La propuesta de Francisco a Moscú y Kiev

Mundo · Edoardo Canetta
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24 mayo 2023
Zelenski se ha reunido con el papa Francisco y según la información de agencias, ha rechazado cualquier posible mediación. Pero no sabemos lo que el Papa le ha dicho.

Últimamente he hablado de esa “extraña pareja” que son China y el Vaticano, que en este momento parece que se mueven en paralelo buscando una solución diplomática a la guerra en Ucrania. No creo que pase por casualidad. Recuerdo que el 14 de septiembre estuve en Astaná con motivo de la visita pastoral del papa Francisco a Kazajistán y toda la ciudad estaba llena de banderas del Vaticano y de China, expuestas de manera alterna.

Ese día, el líder chino Xi Jinping llegó a Astaná, donde había aterrizado el Papa el día anterior, y tuvo un importante encuentro con el presidente Tokayev. El líder chino aseguró en esa ocasión a Kazajistán que siempre garantizaría la integridad territorial del país, cosa que hasta entonces siempre había hecho Rusia con China.

Es evidente que esa referencia a la garantía de la integridad territorial también se dirigía a la situación de guerra en Ucrania. Además, la visita a Tokayev era una etapa del viaje de Xi Jinping por la Conferencia de Shanghái, en la que también participaba la Federación Rusa.

Algunos observarían después que China apoyaba en cierto modo a Putin al convertirle en socio económico en época de sanciones. Lo cual es cierto, pero también resulta evidente que China protege así a Rusia frente a Occidente, especialmente frente a Estados Unidos, enemigo jurado del gran coloso asiático.

Ahora la perspectiva de una posible guerra nuclear no solo preocupa a la Iglesia, por muchos motivos, sino también a China, porque en un momento en que está intentando “ocupar de forma pacífica” gran parte del mundo (véase su política africana) no quiere de ningún modo que este mundo salte por los aires. Cosa que sucedería si Putin eligiera el papel de “Muera Sansón con todos los filisteos”, pero aunque China no tuviera nada en contra de que muera Sansón, no podría permitir que murieran sus potenciales súbditos filisteos. En efecto, si fuera Putin –podría decirse–, diría a mis servicios secretos que me protejan también de los chinos.

En esta situación, hay también algunos católicos “puros y duros” que se escandalizan de las iniciativas del Vaticano, que por otra parte son de momento muy reservadas. ¿Pero cómo se puede dialogar con tantos enemigos potenciales de la Iglesia y señores del mal? En realidad, siempre ha sido una regla indiscutible del Vaticano mantener relaciones diplomáticas con todos. El juicio político importa, pero el bien común debe prevalecer.

No en vano, el fundamento de la acción diplomática de la Iglesia, es decir del Vaticano, es una Constitución llamada Evangelio, donde, entre otras cosas, está escrito: “¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz” (Lc 14, 31-32).

En Ucrania, los dos enemigos parecen estar, por razones distintas, en condiciones de no poder vencer, aunque no lo digan. Por eso creo que es el momento adecuado para preguntar cuáles son las condiciones de la paz. A menos que no caiga sobre todos una “paz eterna”, la del Eterno descanso. ¿Pero estamos dispuestos a ello?

Varios amigos insisten en pedirme una opinión sobre la postura del Vaticano. Obviamente, cualquiera puede entender que sería un acto de presunción imperdonable o, mejor, un verdadero y auténtico engaño, pretender decir qué dirá o habrá dicho el papa Francisco a Zelenski.

Pero no es imposible reconstruir cuál ha sido la postura de la Santa Sede y no solo en Ucrania. Siempre y en todas partes, el papa Francisco ha expresado una fuerte crítica no solo a las dictaduras, sino también a las democracias que tienden a veces a no respetar a su pueblo. En el sentido de que, si este no se siente comprendido ni por el gobierno ni por la oposición, deja de participar en la gestión de la democracia, como pasa en tantos sitios.

En el caso de la guerra en Ucrania, se trata de hacer que no solo los líderes rusos y ucranianos, sino también los de la comunidad internacional, declarando una tregua y creando con el tiempo unas condiciones de convivencia aceptables, permitan a las poblaciones de las zonas en conflicto llegar a una elección libre por su parte. Esa elección podría no ser solo si pertenecer a Ucrania o a la Federación Rusa, sino también la de vivir en una situación de protectorado, garantizado no solo por el derecho internacional sino también por una adecuada protección militar por parte de países neutrales (no necesariamente la de la ONU, que podría resultar poco fiable). Esto supondría la desmilitarización de las zonas en conflicto, a excepción obviamente del servicio de policía local.

Esta postura también supondría un cambio de 360 grados en la forma de entender otras cuestiones en otros conflictos que están en marcha, ¿pero acaso eso sería malo?

Artículo publicado en Ilsussidiario

 

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