Entrevista a Inma Navas, neuróloga

´Queremos apoyar la labor de personas que están dando la vida allí´

Mundo · Elena Santa María
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4 octubre 2016
Inmaculada Navas es miembro de la asociación Medicina y Persona, que desde 2015 ha organizado varios viajes a Liberia para iniciar un proyecto de colaboración con este país africano.

Inmaculada Navas es miembro de la asociación Medicina y Persona, que desde 2015 ha organizado varios viajes a Liberia para iniciar un proyecto de colaboración con este país africano.

¿Cómo empezó esta historia?

En primer lugar, quería agradecer el interés que ha tomado Páginas por la historia que está empezando en Liberia a través de algunos amigos míos, que me ha alcanzado a mí y de donde nace todo este proyecto. Esta historia empezó como una amistad que nadie había previsto. Por un lado estaba un matrimonio madrileño, Ángel y Sonia, que conocían bien la realidad de Liberia desde hace años por cuestiones profesionales. Ellos vivieron de forma muy cercana la epidemia de Ébola en Liberia del año 2014, perdieron muchos amigos cercanos a causa de la enfermedad y nunca dejaron de apoyar a la población y a las estructuras sanitarias de allí desde que pasó todo aquello. Les conocimos en una cena de Medicina y Persona, que es una asociación de profesionales sanitarios, de la que yo formo parte, y en la que nos preocupamos de cuidar los valores fundamentales y la humanidad dentro de nuestra profesión. Aquella cena fue en diciembre de 2014. Yo acababa de volver de Colombia. Enseguida conectamos mucho con ellos, por la historia común cristiana que nos movía en el fondo y por la sensibilidad hacia lo que estaba pasando en los países más desfavorecidos.

Ellos nos contaron todo lo que se estaba viviendo en Liberia, aún después de haber pasado el pico de la epidemia de Ébola. Casi la mitad de los profesionales sanitarios del país habían muerto o huido a causa de la enfermedad y la población, que ya vivía en una situación de gran pobreza, se había quedado desprovista de los recursos sanitarios más básicos. En una población de cuatro millones de habitantes, quedaban poco más de 40 médicos. Las ayudas internacionales llegaban con cuentagotas y la gente se estaba muriendo de malaria, por falta de sangre, o deshidratada. Yo aquella noche no pude dormir pensando en todo aquello.

A partir de entonces empezaron los encuentros repetidos con Ángel y Sonia, con la preocupación común por la situación sanitaria de Liberia. Personalmente, sentía un gran deseo de acompañarles en esta historia, me parecía que siendo médicos y enfermeros podríamos aportar algo y sobre todo me parecía que si no nos tomábamos en serio esta historia, nos podríamos perder algo grande, y yo estaba llena de ganas de ver qué estaba por suceder.

Entonces decidimos organizar un primer viaje a Liberia a conocer aquello, a evaluar la situación. Vino conmigo una enfermera, además de la hija de Ángel y él mismo. También llevamos algunas medicinas, dos maletas llenas, que nos fueron de muchísima utilidad. En este primer viaje, que fue en diciembre del año pasado, conocimos las principales misiones cristianas de Liberia, que son fundamentalmente las que han permanecido allí en los tiempos más difíciles. Una cosa muy importante que entendí es que el mayor valor de haber ido es el propio hecho de estar allí y conocer su situación, a estar con ellos. Hacerles entender (a los enfermos y a los mismos misioneros) que son importantes hasta el punto de que te has movido de tu cómoda vida para ir allí, con ellos. Liberia está muy olvidada del mundo, y cuando ellos entienden que has ido allí a estar con ellos, también tienen la posibilidad de entender que su vida está cargada de valor.

Al volver de Liberia, les conté a mis amigos de la asociación, a mi familia, a mis compañeros del trabajo. Les enseñé fotos. El viaje estuvo cargado de cosas bonitas: conocimos a gente increíble, aquello está lleno de niños, hay mucha vivacidad y alegría en los rostros. La labor de los misioneros en África me parece de los signos más grandes de la victoria del Bien en el mundo. Uno ve casas allí que parecen verdaderos paraísos en medio de la miseria, por la humanidad que se respira dentro.

En marzo de este año fueron para allá dos amigos míos de la asociación, ambos médicos. Ya les estaban esperando con los brazos abiertos. Colaboraron con uno de los médicos misioneros más activos de allí, perteneciente a la Comunidad del Cenáculo, y pudieron atender a muchísimas personas. Y ahora para finales de año estamos preparando el siguiente viaje, al que vamos un grupito de cuatro médicos.

¿En qué consiste el proyecto?

Para ser sincera, nunca habíamos tenido ningún proyecto, y me atrevería a decir que todavía hoy no lo tenemos muy definido. Todo ha surgido de una forma que ninguno de nosotros había planeado, como acabo de contar, pero nos hemos encontrado con una realidad con necesidades abrumadoras en muchos sentidos. Por un lado está la realidad de las Misioneras de la Caridad (la orden que nace de Santa Teresa de Calcuta), que tiene una casa en el centro de Monrovia donde acogen a enfermos sin recursos y les cuidan como pueden, sin medicinas y sin personal sanitario, salvo lo que les llega puntualmente de la Providencia, como bien dicen ellas.

