San José de Costa Rica

Un diluvio infinito

Editorial · Fernando de Haro
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30 junio 2024
El régimen de Daniel Ortega y su mujer ha provocado cientos de exiliados políticos y religiosos. Pero hay una energía humana que no puede callar ante un poder mentiroso que masacra a los inocentes.

Llueve en San José. En San José de Costa Rica siempre llueve a partir de la una de la tarde en esta época del año. Más que llover diluvia en San José. Es como si el cielo quisiera dejar claro que no tiene límite alguno. Y mientras diluvia H. fabrica rosarios con sus manos grandes: mete cuentas de colores en un hilo de plástico. H. es uno de los cientos de exiliados políticos y religiosos que ha provocado el régimen de Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo que gobiernan en Nicaragua. Es una de las dictaduras más crueles de América Latina. Una especie de estalinismo del Caribe. H. era párroco en una ciudad de tamaño medio cuando empezaron las protestas de 2018, protestas reprimidas por el régimen a sangre y fuego. Dejaron más de 300 muertos. Los jóvenes, los campesinos, los trabajadores que salieron a las calles para pedir libertad acabaron refugiados en muchas iglesias del país. La Iglesia católica se ha convertido en la única voz libre en Nicaragua y lo ha pagado con más de 700 ataques, con sacerdotes y obispos arbitrariamente detenidos y expulsados, universidades cerradas, órdenes religiosas canceladas. Hasta las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta tuvieron que marcharse acusadas de guardar armas. H. abrió su parroquia a los heridos y su  iglesia se convirtió literalmente en un hospital de campaña: a  los heridos se les tumbaba  en los bancos y sobre ellos se  les practicaban las primeras curas. H. desde entonces fue sometido a una tortura intensa: amenazas de muerte, limitaciones severas a su libertad de movimientos, acusaciones falsas de abusos sexuales. H. no ha querido ayuda psicológica pero necesita pastillas para dormir, en sus pesadillas vuelve a los días difíciles. ¿Por qué lo hizo? Responde que no tenía ningún compromiso político pero que cuando la gente buscaba apoyo porque los estaban masacrando, como sacerdote no podía quedarse quieto. H. había sido un buen párroco, un sacerdote tranquilo e insignificante para el poder, hasta que la lucha por la libertad llamó a su puerta. Hasta que la realidad le hizo comprender que ser cura era mucho más de lo que había pensado hasta ese momento.

Mientras V. habla no llueve todavía porque cuenta su historia por la mañana. V. es una mujer joven, una de las líderes de las protestas. Vivió desde 2018 en la clandestinidad, con identidades falsas. Hasta que no le quedó más remedio que huir de Nicaragua. Sufre ansiedad y, aunque es muy joven, tiene la tensión alta. ¿Por qué lo hizo? Dice que lo hizo por convicción, porque no se puede vivir bajo la bota del tirano como si nada ocurriese. E. cuenta su historia, son las dos de la tarde, ya ha  empezado a llover. E. era un alto funcionario del ministerio de Sanidad en 2018. Se negó a participar en la represión. Lo tacharon de traidor. Lo internaron en la prisión del Chipote, una de las prisiones más crueles del mundo. Lo metieron en una celda de dos por tres metros y le torturaron psíquica y físicamente. Tiene el hígado destrozado y se resiente de forma grave de una patada en los testículos. ¿Por qué lo hizo? Dice que no podía callar ante un poder mentiroso que masacraba a los inocentes. H., V. y E. eran un buen cura, una  buena estudiante y un buen funcionario para el poder hasta que la realidad llamó a su puerta en forma de abuso y de atropello. Entonces se produjo el diluvio: un estallido de energía que tiene un origen misterioso, que hunde sus raíces en un valor de dimensiones inabarcables. Los hombres sólo renuncian a la libertad cuando les falta estima por sí mismos.

 

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