EEUU: el modelo de laicidad positiva lucha por sobrevivir

Mundo · José Luis Restán
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5 noviembre 2008
Los resplandores de la victoria de Obama hacen difícil un diagnóstico en caliente sobre el futuro inmediato de la política norteamericana. Pero hay debates de fondo en los que se juega ese futuro, por más que apenas hayan rozado el fragor electoral. Uno de ellos es el que se refiere al modelo de laicidad positiva que forjaron los padres fundadores y las amenazas que sobre él se ciernen. Éste ha sido el argumento de una interesante ponencia de la embajadora de los EEUU ante la Santa Sede, Mary Ann Glendon, significativamente publicada la semana pasada por L'Osservatore Romano.

Frente a posibles optimismos superficiales, la embajadora Glendon advierte en su intervención que el modelo positivo de laicidad en los Estados Unidos, característico desde su fundación, está hoy "luchando por su vida". Al recordar el viaje de Benedicto XVI a los Estados Unidos del pasado mes de abril, Glendon subraya la afirmación papal de que "los padres fundadores quisieron crear un estado laico, no porque fuesen hostiles a la religión, sino por amor a la religión, que sólo puede vivirse en su autenticidad libremente". A continuación el Papa describió a los Estados Unidos como un país "en el que la dimensión religiosa, en la diversidad de sus expresiones, no es solamente tolerada, sino apreciada como el alma de la nación y como una garantía fundamental de los derechos y deberes humanos". Profundizando después en las afirmaciones de Alexis de Tocqueville, convergentes con las de Benedicto XVI, la señora Glendon explica que aquel sistema estaba destinado a proteger a la religión y a las iglesias del Congreso nacional, y no al revés, porque se asentaba en la convicción profunda de que el éxito del experimento democrático americano no se debía tanto a la Constitución o a las leyes, sino a las virtudes y a la cultura (costumbres) del pueblo, cuya salvaguardia era precisamente la religión.

Según Glendon, las calurosas alabanzas de Benedicto XVI a este modelo histórico de laicidad positiva no significan que el Papa no sea consciente de que existe hoy una lucha entre quienes se esfuerzan por mantener dicho modelo y quienes pretenden sustituirlo por el tipo de laicismo que él deplora en sus discursos. Y en este sentido recuerda la exhortación dirigida a los obispos norteamericanos: "el mantenimiento de la libertad… requiere el coraje de participar en la vida pública y de contribuir con nuestras convicciones a los debates planteados… en definitiva, la libertad es siempre nueva, es un desafío para cada generación  y debe ser constantemente conquistada para el bien común". Así pues, el Papa repartió alabanzas y advertencias en sendos discursos, porque según Glendon quería señalar el valor del modelo histórico norteamericano, pero también señalar que hoy está en riesgo.

Desde luego esa es también la opinión de la embajadora, que ve en la sucesión de una serie de decisiones del Tribunal Supremo, una alteración significativa del modelo de laicidad positiva. Poco a poco, siempre según el análisis de Glendon, está triunfando un tipo de laicidad que pretende eliminar casi todo vestigio de religiosidad en las instituciones públicas, un escenario jurídico que camina en paralelo con los profundos cambios experimentados por la sociedad americana a partir de los años 60, en campos como el aborto o las relaciones sexuales. Un aspecto inquietante son las crecientes dificultades que experimenta la tradicional cooperación entre las iglesias y los estados en lo que se refiere a las escuelas, hospitales y servicios sociales. Las presiones que sufren las organizaciones católicas para abandonar sus principios si quieren contar con la colaboración de los estados son muy fuertes, como se vio el 2006 en Massachussets, donde Catholic Charities ha tenido que abandonar su tarea en el campo de las adopciones, al negarse a gestionarlas para parejas homosexuales. Como resumen de todos estos hechos, Glendon sostiene que existe una tendencia clara de los tribunales a limitar la presencia de la religión en el ámbito público, basándose en un concepto de libertad radicalmente individualista.

En realidad las certezas de Tocqueville sobre la democracia americana han dejado de ser moneda común en muchos ámbitos de la vida cultural, jurídica y política de aquel gran país. Y ahora que comienza la Presidencia de Obama, entendida por muchos como un giro histórico, sería bueno conocer cuál será la orientación de su política en esta materia. Porque en la época de la globalización de los mercados, de Internet y de la lucha global contra el terrorismo, es más urgente que nunca entender que la preservación de una sociedad libre depende de la protección de ciertas instituciones como la familia, la escuela, las iglesias y otros cuerpos intermedios de la sociedad civil. La embajadora Glendon se atrevió a decirlo días antes de las elecciones, pero su advertencia cobra ahora un brillo especial.  

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