La inexplicable falta de hospitalidad de los europeos

Mundo · Maroun Lahham, arzobispo de Túnez
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13 junio 2011
Nunca se había visto nada igual desde que Túnez es Túnez y Libia es Libia. A Túnez todavía no le había dado tiempo recuperarse del tsunami político y social por el que había pasado, y la cercana Libia estalló en una revuelta armada que nadie había previsto. Encontrándose en el país millones (se habla de tres millones) de extranjeros que trabajan en todos los sectores, se ha verificado un éxodo masivo hacia Túnez y Egipto.

Entre 250.000 y 300.000 personas han cruzado la frontera entre Libia y Túnez. Había gente de todas las nacionalidades: egipcios, tunecinos, africanos, subsaharianos, bengalíes, paquistaníes, eritreos, somalíes, chinos, indios. Los países menos pobres han podido organizar la repatriación de sus ciudadanos, los demás llevan tres meses esperando: sobre todo son nigerianos, somalíes y eritreos.

Hemos asistido a imponentes episodios de solidaridad y acogida. Al principio la acogida surgió de manera espontánea: los habitantes de los poblados cercanos llevaban alimentos y bebidas a la frontera. Luego, llegaron las ONG, y entre estas Cáritas de Túnez, de Francia, de Canadá, de Líbano. Se añadieron la Cruz Roja y la Media Luna roja de Túnez, de Qatar y de los Emiratos, al final ha habido tiendas para todos y la frontera entre Libia y Túnez ha llegado a ser un lugar de tránsito para los que vuelven a su país y lugar de residencia para los que están esperando que pase la tormenta para volver a trabajar en Libia como antes.

La Iglesia de Túnez ya envió en los primeros días un sacerdote y tres monjas para que ayudaran a los refugiados. Las monjas, por ejemplo, podían preparar, con otras voluntarias, comida para 10.000 personas cada día. En la diócesis tenemos un sacerdote nigeriano que visita con regularidad los campos, incluso celebró la misa de Pascua en una gran tienda que los eritreos habían transformado en capilla. Más de 150 personas asistieron a la misa. Cáritas Túnez presentó un proyecto de urgencia a Cáritas Italia y a la CEI (Conferencia Episcopal Italiana). Han llegado unas ayudas y esto nos permite sufragar los gastos necesarios del sacerdote y las monjas. Queda el problema principal: ¿hasta cuándo durará todo esto? La situación militar está en punto muerto, los choques entre los rebeldes y las tropas de Gadafi continúan y los bombardeos de la OTAN no consiguen terminar con los enfrentamientos. Estamos viviendo en la más absoluta incertidumbre. En la frontera la situación, según nos la presentan las monjas que están allí, es la siguiente: una masa de entre 4.000 y 5.000 refugiados africanos y asiáticos están esperando que mejoren las cosas para volver a sus países de origen o a Libia.

Pero también hay miles de libios que se han escapado de la guerra. Estos libios son de tres tipos: gente de clase acomodada que ha cruzado la frontera y ha llegado a Europa a través del aeropuerto de Djerba, libios que teniendo familia en el sur de Túnez han sido acogidos en sus casas y finalmente un tercer grupo de gente (ya se está hablando de más de 50.000 personas) que está alojada en los campos, en los alojamientos que la ciudad de Tatauine ha ofrecido gratuitamente o en las tiendas. El Ministerio de la Instrucción ha ordenado que los colegios del sur de Túnez integren a los niños libios en los colegios de los diferentes gobernadores.

Todo esto sucedía mientras miles de tunecinos llegaban a Lampedusa, con todos los problemas que esto conlleva. No estoy hablando de los aspectos jurídicos y políticos del fenómeno, que no son de mi competencia. Hablo de la dimensión humana. Son jóvenes parados (el paro antes de la revolución tocaba el 19%). El turismo daba trabajo a 450.000 jóvenes que, de repente, se han quedado sin trabajo, el control en las fronteras ha disminuido por causas políticas y por los problemas de seguridad en las grandes ciudades.

Intento razonar como lo haría un tunecino: 20.000 tunecinos han llegado en una Europa quizás en crisis, pero que sigue siendo rica, y se les acoge con fastidio, mientras que más de 200.000 extranjeros (diez veces más) han llegado a un Túnez no tan rico como Europa, pero que sobre todo acababa de salir de una grave crisis política, y los tunecinos les han recibido con los brazos abiertos, han ofrecido sus casa, sus colegios, y han compartido el pan cotidiano con ellos. Esto, visto desde la costa meridional del Mediterráneo, donde la hospitalidad es un valor y un deber, es sencillamente… inexplicable.

Publicado en Oasis

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