Por qué Riad se aleja de Washington para acercarse a Moscú
Nunca se había visto un cambio tan radical en el reino de Arabia Saudí. Tal vez porque los cambios en el escenario del Golfo y alrededores son cada vez más radicales, y por tanto requieren decisiones y sobre todo perspectivas muy amplias desde el punto de vista temporal.
El rey Salman, sucesor de Abdalá desde hace apenas unos meses, ha decidido poner fin al método de sucesión tradicional en Riad, que establece el traspaso de poder de un hermano a otro, aun en edades bastante avanzadas. Salman ha nombrado heredero del trono al príncipe y ministro de Interior Mohammed bin Nayaef, de 55 años, y además ya ha nombrado al sucesor de este, en el jovencísimo ministro de Defensa Mohammed bin Salman, de tal solo 30 años.
¿Por qué este cambio tan radical pero sobre todo inesperado por parte del máximo representante del poder saudí? ¿Por qué precisamente ahora el nuevo rey ha decidido romper con una tradición secular? El escenario de las relaciones internacionales está cambiando rápidamente y el avance de los chiítas, ya en el 80% del territorio, combinado con el acercamiento americano a Irán, imponen que también Arabia Saudí remodele sus trayectorias de hecho en política exterior. Con Washington, a pesar de que los lazos siguen siendo fuertes, las relaciones actualmente se han enfriado con respecto a la cuestión iraní, que lleva consigo los riesgos de reforzar la influencia chií en las fronteras y en el interior del país.
Por tanto, se hace necesario un responsable de la defensa que sepa establecer una estrategia adecuada en la relación con Estados Unidos, que siempre ha sido un aliado imprescindible de Riad, y viceversa. La cuestión yemení, por otro lado, no ha hecho más que incrementar la necesidad de un cambio en la situación actual y futura de la elite gubernamental saudí, que corre el riesgo, si mantiene la ley de sucesión tradicional, de dejar de adaptarse a una realidad geopolítica que cambia prácticamente cada día.
Haber intentado, con más o menos suerte, frenar la revuelta de los rebeldes chiítas Houthi en Yemen no ha servido para poner fin a los temores sauditas de contagio dentro de su propio territorio, ni al aumento exponencial en todo el contexto que rodea a Riad. Por tanto, podemos considerar esta decisión de Salman como un primer movimiento por parte de la elite gubernamental saudí de seguir el curso de los tiempos, un intento obligado por las circunstancias geopolíticas que podría revolucionar para siempre una monarquía que se ha mantenido históricamente inmune al paso del tiempo.
Lo cierto es que esto no nos hace esperar automáticamente una Arabia Saudí distinta desde el punto de vista de los derechos humanos, lo que presupone una inversión de la tendencia histórica hasta ahora imposible. Lo cierto es que las relaciones internacionales que estamos destinados a ver podrán revolucionar el escenario árabe y medioriental para siempre. Si Riad y Washington se alejan y al mismo tiempo crece la influencia de los países chiítas y de Rusia, entonces podremos esperar algunos cambios, incluso de amplio respiro.
Por lo demás, la obstinada resistencia de los Houthi en Yemen, considerado hasta hace poco una suerte de colonia saudí, ha dejado claro que la influencia de Riad en sus socios cercanos y lejanos se ha agrietado, y por eso ha perdido su arraigo tradicional. Ahora queda entender si estos cambios en la cúspide pueden frenar la influencia saudí a la que estamos asistiendo, y si este freno es capaz de imponer a Arabia Saudí una serie de pasos reformadores aún más profundos, que cambien los principios cardinales que han caracterizado a su fuerza política internacional pero también a su intrínseca conflictividad interna.