María Corina Machado y su Premio Nobel: Trabajar por la paz no es de ingenuos

Machado, sin palabras, apenas logró susurrar “estoy muy agradecida, pero espero que usted entienda que esto es un logro de toda una sociedad, yo solo soy una persona, no merezco este premio”. El director del Norwegian Nobel Institute le contestó: “tú y toda esa sociedad lo merecen”.
Hacer un recuento de todo lo que hemos vivido en Venezuela es difícil (https://paginasdigital.es/veinticinco-anos-de-dictadura-por-que-en-venezuela-aun-hay-esperanza/), pero el resumen es que entre mayor la hostilidad, mayor es el grito de esperanza. Entre mayor es el maltrato, más salta la exigencia de justicia. Aquí nadie se ha conformado a vivir en la miseria, y ha sido la lucha de María Corina Machado y los que la acompañan —Edmundo González Urrutia, Juan Pablo Guanipa, Magalli Meda, Pedro Urruchurtu, y tantos otros escondidos, presos, o en el exilio— demostrar el afán y carácter democrático del pueblo venezolano, pero también de lo que está hecho el corazón humano: de un grito irreductible. Entre más fuerte ha pisado la bota, más se ha fortalecido el corazón del pueblo venezolano. Si algo ha nacido de ese pisotón, de esa violencia, es la esperanza de un futuro mejor y las ganas de trabajar por él.
Pero en este mundo, para más de uno trabajar por la paz es absurdo. Resulta inconcebible frente a tanta violencia. Creer que se pueden solucionar las cosas, hacerlas de una manera distinta, para muchos suena a una fantasía quijotesca.
Y después pasan cosas como esta. Llega María Corina Machado con su “carajazo” de paz –palabras del presidente electo de Venezuela Edmundo González Urrutia, exiliado en España– y le da un golpe a la mesa. Dentro de un contexto sumamente complicado, donde la realidad parece ser hostil, aparece alguien con una humanidad que, razonablemente, no solo hace una propuesta de paz, sino que ofrece un camino y un plan para caminar juntos hacia esa paz. Ofrece su presencia, sus manos, el sudor de su frente, y cada latido del corazón para decir que el camino hacia la libertad se recorre por personas que son lo suficientemente libres para creer que la paz es posible de alcanzar, porque ellos ya la experimentan en sus corazones. Si la paz existe en ellos, puede existir para el mundo entero.
Cada paso que nos ha traído hasta aquí. Han sido pasos concretos, reales, serios, razonables. No han sido ilusiones ni fantasías. La certeza razonable de que trabajar por la paz no es de ingenuos es lo que ha puesto a las cabezas más increíbles de este país a trabajar en ese objetivo. “Cada uno desde su trinchera”, como decimos aquí, pero todos con los ojos puestos en lo mismo.
María Corina Machado esta mañana ha recibido el Premio Nobel de la Paz y los venezolanos aún no podemos celebrarlo en las calles como nos gustaría. María Corina Machado lo celebra hoy en la clandestinidad, perseguida. Pero la hostilidad no le quita brillo al suceso: lo hace aún más visible. Como un candil en un cuarto oscuro. Hay victorias que solo se consiguen en medio de tormentas. Esta es una de ellas.
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