El Estado sigue allí, pero la situación no está encauzada

España · F.H.
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5 febrero 2018
El artículo publicado por Santos Juliá este lunes en El País (“Y el Estado seguía allí”) ha dado forma al gran alivio sentido por muchos en los últimos días. La Justicia ha funcionado, el Tribunal Constitucional ha sabido resolver el disparate que hubiera supuesto una nueva investidura de Puigdemont. El Estado existe, el Estado funciona, el Estado ha encauzado la situación. Es sin duda positivo que el objetivo de perseverar en una declaración unilateral de independencia no se haya alcanzado. Es bueno que en este momento el independentismo esté intentando convencer a Puigdemont de que se quite de en medio. Se ha impedido el desastre, es alentador que el Estado funcione.

El artículo publicado por Santos Juliá este lunes en El País (“Y el Estado seguía allí”) ha dado forma al gran alivio sentido por muchos en los últimos días. La Justicia ha funcionado, el Tribunal Constitucional ha sabido resolver el disparate que hubiera supuesto una nueva investidura de Puigdemont. El Estado existe, el Estado funciona, el Estado ha encauzado la situación. Es sin duda positivo que el objetivo de perseverar en una declaración unilateral de independencia no se haya alcanzado. Es bueno que en este momento el independentismo esté intentando convencer a Puigdemont de que se quite de en medio. Se ha impedido el desastre, es alentador que el Estado funcione.

Pero la situación está muy lejos de haberse encauzado y sorprende la ingenuidad con la que algunos dan por cerrado el caso. Es curioso cómo el reto del independentismo, con su forma utópica, es capaz de despertar la utopía liberal que atribuye a la aplicación de la ley y a la fuerza de las instituciones capacidades casi milagrosas. Hay gente que piensa y que escribe bien convencida de que “el principio de realidad” volverá tras aplicar con contundencia las normas. Todo se soluciona siendo libres e iguales. El momento parece recomendar algo más de realismo. Cataluña sigue tan fracturada o más que hace meses, no se puede hablar de según qué cosas, las familias siguen rotas, no hay modo de que unos y otros se miren a la cara. Los liberales del siglo XXI son hegelianos: basta un buen análisis, una contundente antítesis, y el Estado logra por arte de magia la síntesis. Seamos claros, no nos engañemos, el cauce está por excavar porque el cauce está hecho del encuentro con el otro y ese no ha empezado. ¿Parece poco? Es todo y el Estado, salvo inocencia liberal-hegeliana, solo puede facilitarlo, no sustituirlo.

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