El Círculo virtuoso de la geometría variable

España · Fernando de Haro
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18 marzo 2009
Más variables y menos geométricas que nunca. Así están las alianzas parlamentarias de Zapatero después del 1 de marzo. "Geometría variable" es la expresión acuñada por los socialistas para explicar cómo han conseguido estabilidad en los últimos años con un Gobierno en minoría. A decir verdad, la geometría ha sido siempre mantener en el ostracismo al PP y hacer imposible que se le acercara otro grupo parlamentario. Y la variabilidad se ha reducido a contar con el apoyo de uno u otro nacionalismo, según el caso.  

Pero las cosas han empezado a cambiar después de la victoria del PP en las elecciones gallegas. Hasta el momento, a los nacionalistas la cercanía al Gobierno les venía bien. Podían exhibir, gracias a ello, buenos resultados entre sus clientes electorales. Pero la derrota del bipartito de socialistas y nacionalistas gallegos ha sido una lección clara. Si a eso le unimos el enfado que tiene el PNV porque se va a quedar fuera del poder en el País Vasco se comprende la nueva soledad de Zapatero.

La semana pasada los socialistas sufrieron cuatro derrotas en votaciones de las  comisiones del Congreso. Tuvieron que tramitar como proyecto de ley la regulación de las participaciones en las televisiones que querían hacer pasar como decreto. Esta misma semana el PNV se ha atrevido, algo inusitado, a votar con el PP para reclamar una comisión de investigación sobre el ex ministro de Justicia. Y los nacionalistas vascos y catalanes han estado dispuestos a impulsar una modificación legal del tratamiento laboral de los discapacitados con el PP.

En el Congreso también Zapatero esta semana ha tenido que escuchar las duras críticas de su socio nacionalista en Cataluña, ERC. Y la semana pasada, las del PNV. De momento, por más que algunos estén deseosos, la nueva geometría no permite pensar en una crisis política o en un adelanto de las elecciones. Habrá que ver cómo y de qué modo empeora la situación económica. La legislatura está apenas empezada y en realidad se puede gobernar sin el Parlamento. Lo importante es que la nueva situación, la combinación de una insostenible pasividad para hacer frente a la crisis y las críticas de sus aliados más fieles, puede  abrir los ojos a muchos. Puede ayudar  a entender que Zapatero ejerce el poder alejado de la necesidad real de la gente.

Esta misma semana el presidente del Gobierno se ha reunido con el premio Nobel de Economía Paul Krugman delante de las cámaras de los periodistas. Krugman se ha convertido en la burra de Balaam para un Zapatero que no escucha. La situación de la economía española es aterradora, hay que tomar medidas drásticas y acometer reformas estructurales. Eso le ha dicho el prestigioso economista. Y se lo han recordado también en el Congreso. 

La virtud de la nueva geometría variable es ya no es sólo el PP, con un discurso que estaba descontado, el que le dice a Zapatero que su política económica es un desastre o que su actitud con la justicia es inaceptable. Hay más voces. El gran interrogante en este momento es si esa crítica puede llegar a poner en cuestión el programa que realmente es prioritario para el presidente del Gobierno: lo que él llama la ampliación de los derechos, antes de verano un aborto libre hasta la 14ª semana y con algún pequeño trámite hasta la 22, y después una modificación de la ley de libertad religiosa. Con la cuestión del aborto puede estar sucediendo algo diferente a lo que ocurrió con el matrimonio homosexual. A pesar de la intensa protesta en la calle contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, el asunto no erosionó a Zapatero. Pero quizás convertir el aborto en un derecho no sea  tan "fácilmente" digerible para la mitad de la sociedad española que le vota.

La estrategia del Gobierno va a ser la misma que en la pasada legislatura: señalar a los que se le oponen como unos monstruos oscurantistas. Por eso es muy importante que la oposición política a la reforma del aborto se haga con precisión, sin trazo grueso. Sin incriminaciones y con pedagogía para mostrar hasta qué punto éste es uno de los casos más claros en los que el poder deja de ser laico: deja de servir realmente a las necesidades sociales, para imponer una ideología.

Es remota la posibilidad de que la nueva geometría del Congreso impida que la ley salga adelante. La raíz democristiana de los nacionalistas es ya muy débil. Otra cosa es qué puede suceder con la regulación de la libertad religiosa. En cualquier caso, la sociedad civil que se opone al Gobierno tiene por delante un nuevo escenario. Conviene aprender de los errores de la pasada legislatura.  Zapatero es un artista de utilizar el conflicto en beneficio propio. No se puede dar por descontado nada. Se ha abierto una brecha que no se agranda a base de repetir ideas sino de mostrar, de forma concreta, qué poco laico es el Gobierno, cómo olvida las evidencias que todos tenemos -llama derecho a lo que es un tragedia-. Para eso hace falta transversalidad o, lo que es mismo, mover las fronteras ideológicas.

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