¿Derecho al aborto o derecho a la maternidad?

Mundo · Nicolás Jouve de la Barreda
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15 noviembre 2013
Causa perplejidad la postura de los responsables políticos del PSOE ante la esperada reforma de la ley del aborto, más conocida por Ley Aído, tantas veces anunciada por el ministro de Justicia, Sr. Ruiz Gallardón. Señalan que en caso de la derogación de la ley vigente propondrán una reforma de la Carta Magna para garantizar el derecho a abortar de las mujeres.

Causa perplejidad la postura de los responsables políticos del PSOE ante la esperada reforma de la ley del aborto, más conocida por Ley Aído, tantas veces anunciada por el ministro de Justicia, Sr. Ruiz Gallardón. Señalan que en caso de la derogación de la ley vigente propondrán una reforma de la Carta Magna para garantizar el derecho a abortar de las mujeres.

Paradójicamente, quienes no tuvieron en cuenta ni escucharon a la ciencia, a la medicina, a la sociedad, ni al Tribunal Constitucional en su sentencia 53/1985, se permiten afirmar que el Gobierno de Rajoy «se empeña en legislar de espaldas a la realidad»; que «se trata de reformar una ley que apoya el 80% de la sociedad española, entre ellos católicos y votantes del PP» (¿quién ha hecho esta encuesta?); que «el Gobierno va de la mano de los obispos» (¿dónde está escrito un acuerdo que demuestre esta afirmación?); que debe mantenerse la ley actual, porque tanto el PSOE como diferentes organizaciones de juristas han considerado que «es plenamente constitucional» (el Tribunal Constitucional aun no se ha pronunciado sobre la ley Aído y más bien muchos juristas han dicho lo contrario); y «que garantiza el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y sobre su maternidad y protege al no nacido (¿es el bebé parte de su cuerpo?).

Toda esta serie de afirmaciones no son más que un conjunto de falsedades carentes de lógica, que tratan de ocultar que la Ley de Educación Sexual y reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, no obedecía a una necesidad social sino a un intento de ingeniería social, consistente en la imposición de la ideología oficial del entonces partido gobernante. Se trataba de sustituir la ley de 1985 por una ley imbuida en la ideología de género y acorde con el feminismo radical, que convertiría el aborto en un derecho de la mujer, dejando de lado el derecho a la vida del no nacido.

Ya que lo que ahora se propone es apuntalar la ley Aído con una reforma de la constitución, habrá que tener en cuenta lo que dijo el Tribunal Constitucional en la sentencia 53/1985, sobre el derecho del no nacido a raíz de un recurso sobre la Ley de 1985. Recuerda el Constitucional que «El art. 15 de la Constitución establece que «todos tienen derecho a la vida»… que ha de concluirse que la vida del nasciturus, en cuanto éste encarna un valor fundamental -la vida humana- garantizado en el art. 15 de la Constitución, constituye un bien jurídico cuya protección encuentra en dicho precepto fundamento constitucional».

La Ley Aído no tuvo en cuenta esta sentencia dejando al ser humano en gestación en una situación de falta de garantías e indefensión. ¿En que se fundamenta la afirmación de que la Ley protege al no nacido? En cierto modo la pretensión de reformar la Constitución es una intención de blindar una ley que en el momento presente es inconstitucional. Solo un cambio de la constitución la haría constitucional.

Desde los sectores feministas radicales del PSOE se afirma que la Ley que promulgará el PP eliminaría un derecho que es fundamental para las mujeres de este país y del mundo e insiste en que el no nacido ni es persona, ni es un ser humano (Aído dixit). La responsable de Igualdad del PSOE ha reclamado el derecho de las mujeres a su vida, a su salud, a su integridad física y a su libertad para decidir sobre su maternidad. Sin embargo, todas estas afirmaciones constituyen un disparate que no se sostiene. Por ello, conviene recordar varios hechos.

En primer lugar, la verdad es que en el aborto no hay en juego una vida, ni se trata de la vida de la madre, sino que se trata de dos vidas y de las dos la que está en peligro es la del hijo. Habrá que recordar, como suscribimos varios miles de investigadores, juristas, médicos y otros profesionales en la Declaración de Madrid de Marzo de 2009, que «el bebé en gestación en el claustro materno no forma parte de la sustantividad ni de ningún órgano de la madre, aunque dependa de ésta para su propio desarrollo… Es una vida humana en las primeras etapas de su desarrollo», genéticamente distinta y orgánicamente independiente de la madre, en cuyo seno crece y se desarrolla. Sobre esto también se pronunció el Comité de Bioética de España, en su informe de octubre de 2009 sobre la reforma de la Ley del Aborto, al señalar que: «El desarrollo embrionario y fetal puede considerarse un proceso en continuidad (un continuum, en palabras del Tribunal Constitucional) desde la fusión de los pronúcleos del espermatozoide y del óvulo hasta el parto. Desde esta perspectiva, su vida biológica puede identificarse en todo momento como una vida humana». ¿Cómo se puede afirmar que la Ley del aborto defiende la vida de la madre que aborta, sin pensar ni un segundo en la vida de su hijo?

