La ecología integral, contra todas las pandemias

Mundo · Giorgio Vittadini
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3 noviembre 2020
En un momento de emergencia como este, podría parecer fuera de lugar hablar de “tierra futura” y “ecología integral”. El presente, desde el punto de vista sanitaria, económico y social, ya es bastante dramático que afrontar. El futuro puede esperar. Pero hay más de una razón para pensar que las conversaciones entre Carlin Petrini, agrónomo, escritor y fundador de Slow Food, y el papa Francisco, que se acaban de publicar bajo el título “Tierra futura. Diálogos con el papa Francisco sobre ecología integral”, contienen una clave útil para afrontar precisamente el momento presente.

En un momento de emergencia como este, podría parecer fuera de lugar hablar de “tierra futura” y “ecología integral”. El presente, desde el punto de vista sanitaria, económico y social, ya es bastante dramático que afrontar. El futuro puede esperar. Pero hay más de una razón para pensar que las conversaciones entre Carlin Petrini, agrónomo, escritor y fundador de Slow Food, y el papa Francisco, que se acaban de publicar bajo el título “Tierra futura. Diálogos con el papa Francisco sobre ecología integral”, contienen una clave útil para afrontar precisamente el momento presente.

El libro habla de biodiversidad, economía, migraciones, educación, comunidad, pero sobre todo muestra la fuerza de una relación humana que al final destaca como un método luminoso para afrontarlo todo: no las ideologías que dividen sino el amor por el hombre concreto que une. Petrini, agnóstico y excomunista, y el pontífice de la Iglesia católica se mueven por la necesidad de “iniciar discusiones fértiles y fecundas”, “poner en común energías e ideas”. Lo que más hace falta en estos días tan tensos y confusos.

El diálogo, según Carlin, “no es una opción moral”, sino “un auténtico método”. El Papa añade que no se trata de “pulir diferencias y conflictos sino al contrario, de exaltarlas y al mismo tiempo superarlas por un bien mayor”.

El comienzo de su diálogo se remonta a 2013, cuando Petrini se preguntaba en el diario italiano La Repubblica por qué tratamos tan mal a los inmigrantes, cuando hace cien años éramos nosotros los que emigrábamos a América Latina. Y recordaba una tragedia de 1927, cuando el buque “Principessa Mafalda” con destino a Buenos Aires, cargado de emigrantes, se hundió junto a Río de Janeiro. El Papa le llamó conmovido tras leer el artículo porque sus abuelos iban a subirse a aquel buque, aunque partieron al año siguiente, pues no tenían dinero.

Así nació una relación de gran sintonía, incluso de amistad. El Papa le propuso a Petrini escribir la introducción de la encíclica Laudato Si’ y le invitó al sínodo de la Amazonia. Carlin ha creado comunidades laicas llamadas Laudato Si’ para vivir, y no solo discutir, el contenido de la encíclica.

El libro publica cuatro conversaciones que ambos han tenido en estos años, donde hablan de sus preocupaciones por el planeta, al que conciben como una “morada humana”.

El tema va más allá de lo ecológico, como dice el Papa: “No se trata de ambientalismo, que aunque noble no es suficiente. Aquí estamos hablando del modelo de convivencia y de futuro que tenemos y cómo construirlo. Está en juego la enorme cuestión de la justicia social que todavía hoy, en un mundo interconectado y aparentemente próspero como el que tenemos, sigue muy lejos de darse”.

El Papa y Petrini coinciden al denunciar las derivas de la economía moderna, que no se hacen cargo de la humillación de la dignidad de las personas ni de la destrucción del planeta. Las pandemias, como la del Covid-19, nacen de una relación desequilibrada entre el hombre y el medio ambiente, alterado por un progreso indiscriminado, indiferente a los equilibrios profundos y misteriosos que están en la base de la permanencia de la raza humana sobre la Tierra.

Hay que poner fin a esa economía del descarte que destruye la riqueza y la belleza de nuestro planeta, hecha de biodiversidad no solo ambiental sino también humana. Un ejemplo paradigmático es la suerte de muchos pequeños productores agrícolas del tercer mundo, y no solo, que han quedado arruinados en el mercado mundial, que impone unos precios artificiosamente bajos. Para defenderlos y valorarlos, Petrini los ha reunido en el gran movimiento internacional Madre Tierra, una red ecologista de “campesinos, pescadores, artesanos, cocineros, investigadores, indígenas, pastores”.

¿Espíritu retrógrado y antimoderno? Se equivoca quien piense que la línea que ambos siguen es una diatriba contra la modernidad. Más bien es una acusación a esos pedazos de modernidad que niegan importantes conquistas de la civilización. Derivas como el descuido que lleva a la pobreza y a desigualdades crecientes, la denigración de la solidaridad y de la compartición, la actitud meramente depredadora hacia el medio ambiente, el dinero concebido como lo que tiene el poder y no como lo que está al servicio.

Hay que salvaguardar la creación pero también hay que mirarla, porque nos enseña algo. Por ejemplo, el valor de la biodiversidad también es humano, es signo y estímulo de la creatividad y del cambio. El propio Papa lo señala así: “Podemos rezar todos de la misma manera, pero esto destruye la biodiversidad humana, que ante todo es cultural. ¡No! Que cada uno rece según su propia cultura, y que celebre los sacramentos según su cultura. En la Iglesia hay más de veinticinco ritos litúrgicos diferentes que han nacido en distintas culturas”.

¿Pero cómo cambiar? A los petroleros que recibió en 2019 y que le explicaron que si se deja a un lado el petróleo habrá una segunda crisis de los años treinta, les responde que es cierto, pero “hace falta sabiduría para hacer las cosas despacio, sin quitar puestos de trabajo. Porque el trabajo es como el aire de nuestra cultura, sin trabajo el hombre disminuye…”.

El cambio empieza en nosotros, en todos nosotros. Pero no solos. Individualismo y falta de intermediación solo han dejado escombros. No se puede vivir sin subsidiariedad, sin lugares donde la gente pueda crecer, expresarse, construir obras, sentar los fundamentos de una democracia participativa, generada por los movimientos populares del mundo entero, que el Papa valora y con los que se ha encontrado varias veces.

La ecología integral, que en el Papa toma inspiración de vivir la presencia encarnada de Cristo y en Petrini del compromiso laico por el ser humano, nace en ambos de la pasión y la conmoción por la vida del hombre concreto, que está en el centro de su atención sobre todo cuando es pobre, sufriente, vencido. Además de la vacuna contra el virus, hay que volver a buscar un espíritu verdaderamente humanitario y religioso, sin el cual la naturaleza seguirá su curso, pero sin nosotros.

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