´Nicaragua ya es como Venezuela pero con buena economía´
Edgardo Pinell, comunicador y activista de derechos humanos, se ha visto obligado a exiliarse de Nicaragua ante la presión de un régimen que persigue a los periodistas.
¿Por qué tuviste que salir de Nicaragua?
Porque realmente los comunicadores y los que hemos estado involucrados en la televisión, en la promoción de los derechos humanos, trabajo con estudiantes, etcétera ya hemos estado en el punto de mira del gobierno, y en ese sentido yo he recibido amenazas en redes sociales. Yo trabajaba en una revista donde tuve que ser bastante claro ante ciertas posturas de persecución y represión a los estudiantes, y parece ser que eso ha llegado a incomodar.
¿En este momento se puede decir que la situación actual en Nicaragua es la de una auténtica dictadura? La limitación de derechos de reunión, libertad de expresión y derechos fundamentales y la poca participación, ¿implican que es una dictadura o en el fondo, como Ortega ha sido elegido democráticamente, sigue siendo una democracia?
Es una dictadura incluso familiar en la que no solo está su esposa como vicepresidenta sino sus hijos, a través de los medios de comunicación, controlando y concentrando todos los poderes del Estado. En Nicaragua no hay una institución política, poder del Estado o entidad pública independiente, la Procuraduría de los Derechos Humanos no defiende los derechos humanos, hay una Fiscalía totalmente instrumentalizada para perseguir a los opositores, hay un poder judicial que trata de aparentar independencia pero no la tiene, como operadores políticos del gobierno; no hay separación de poderes. Es totalmente una dictadura. La única diferencia con Venezuela todavía es nada más una economía que aún resiste, pero no va a durar mucho tiempo.
¿Cómo ejerce el poder Ortega? ¿De qué mecanismos dispone para controlar el poder?
No es de manera inmediata. Ha ido acumulándolo desde su retorno, que efectivamente ha sido más o menos democrático, pero desde que dejó el poder en el 90 nunca lo perdió totalmente, como tampoco lo perdió el Frente Sandinista. Mantuvieron al menos una importante influencia sobre todo en el poder judicial, con mecanismos de financiación a través de favores político y este tipo de cosas. Al recuperar el poder efectivo en 2007 y ser reelegido en 2011, instaurando una mayoría parlamentaria fraudulentamente, luego va acumulando otros poderes del Estado, como el poder electoral, judicial, erario público, rendición de cuentas… Lo ha ido haciendo de manera paulatina, por eso ha sido tan difícil empujarlo hacia una transición democrática en estos meses. Eso ha sido complicado, pero él ya tiene en la práctica un soporte económico de Venezuela, de la dictadura venezolana, con 450 millones de dólares anuales desde 2007 que nunca pasaron por los presupuestos de la República, y eso ha supuesto otro mecanismo para mantener el poder, comprar medios de comunicación, grandes compañías para poder instaurarse como una dictadura tan férrea como la que tenemos.
¿Qué importancia ha tenido el cambio de posición de la Iglesia? Había antes cierta alianza o buena relación entre el sandinismo y la Iglesia y ahora en cambio eso se ha roto. ¿Por qué se ha roto y por qué es importante que se haya roto?
Yo diría que era una buena relación pero no una alianza. La alianza en todo caso del acuerdo político era con el excardenal Miguel Obando y Bravo y se acabó con el nombramiento del nuevo cardenal Leopoldo Brenes, y la figura tan clara del arzobispo de Managua Báez, que ha mantenido una posición clara a partir del 19 de abril, como primer acto de represión contra los jubilados que estaban reclamando la reforma de las pensiones. Pero desde el primer momento en que hubo un muerto, la Iglesia tomó una postura clara, creo que coherente con su misión histórica y cristiana, y eso ha roto cualquier tipo de acuerdo, desde el primer muerto hasta los casi cuatrocientos que llevamos según fuentes de derechos humanos. Ese posible acuerdo con el gobierno es totalmente inexistente porque la Iglesia está, como ha dicho monseñor Mata y otros obispos, al lado de los que sufren, al lado de los pobres y al lado de los oprimidos. El pueblo de Nicaragua está siendo oprimido y la Iglesia no puede estar al lado de los opresores.
¿Qué salida tiene esto? En algunos momentos Ortega ha usado el diálogo como instrumento para prolongar la situación y hacerse más fuerte. ¿Qué solución haría falta?
En Nicaragua faltó en su momento, en junio o julio de este año, un empuje claro del sector privado, como sector importante en Nicaragua, y del ejército, que aparentemente ha sido independiente pero sabemos que por debajo no lo es. Estos dos factores debían haberse alineado para buscar otra transición política. Ahora el gobierno ha tomado la sartén por el mango a través de la violencia y la represión, y tiene dentro de Nicaragua una correlación de fuerzas mayoritaria, por violencia, pero tiene el control, aunque la legitimidad la ha perdido totalmente. No se puede tomar el poder por las armas, por la represión policial ni militar. En su momento saltó también una coalición clara de la oposición. Creo que a estas alturas hay ya una madurez política mayoritaria, donde hay que reconocer que muchas personas han tenido que salir del país, lo cual es muy doloroso, hasta cierto punto vergonzoso, porque queríamos haber intentado otra opción a través de los medios, de la palabra, pero hemos tenido que resguardar la vida. Ahora el escenario es más complejo y al menos internamente la correlación de fuerzas parece tratar de mantener la economía. Los empresarios parecen estar dispuestos a seguir con este sistema para evitar consecuencias en la economía.
Entonces no hay una oposición suficientemente consistente en este momento.
No como tal, aunque la alianza por la justicia y la democracia se mantiene, que tuvo que conformarse de manera apresurada como interlocutor pero ha madurado, ha evolucionado y ha creado una alianza con el único partido que quizá pueda tener viabilidad y legitimidad ante la población, un partido de reciente creación que se llama Ciudadanos por la Libertad. En todo caso, ante un eventual anticipo de elecciones hay un vehículo político electoral que podría utilizarse, pero la reinstauración del diálogo y obviamente la búsqueda de un adelanto electoral no son viables hoy por hoy.