Se caldea el frente sirio de los USA
El final de la guerra en Siria sigue estando lejos y las consecuencias cada vez son más dolorosas para la población civil. La amenaza del extremismo islámico sigue estando presente a pesar de la derrota del Isis, que no es definitiva, y continúa el enfrentamiento contra el gobierno de Damasco.
Esta guerra está poniendo de manifiesto los errores de cálculo de la administración Obama, que esperaba una caída rápida del régimen, con la consiguiente estabilización de Siria bajo la égida de Washington. Assad continúa en el poder, el papel de Rusia es cada vez más decisivo, se ha abierto el frente kurdo con la consiguiente intervención de Turquía, que sigue manteniendo un comportamiento ambiguo respecto a los extremismos islámicos, y cada vez resulta más difícil identificar a los “moderados” entre las numerosas milicias sobre el terreno y sus mutables alianzas.
Donald Trump tampoco ha sido capaz de resistir al poder del establishment, que puede continuar con su irracional y peligrosa estrategia, que parece no tener en cuenta las experiencias previas. La de Iraq, por ejemplo, donde antes de la invasión americana en 2003 la minoría suní gobernaba con fuerza sobre la mayoría chií y los kurdos. Tras la caída de Hussein, la mayoría chií consolidó su predominio, una de las causas por las que hasta los suníes más alejados del Isis se volvieron partidarios suyos. Por su parte, los kurdos ya no se conforman con su autonomía actual dentro de un Iraq unido y piden la independencia total.
En Siria la minoría alauí, perteneciente al mundo chií, gobernaba con fuerza sobre la mayoría suní y el temor de los chiíes a una represión en una Siria gobernada por los suníes es una de las razones de que se mantenga el régimen de Assad. Por otro lado, los suníes han demostrado estar notablemente divididos en su seno. En este contexto, solo un acuerdo real entre las potencias extranjeras implicadas en el país, empezando por EE.UU. y Rusia, seguidos por Irán, Turquía y Arabia Saudí, podría llevar a imponer una solución aceptable para todas las facciones locales en lucha. Pero por desgracia, esta hipótesis parece estar muy lejos.
En realidad, Donald Trump sí ha logrado un cambio con su rechazo al acuerdo nuclear con Irán y con su clara apertura al gobierno de Benjamin Netanyahu. Esta actitud ha favorecido de hecho la agresiva estrategia del premier israelí en Siria, con reiterados bombardeos sobre las posiciones gubernamentales. Siria se están convirtiendo así en tierra de enfrentamientos entre Irán e Israel, por el momento indirectos pero podría convertirse en una guerra frontal, y hay que recordar que Israel posee armas atómicas y podría verse obligado a utilizarlas para impedir que las construya, o las consiga, también Teherán.
El gobierno israelí también ha puesto en su punto de mira a Hezbollah, no del todo sin razón, pero eso establece una situación de conflicto con el Líbano, que apenas ha logrado una cierta unidad política de cara a las próximas elecciones legislativas. El componente cristiano, al que pertenece el presidente Michel Aoun, y el suní, expresado por el primer ministro Saad Hariri, no están dispuestos ciertamente a arriesgarse a una nueva guerra civil contra el chií Hezbollah, entre otras cosas muy bien armado. La acusación a Hezbollah de actuar fuera del Líbano, es decir en Siria, apoyando a Assad, es cierta, pero suena ridícula dado el número de “actores” externos en la escena siria, muchos de ellos con menos intereses directos en cuestión.
Los motivos de contraste entre Líbano e Israel son más amplios y van de las controversias por la explotación de los yacimientos submarinos de hidrocarburos a las protestas de Beirut contra la decisión de Israel de construir un muro en la frontera con el Líbano. Una maraña de problemas con los que se ha topado el secretario de Estado americano Rex Tillerson durante su visita a Beirut hace unos días. Tillerson atacó duramente a Hezbollah, pero intentó mediar en los demás frentes entre Israel y Líbano, reafirmando el completo apoyo de los Estados Unidos al país de los cedros.
Sin embargo, da la impresión de que las relaciones todavía no son demasiado distendidas y los medios locales han destacado el hecho de que Tillerson tuviera que esperar varios minutos antes de ser recibido por Aoun. Oficialmente, la espera se ha atribuido al hecho de que Tillerson llegó antes de lo previsto, pero en muchos queda la duda al respecto.