España, Francisco de Vitoria y el síndrome de Down
El día que tratamos el tema los estudiantes se pusieron a tono y la clase fue especialmente interesante. Satisfecho, de regreso al hotel, pasé por el monumento al célebre dominico. Ese mismo día me topé con una noticia que me apachurró el corazón. En España, como en otros lugares de Europa, conforme se liberaliza el aborto el síndrome de Down se hace invisible. Nueve de cada diez embarazos que son diagnosticados como de "riesgo" terminan en aborto. En la autonomía de Asturias el número se eleva al 96%. La paradoja es terrible. Hoy se cuentan con recursos más que suficientes para dar a estos niños las mejores oportunidades de vida y desarrollo, así por los avances de la medicina como de la pedagogía. El asunto se ha tornado más dramático en la última década, pues el diagnóstico ha aumentado en un 70% disparándose a su vez el número de abortos. Se tiene todo para recibirles con los brazos abiertos y, sin embargo, se les está matando como nunca antes. La razón es simple: se considera que por no llenar un estándar de eficiencia física y mental esta parte de la humanidad carece del derecho a vivir.
La similitud de este caso con el que enfrentó hace 500 años fray Francisco de Vitoria me sorprende. Ayer como hoy, un sector de la población decidió que ciertos humanos no tienen derecho a vivir porque no llenan un estándar de "normalidad". Ayer el resultado fue el genocidio de los indios en las Antillas. Hoy se actúa en contra de aquellos que padecen síndrome de Down, proceso alimentado por una cultura que mide a las personas por el principio de utilidad, con una razón instrumental promovida por políticas que en poco valoran la vida humana. Acorde al derecho internacional, la eliminación sistemática de una parte de la humanidad califica como genocidio. En efecto, está en proceso un genocidio contra seres humanos con síndrome de Down.
A 500 años de distancia podemos afirmar que, sin importar condiciones específicas, todos somos miembros de la misma especie y tenemos el mismo derecho a la vida. Ignorar esta verdad conduce hoy, como siempre, a que una parte de la humanidad abuse y destruya a otra más débil y vulnerable. Nunca debemos olvidar que Vitoria tenía razón: uno es el género humano.