Cataluña y el juicio a los jueces en España

España · Francisco Pou
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12 noviembre 2018
Ha sido una semana letal para la reputación de la administración de justicia en España. Un Tribunal Supremo fracturado en sentencia y contrasentencia sobre quién debe pagar el impuesto sobre las hipotecas, en un lamentable espectáculo que ha causado indignación a todos, intentando solucionar un problema donde no lo había y creando uno mayor. La misma semana, el Tribunal de Estrasburgo sentencia parcialidad en la causa contra Otegui, con pena cumplida pero con una inhabilitación de cargos que ahora es recurrible. ¿Y qué tiene que ver todo esto con el “asunto de Cataluña”? Pues, como ocurre con las ideologías, todo tiene relación y todo lo explica el relato: “Madrid es el mal. ¿Es que no lo ven? Esa es la ‘comprada’ justicia que agrede a Cataluña” con las causas sobre el 1-O.

Ha sido una semana letal para la reputación de la administración de justicia en España. Un Tribunal Supremo fracturado en sentencia y contrasentencia sobre quién debe pagar el impuesto sobre las hipotecas, en un lamentable espectáculo que ha causado indignación a todos, intentando solucionar un problema donde no lo había y creando uno mayor. La misma semana, el Tribunal de Estrasburgo sentencia parcialidad en la causa contra Otegui, con pena cumplida pero con una inhabilitación de cargos que ahora es recurrible. ¿Y qué tiene que ver todo esto con el “asunto de Cataluña”? Pues, como ocurre con las ideologías, todo tiene relación y todo lo explica el relato: “Madrid es el mal. ¿Es que no lo ven? Esa es la ‘comprada’ justicia que agrede a Cataluña” con las causas sobre el 1-O.

La división de poderes es un principio político básico de la democracia; una mala solución, sí, pero la mejor de todas de las que el hombre ha diseñado para la convivencia, la libertad política, y la eliminación del abuso de poder. Y probablemente lo que está ocurriendo en el sistema político español no es, exactamente, una injerencia del poder ejecutivo en el judicial, sino sobre todo un abandono de funciones que deberían ser propias de los políticos y que literalmente se trasladan a los jueces.

Pongamos el caso del “asunto catalán”. El fracaso político de los gobiernos del PSOE y del PP (sobre todo el PP) en Cataluña desde la transición hasta hoy ha consistido en aprovechar la falta de sintonía en Cataluña para pactar el atornillamiento en el sillón del poder en Madrid a costa de ceder. Ceder recursos prácticamente ilimitados de adoctrinamiento en educación y medios de comunicación que han devenido de lo que sólo era un “asunto” político que ajustar a lo que hay ahora; un endémico nacionalismo erupcionando odio, pobreza y un ataque de termitas que amenaza a toda la estructura política de la convivencia en España.

¿Es de verdad “Cataluña” sólo un asunto de los jueces?

Si pretendemos que “el remedio” es el juicio de los jueces quizá lo que evidenciamos es que somos nosotros los que estamos perdiendo el juicio, pensando que la “democracia” y todo su edificio legal es la solución perfecta de todos los problemas: es “asunto de las leyes”. Un prejuicio conductista que quiere explicar y simplificar nuestra conducta, acusando a norma positiva cuando vemos violencia de género, o una hipoteca que de repente es injusta (aunque es el impuesto estatal lo que de la encarece…) o una sociedad como la catalana que se fracciona. Que lo arreglen los jueces, decimos… ignorando que ha sido la educación, el ávido apetito impositivo del Estado y la mala praxis política los que las han causado respectivamente. Ha sido el hombre, no un “fallo en el mecanismo legal” que pretendemos que sea infalible.

Vienen los juicios sobre el 1-O en Cataluña. Tenemos para largo si la respuesta que la sociedad quiere dar al problema se centra en eso, en los jueces y el 1-O. Ese día todo fue mal. Se quiso responder con pura fuerza bruta una mañana de otoño a un episodio más, una pacífica e ingenua votación de la señorita Pepis, después de otros muchos pasos de dejación que a todos interesaba. Como interesaban las hipotecas. Y como interesa dejar a los jueces nuestro problema educativo y afectivo con la violencia de género. En realidad es nuestro género humano el que ha fabricado una cultura de violencia a la realidad. Y la realidad se defiende así, violenta.

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