El luchador
La primera virtud del film es el excelente trabajo de Mickey Rourke, que afronta una historia con muchos tintes autobiográficos y que le ha supuesto una merecidísima candidatura al Oscar así como ganar el Globo de Oro. La segunda virtud es la profunda humanidad del film, la desnudez de los conflictos y la inmediatez de la puesta en escena, concebida como un puñetazo en la conciencia del espectador. Pero es en la puesta en escena donde también puede emerger el primer defecto: la directa sordidez sanguinaria de la lucha libre. Aronofsky no nos ahorra imágenes gore, que endurecen en exceso la película, a lo que también contribuyen las descripciones lúgubres del mundo de las strippers. En fin, una película honesta, con mucha fuerza visual, en ocasiones muy dura, que nos habla de la urgencia de ser acogidos y perdonados de forma incondicional.