En segundo lugar, cuando se habla del derecho a la salud, tampoco está claro que es lo que se quiere decir, ya que el único sujeto que perdería de forma irreversible y absoluta la salud es precisamente el hijo. Ninguna mujer pierde la salud por su maternidad. Recuerdo las palabras de mi buen amigo fallecido en mayo pasado, el Dr Pablo Gil-Loyzaga cuando en un magistral artículo señalaba que: «la legislación actual presenta el grave problema de que no modifica ni elimina los obstáculos reales que impiden a la mujer su derecho a ser madre, abandonando la protección del concebido». Más bien al contrario, sí son considerables los efectos y las secuelas psicológicas que un aborto puede provocar en la mujer que decide ese destino para su propio hijo. ¿Cómo se puede entender que la Ley del aborto defiende la salud de la madre que aborta, sin pensar ni un segundo en su psicología ni en la salud de su hijo?

En tercer lugar, se habla de integridad de la mujer, y aquí sí que la perplejidad se eleva de tono ante lo absurdo de tal afirmación. Lo que parece evidente es que cuando una embarazada entra en un abortorio lo que ocurre es precisamente que se desintegra al bebé, literalmente se le descuartiza, no a la mamá. En todo caso el aborto desintegra la unidad materno-fetal, para dejar a la madre sola y con el peso que a su conciencia le suponga el hecho de acabar con la vida de su hijo por decisión propia ¿Cómo se puede entender que la Ley del aborto defiende la integridad de la madre que aborta, sin pensar ni un segundo en la integridad de su hijo?

Finalmente, se alude a la libertad para decidir sobre su maternidad, y en esto de nuevo hay materia para sonrojarse. La libertad es la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Cuándo se habla de la libertad para decidir sobre el aborto ¿de qué libertad se habla? De los tres actores implicados, madre, padre e hijo, ¿solo cuenta la libertad de la madre? ¿el no nacido no cuenta porque aun no es consciente de su propia vida? ¿Es eso justo? Lo cierto es que la Ley Aído, es una ley radicalmente machista impulsada  por una ideología pretendidamente feminista. Una ley que antepone la «conveniencia» de la madre a la vida de su hijo e ignora la responsabilidad del padre. ¿Cómo se puede entender que la Ley del aborto defiende la libertad de la madre que aborta, sin pensar ni un segundo en la dignidad y en el derecho a nacer de su hijo?

Una Ley que convierte la eliminación de una vida en un derecho y que en ningún caso contempla la vida, la salud, la integridad, ni la dignidad de la vida del no nacido no puede ser una ley legítima… será legal, pero es una ley antinatural.

Pero además, el partido que con tanta diligencia y eficacia sacó adelante la ley Aído se llena de legitimidad arrogándose la voz de la sociedad, y en esto también se equivoca. Baste recordar un par de datos recientes.

En primer lugar está el hecho de la victoria en el Parlamento Europeo de los defensores del derecho a la vida y la dignidad humana del pasado martes 22 de octubre, al ser rechazado por 351 votos a favor, 319 en contra y 18 abstenciones, el llamado informe Estrela sobre «salud sexual y reproductiva», defendido por la eurodiputada del partido socialista portugués Edite Estrela. Con esta decisión, el parlamento europeo dejó claro que el radical enfoque a favor del aborto defendido en el informe Estrela no es compartido de forma mayoritaria en la unión europea.

En segundo lugar, ahí está la contundente respuesta de la sociedad europea a favor de la vida del no nacido tras la finalización de la recogida de firmas de la iniciativa ciudadana europea “One of Us” (http://www.oneofus.eu/es/), con 20 países superando el mínimo de firmas necesarias y más de 1.800.000 firmas recogidas en toda Europa. España con cerca de 160.000 firmantes  ha cuadruplicado el mínimo de firmas requeridas en función de su población.  

Terminaré recordando de nuevo las palabras del Dr. Pablo Gil-Loyzaga: «frente a los comentarios inadecuados de algunas personas, se deben acoger con esperanza las propuestas de avances legislativos que ha realizado el Sr. Ruiz-Gallardón. Vistos los datos previos deberíamos preguntarnos si algunos, tal vez muchos, de los embarazos que finalizan en aborto inducido no tienen otra alternativa. Si en realidad esos embarazos, solo ´supuestamente´ no deseados como indicó el Sr. Ministro, no podrían culminar con el nacimiento de un niño si se dispusiera de una legislación que diera un verdadero apoyo a la maternidad».

Tal vez como signo de apoyo, estaría bien que fuera un nuevo éxito la marcha por la Vida (http://marchavida.derechoavivir.org/) convocada en Madrid y cerca de 100 ciudades españolas el próximo domingo 17 de noviembre. El principal motivo es solicitar una ley que proteja de verdad el derecho a la vida y apoye a las mujeres para tener a sus hijos. No otra ley para abortar, sino una ley para cuidar mejor de la vida humana más vulnerable.

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