Educación y nacionalistas: las razones de una obsesión
Lo decía esta semana el president de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont. Puigdemont es un nacionalista autoinvestido de la mosaica misión de conducir el viaje del “procés” de desconexión. Y el “procés” es mucho más que un objetivo de derecho administrativo, de organización territorial o de autodeterminación. Es, sobre todo, una “weltanschaung”, una cosmovisión del mundo en torno a la nación, que encarna el Estado. Una forma de vivir, una forma de mirar. Y de inocular.
Pues volviendo a Puigdemont, resulta que nos decía esta semana que la educación es, literalmente, “una de las obsesiones del Govern”. Verán a continuación por qué.
Podríamos intuir que la “obsesión educativa” del Govern proviene de la preocupación sobre el fracaso escolar endémico en Cataluña, a la triste cabeza hoy del fracaso en Europa. El gasto asignado a educación en Cataluña (competencia del Govern) en relación al PIB está ahora a los niveles de Laos, Perú o Guatemala. Lo recordaba esta semana el portavoz de la fundación Jaume Bofill. Hay otros instrumentos “educativos” o adoctrinantes, como TV3, la televisión pública catalana que, sin embargo, se mueven con volúmenes de recursos y asignaciones presupuestarias récord. El coste medio por empleado de TV3 es de 62.000 euros.
¿Qué le preocupa al Govern? ¿Cuál es el contenido de esa obsesión educativa? Carles Puigdemont continuaba hablando muy claro esta semana: “la educación es una viga maestra en la construcción del nuevo Estado”. El objetivo educativo no es la persona: es la viga que construye el tótem. Y quizá la referencia más próxima, las comunidades autónomas en España, y la incongruencia de una enésima ley, la ley Wert, no apuntan a un proyecto educativo lo suficientemente atractivo como para sacarnos del fracaso escolar. Si es cara la educación, vean lo que es la ignorancia. Nos saldrá caro.