La batalla es otra
No sé si se han dado cuenta de que la gente cada vez está más triste. Hasta la respuesta correcta a la pregunta «qué tal estás» ha pasado de bien –aunque fuera mentira– a «bueno, ahí voy». Los más sinceros dicen directamente «estoy harto».
El hartazgo es comprensible. Dice Aloma Rodríguez en The Objective lo que ya todos sabemos de lo que nos espera hasta las elecciones de Madrid: “va a consistir sobre todo en votar contra uno de los candidatos, es decir, más polarización, ninguna voluntad de encuentro. No habrá propuestas, sino trapos sucios arrojados, los muertos se usarán para erosionar al enemigo, todo será tergiversado y nadie convencerá sino a los suyos, me temo”.
Y uno se enfrenta al lamentable espectáculo con una mochila demasiado pesada a la espalda. Otra prórroga del ERTE (siempre puede ser la última), otra renovación de contrato de tres meses después de cinco años en la empresa, otro confinamiento con los niños en casa, la curva que sube y que baja con familiares, amigos o conocidos que parece que hacen turnos para pasar por el hospital. Dan ganas de presentarse en el primer debate que se celebre y preguntar a los candidatos: «¿y qué hay de lo mío?», o más bien de lo nuestro, de lo de todos. Decía el otro día Ana Iris Simón en un debate sobre ‘Librar la batalla cultural’ organizado por la Fundación Ángel Herrera Oria que “la batalla es otra, es la búsqueda de sentido”.
No sé si se han fijado también en que, aunque la gente cada vez está más triste, la alegría intenta abrirse paso con más energía que otras primaveras. De forma inconsciente a veces, otras incluso forzada, todo se ha llenado de reclamos al optimismo. Las colecciones de primavera-verano vienen cargadísimas de flores de vivos colores. Los programas de entretenimiento, o los influencers no dejan de lanzar mensajes tipo “ya estamos más cerca del final”. Los eventos terminan con canciones que llaman a la esperanza. No hay más que ver la última actuación de los Goya. Después de una noche sobria Aitana salió a cantar –con mucho gusto, por cierto– la letra de Barbra Streisand “Happy days are here again”. La traducción en la pantalla por si alguien no se daba por enterado. No creo que los publicistas y expertos en marketing que nos están metiendo la felicidad en vena hayan escuchado a Ana Iris, pero ahí está.