa.

Parece poco porque España es en este momento un país que no acomete con seriedad la transición del Estado a la Sociedad del Bienestar, que no acaba de asumir un nuevo modelo productivo, que tiene un Gobierno estable pero a menudo autista y sin un proyecto de fondo. A lo que se añade una izquierda ideológicamente perdida. Pero es mucho. Porque es un modo de hacer pedagogía, de mostrar que la política, la buena política, consiste en sumar recursos para afrontar las necesidades más urgentes.

El euro se salvó el pasado mes de septiembre cuando el BCE decidió poner en marcha el programa de compra masiva de deuda. Eso permitió que los países del sur, y con ellos la moneda única, no sufrieran un grave colapso. Ese programa está recurrido ante el Tribunal Constitucional de Alemania. Con este paisaje, no va a ser fácil que triunfe la solución que van a defender los países del sur: un BCE capaz de dar crédito a las PYMES. Pero quizás se encuentren otras soluciones. El dinero puede venir del Banco Europeo de Inversiones. Lo importante es que la Europa de la postguerra, la que unió a conservadores, liberales y socialdemócratas, pueda cabalgar de nuevo. El reto no es menor que el de hace 60 años.

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