La factura de las mentiras
¿Opiniones? No. Se trata presuntamente de “informaciones”. Según el diario nacionalista catalán Ara, 1.000.000 de personas se manifestaron en la “diada” en Cataluña, convocada este año como “exclusiva” para independentistas. Las policías locales, todas en ciudades con consistorios secesionistas, hablaban de 870.000 personas en la calle. La “Societat Civil Catalana”, utilizando cartografía y cálculo con fotos aéreas, daba la cifra de 292.000. ¿Quién tiene razón?
Hoy las fuentes de información, por no hablar de fuentes de “opinión, están atomizadas. Y los lectores compran y leen lo que quieren leer y lo que quieren tragar como cierto, también en formatos de mal llamados “debates” que no son más que espectáculos de zascas, frases ingeniosas y palabras gruesas. ¿Se puede defender o argumentar una verdad en dos minutos?
La era de la post-verdad
The Economist dedicaba la pasada semana su portada al “Arte de la Mentira” hablando de “la era de la post-verdad”. Para The Economist el auge del populismo tiene sus raíces en la globalización de la mentira. La mentira es un estilo de debate político, donde la revista británica ve a Donald Trump como paradigma de este estilo populista. Un estilo hoy en la vida pública que utiliza herramientas como las poses de Musolini, el odio de Hitler, el caudillismo de Perón y la polarización de Chávez. Lo cierto es que en la era de Internet, en la que cada página de Facebook puede ser una “información global” (las redes sociales como nueva prensa) y la nueva prensa, a su vez, debate con las redes sociales para captar la atención, la oferta de contenidos nunca había sido tan amplia. Y los contenidos, y también las opciones políticas, tan radicalizadas.
El filósofo Schopenhauer escribió su “Arte de tener siempre la razón” como 38 estratagemas de dribbling dialéctico para dejar KO al adversario; utilizando sus propios argumentos, exagerando, ridiculizando, evadiendo el tema… independientemente de dónde estuviese la verdad. Si leemos hoy ese breve compendio antiepistemológico reconoceremos una por una esas “llaves de judo” dialécticas en la televisión. La epistemología escéptica se convierte en defensa y ataque independientes de la búsqueda de la verdad y, en palabras de una de las obras del filósofo de Danzing, se presenta “el mundo como voluntad y representación”. Perfecto análisis de cómo la realidad es vista por esos rings electrónicos aventados por audiencias convertidas en hooligans: voluntad y representación.
La factura de la mentira
Pero si The Economist percibe la mentira y “las mentiras” en general, es porque tiene que haber “verdades” y “verdad” en general, por más que la pregunta escéptica de Pilatos, “¿y qué es la verdad?”, sea la posición corriente de una prensa liberal para la que la verdad es solo un estadio de la opinión.
Hay prácticas periodísticas bien intencionadas, pero falsas también. Buscar la verdad como un promedio equidistante de mentiras opuestas, por ejemplo, solo lleva a otra mentira “más aceptada y más cómoda” pero mentira al fin y al cabo. “Cuando las mentiras hacen que el sistema político no funcione, alimentan la falta de confianza en las instituciones que hace posible este juego de la post-verdad”, concluye The Economist. Al final la verdad pasa factura; la democracia aguanta… un tiempo. No hay democracia sin información. Y no hay periodismo sin búsqueda de la verdad, esté donde esté de lejos del debate.