También está la Comunidad Misionera del Cenáculo, que acoge a una treintena de niños huérfanos, dentro de la cual hay un médico que atiende a la gente de la propia comunidad, de todo el vecindario, asiste a las Misioneras de la Caridad, de un campo de refugiados cercano, etc., con una escasez inimaginable de medios y de medicinas, según los cánones con los que nos movemos en Europa. Pero esto son solo dos ejemplos de lo que está sucediendo allí, de lugares reales donde hemos percibido que es necesario un apoyo desde el punto de vista sanitario.

Nuestro proyecto, por tanto, a día de hoy consiste en apoyar la labor de estas personas que están dando la vida allí: llevarles compañía, ayuda profesional, material sanitario y medicinas. Aunque de momento nuestra presencia allí sea por periodos cortos de tiempo, estamos convencidos de que puede ser un gran apoyo para la población (sin acceso a recursos sanitarios de ningún tipo en su gran mayoría) y a los misioneros que están allí, que son los que realmente están sosteniendo la esperanza de los más necesitados.

¿Qué planes tenéis para el futuro?

La verdad es que si me hubieran dicho hace un año todo lo que está sucediendo ahora, no lo hubiera creído. No teníamos ningún plan y ha sucedido todo esto. ¿Para el futuro? Mi plan es secundar lo que vaya suscitando la realidad. Estar atenta y responder, como un diálogo con lo que suceda (mejor, con quien lo hace suceder). Muchas veces tenemos un plan, y ese plan no sale, y esto nos marca también el camino. También creo que tenemos que responder con realismo: con el realismo de conocer nuestras fuerzas, pero también de saber que estamos dentro de una historia que es más grande que todas nuestras fuerzas.

Dicho esto, hay dos proyectos que están bastante avanzados. Uno de ellos es la apertura de un Centro de Salud Mental en Monrovia, gestionado por las Hermanas Hospitalarias (www.wearelikeyou.org). Se nos ha pedido la colaboración como médicos en la atención de las pacientes que vayan ingresando y en la medida en que estemos allí lo haremos. Por otro lado, también tenemos la idea de que toda la atención médica que se está ofreciendo desde la Comunidad del Cenáculo se pudiera concretar y potenciar en un Centro de Salud, con más medios de los que actualmente tienen, y con el apoyo profesional nuestro que podamos hacer en los repetidos viajes.

A partir de ahí tenemos ya no planes, sino muchísimas ilusiones. Por ejemplo, la ilusión de tener allí un centro ocupacional para enseñar una profesión a los niños del orfanato. También hemos hablado de la posibilidad de empezar a mover trámites para que sea posible la adopción internacional de niños de Liberia. A mí, personalmente, me encantaría que hubiera allí una casa en la que se cuidara a los niños con discapacidad (que actualmente no sobreviven en su mayoría). Como se puede comprender está todo por hacer. Por eso empezaremos con sencillez, en lo que veamos que es más factible. Los planes se irán tejiendo según sucedan las cosas.

¿Qué os aporta a vosotros llevar a cabo un proyecto como éste?

Cuando uno ve aquello, ya no puede girar la cabeza para otro lado. Al menos para mí ha sido así. Te viene a la cabeza lo que has visto allí permanentemente. Llevar a cabo un proyecto así, con todo lo que conlleva, me obliga a salir de los esquemas más o menos cómodos en los que me muevo permanentemente. Me abre el horizonte a una realidad que va más allá de nuestras preocupaciones del día a día, que muchas veces son por cosas no tan importantes. Y uno se vuelve más agradecido.

Yo soy consciente de que he recibido mucho gratis, empezando por mi propia vida, mi familia, mi encuentro con Jesús, mi profesión… y me podría quedar ahí, y disfrutar de todo ello, que es para mi bien en primera instancia. Pero si esto lo pongo de alguna manera al servicio de los demás, al servicio de estos que lo necesitan mucho, es como si todo esto que he recibido sintiera que realmente se está utilizando para lo que tiene que ser, para lo que se me ha dado. Y en mí hay una correspondencia grande si hago así. Yo quiero vivir así. No solo en Liberia, sino en cada circunstancia. Pero una experiencia como la de Liberia te abre a esta dimensión de la vida. Merece la pena aprender esto, aunque no es necesario que todos vayamos a Liberia para ello.

¿Cómo se puede colaborar desde Madrid?

Se puede colaborar de dos maneras muy sencillas, que no se excluyen entre sí. La primera, rezando por nosotros y por la misión en Liberia, para que realmente seamos cauce de esperanza y nuestra presencia allí sea útil. Otra forma de colaborar es haciendo una aportación económica o de medicinas para llevarnos allí. El dinero que obtengamos será destinado a comprar medicinas y material médico o para costear el traslado del mismo, que no es tarea fácil.

Toda la información sobre el proyecto, el número de cuenta y el listado de medicinas necesarias se puede consultar en la página web www.medicinaypersona.org).

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